"Ella será la resurrección, ella resucitará al rey de los dragones"
Una vidente.
Una profecía.
Un amor fraternal.
Una magia oscura que se cierne sobre Cagmel.
Cinco elementos, un lobo y un euterpe.
Una aprendiz de vidente.
Y un deber que debe cumpli...
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En esos momentos, todo me parecía una especie de broma cósmica enviada por los dioses. Quizás la decisión de desterrar a Helios, o mejor dicho, de dormirlo, había incrementado el odio de los demás, y por eso nos enviaban estas amenazas. Podía sonar a locura, pero lo que no podía creer en ese instante era que me encontrara frente a una de las jefas de los shadow, una que, sin duda, había matado a los padres de Acua. Quizás por sus palabras, o tal vez por ver el miedo reflejado en los ojos azulados de ella, sabía que estábamos jodidos. Yulen apenas podía levantarse del suelo; los perros de sombra lo atacaban sin cesar. La ropa que llevaba puesta se iba destrozando poco a poco, al igual que las heridas que aparecían continuamente en su piel blanquecina, haciendo que el suelo de hormigón de ese lugar se llenara con la sangre dorada de Yulen.
Yo sujetaba el arma en mis manos, pero permanecía quieta. Si hacía el primer movimiento, estaba acabada. Mis ojos estaban fijos en esa forma incorpórea, esperando a que hiciera cualquier cosa. Pero, dado que era una de las jefas y suponía que era fuerte, ella estaría esperando lo mismo de nosotros. Holden y Attor estaban siendo acorralados por los perros de sombra; la única diferencia era que los perros simplemente les gruñían, sin acercarse, lo que hacía que ambos dragones parecieran aburridos, suspirando como si todo esto los agotara. Asia y Aston estaban pegados a la pared, y al igual que los otros, siendo acorralados. Las únicas que no lo estábamos siendo éramos Melany y yo.
—No me puedo creer lo que están viendo mis ojos. La princesa de Estron y la moira. Quizás los dioses están siendo piadosos conmigo, tal vez quieren que acabe con vosotras —dijo, sin borrar la sonrisa de su rostro.
—Sí, la verdad es que tenemos una larga lista de enemigos que nos buscan. No te preocupes, hemos acabado con todos ellos, y tú no serás la excepción —respondí con indiferencia. Melany me miró horrorizada, como si no se esperara que esas palabras salieran de mi boca. Me encogí de hombros.
—¿Los de tu especie son siempre así de bravucones? —preguntó, moviendo su cuchillo de un lado a otro.
—No todos, yo soy la excepción —continué hablando. Mis palabras no servirían de mucho, pero al menos daban la falsa sensación de que no estaba intimidada por su presencia, como si fuera solo una más en la larga lista de seres con los que ya hemos acabado.
—Siempre me han gustado los seres de Estron. Son intensos, quizás un poco tontos porque actúan sin pensar, pero son fuertes, valientes y no temen al peligro —dijo, acercándose un poco más hacia mí.
—Sí, bueno. No es que sea fan de los seres sin cuerpo, pero me agradan tus palabras —dije con una sonrisa falsa.
Ella me miró de arriba abajo, haciendo que mi sonrisa se ampliara. Melany no dejaba de lanzarme miradas como pidiéndome que parara, pero no me daba la gana. Si iba a hacerme algo, al menos me reiría a costa de ella. De repente, más perros de las sombras aparecieron por las paredes, por los suelos y por el techo. Estábamos completamente en desventaja. Los perros de las sombras eran seres magníficos y peligrosos. En muchas historias, se decía que estos perros eran invocados por magos oscuros, demonios o criaturas malignas. Podían ser espíritus malignos o manifestaciones físicas de la oscuridad. Tenían habilidades sobrenaturales como la invisibilidad, la capacidad de moverse entre las sombras o provocar miedo extremo. Algunos relatos decían que eran entidades incorpóreas que solo podían ser dañadas por armas mágicas o luz pura. Dado que no teníamos esas armas, no podíamos hacer nada. Entonces, una idea pasó por mi mente.