Capítulo 43

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No dudé en abalanzarme hacia él

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No dudé en abalanzarme hacia él. No es que lo hubiera meditado ni sopesado si era buena idea. Los gritos de mis compañeros me hicieron entender que estaba cometiendo una locura, pero no pude resistirme. Una parte de mí, esa que tanto me caracterizaba, me impedía quedarme quieta, contemplando cómo hacía daño a mis seres queridos, especialmente a alguien como Dagdas, quien había sido el más valiente de todos y el primero en enfrentarse al demonio sin titubear. Eso sí, con resultados nefastos, pues había terminado bajo el demonio, sin arma y con la mirada cargada de miedo.

La sangre me hervía en ese momento; sentía una corriente eléctrica recorriéndome todo el cuerpo. Posiblemente mi poder se había activado, ansioso de salir. Las llamas empezaron a aparecer en mis manos, haciendo que el demonio abriera los ojos de par en par. Eran demonios, sí, pero no inmunes al fuego; había mucha falsedad en relación con el infierno. Estaba casi a punto de alcanzar a mi enemigo cuando él se apartó rápidamente, pero ya era tarde: le lancé las llamas, que rozaron su piel y lo hicieron rechinar los dientes de dolor. Una pequeña victoria se apoderó de mí, pero de inmediato se desvaneció cuando vi que los ojos del demonio se volvieron negros. Me quedé paralizada al ver cómo su piel se iba tornando azul, con vetas blancas que le daban un aspecto feroz y letal. Grandes cuernos curvados comenzaron a brotar en su cabeza, y tuve que tragar saliva ante aquella imagen.

—Da gracias a los demonios de que no me has chamuscado el traje de Prada, hecho a medida para mí —dijo, sacudiéndose las pequeñas llamas que aún quedaban en su piel.

Alcé una ceja. No atacó, lo cual me alertó. Cuando un enemigo, y más él, que era el demonio de la ira, no hacía nada, solo podía significar problemas. Sí, eso era, él era la definición misma de problemas.

—Si fuera otra circunstancia, os haría pagar por esto, pero dado que necesito vuestra ayuda, tengo que tragarme el orgullo. Da gracias a los dioses de que no os habéis topado con mi hermano Agares; él, sin duda, os habría atacado —esbozó una sonrisa que me provocó mil escalofríos—. Siempre ha sido el mimado; no le gusta que le hagan cosas que le enfurezcan —una carcajada se apoderó de él, pero pude ver que era una risa fría, quizás triste.

—¿Por qué debemos ayudarte? —preguntó Holden, quien ya estaba frente al demonio. Vi en sus ojos el respeto hacia el antiguo rey de Astra.

—Holden, de todos los elementales que he conocido, siempre he sentido un gran respeto y devoción por ti. Pero no me gusta que me hables de ese modo. Tengo en muy alta estima al reino de Astra, y sabes por qué lo digo —dijo, alzando la cabeza con orgullo—. Mi tía se habría decepcionado al ver que me hablas de ese modo —pude ver una cierta camaradería entre ellos.

—Ahora mismo, Holden, no vengo como enemigo ni como demonio... vengo como familiar, pidiendo ayuda —dijo con decisión.

—¿Familia? —preguntó Anna, curiosa. Ambos se giraron hacia ella.

—¿No sabéis quién soy? —preguntó Jess, arqueando una ceja.

—No —masculló Yulen, serio.

—Soy el sobrino de Holden; mi tía era su esposa. En pocas palabras, Asia es mi prima... bueno, segunda prima, pero hay parentesco. Sé que la han secuestrado y también sé que mis hermanos están con ella —dijo, serio.

La Reina del Fuego-Segundo libro De La Saga: Elementos- Editado 1ª vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora