Capitulo Hermano

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Gregory se sintió feliz cuando supo que Debbie había postulado a la Escuela de Economía y Administración. No podía contener su emoción. La idea de ir a la misma escuela y estar en la misma clase con ella le resultaba emocionante.

Durante los primeros años no habían coincidido. Afortunadamente, los dioses escucharon su súplica y le concedieron su deseo: volvieron a ser compañeros de clase.

De repente le vino un recuerdo a la mente. A pesar de ser una de las peores estudiantes con notas terribles, para él Debbie seguía siendo la mejor. Ella podría ser mala estudiante, pero para él ella era admirable en todo lo demás sentidos. Siempre había pensado que Debbie era inalcanzable para él, y nunca había tenido la confianza suficiente para entablar una conversación con ella. No se sentía a su altura.

Incluso ahora seguía pensando exactamente igual. Con esto, decidió mantener su admiración en secreto hasta que se convirtiera en alguien lo suficientemente exitoso para decírselo. Estos eran los pensamientos que inundaban su mente mientras observaba de vez en cuando su cara dormida.

Media hora más tarde, llegaron a Villa Esastin. Los guardias detuvieron el taxi en la entrada y Gregory no supo qué hacer. No los dejaron pasar hasta que vieron a Debbie durmiendo en el asiento trasero.

Nervioso, el chico dijo, "Debbie, despierta. ¿Por dónde debemos ir?". Acercándose a ella trató de despertarla sacudiendo sus hombros. "¿Debbie?", él continuó.

Embriagada, Debbie no pudo pronunciar una sola palabra, ni escuchar nada de lo que él acababa de decir. Después de un largo rato, sin una sola respuesta de ella, Gregory le dijo al conductor del taxi que esperara. Abriendo la puerta y sacándola del taxi, la llevó en brazos y caminó hacia la villa en la que vivía. Sus ojos vagaban continuamente, ya que estaba asombrado por lo que estaba viendo.

Se hacía tarde y el cielo se iba oscureciendo. La noche complementó la extravagancia que cada villa desprendía. Estaba perfectamente claro qué tipo de personas vivían en el área, pensó, personas que eran muy diferentes de él.

Sabiendo esto, bajó la cabeza para mirar a Debbie. 'Muchas personas trabajaron muy duro durante toda su vida y no pudieron costear este tipo de villas. Sin embargo, ella vive aquí. ¿Quién es ella realmente?', se preguntó.

Incluso cuando corrían rumores sobre ella en la escuela, él, sin embargo, nunca había creído en ninguno de ellos. Rumores como que Debbie era una amante, o que era lesbiana. Él decidió no creer en ninguno de ellos. Para él, no eran más que tonterías. Nublado con estos pensamientos, no se dio cuenta de que ya habían llegado a su destino.

Cuando llegaron al porche de su villa, él intentó llevarla cerca de la puerta. Antes de que pudiera alcanzar el timbre, una limusina se detuvo haciendo señales con las intermitentes.

Inmediatamente, un hombre de aspecto distinguido, vestido con una camisa blanca, salió del auto del asiento trasero y le lanzó una mirada fría.

'¿Quién es este hombre tan arrogante?', el chico pensó, frunciendo el ceño. '¿Conoce a Debbie? ¿Cuál es su relación con ella?'. Más preguntas empezaron a aparecer en la cabeza de Gregory.

Sin siquiera mirarlo, el hombre continuó dirigiéndose hacia la villa. Gregory lo examinó de arriba abajo, tratando de adivinar quién era. Le parecía conocido, pensó, pero su rostro no le sonaba. Esa postura intimidante le dio la sensación de que era alguien con quien no debería asociarse.

Por otro lado, el hombre caminaba directamente hacia la villa. Cuando estaba a punto de entrar, Gregory gritó: "Hola, señor". Intrigado, Carlos volvió la cabeza y miró a los ojos del joven, sin pronunciar una sola palabra.

"Buenas noches, señor. Sé que esto puede sonar atrevido, pero ¿cuál es su relación con Debbie?", preguntó, reuniendo todo su coraje. Hizo la pregunta de manera muy cortés, pensando que podía ser su hermano. Poco sabía de su verdadera relación con Debbie.

Los ojos de Carlos se ensancharon cuando escuchó su nombre. Fue solo entonces cuando se dio cuenta de que la chica que llevaba en sus brazos era su esposa, Debbie.

Aturdido por el estado en que se encontraba, le preguntó, "¿Qué le ha pasado?", mientras caminaba hacia Gregory y Debbie. Cuando Carlos se acercó a ellos, el chico sintió inmediatamente el aura intimidante y arrogante que emanaba de él. Era un aura que solo los hombres mayores y maduros poseían. La forma en que caminaba parecía incluso imponente para Gregory.

'Parece preocupado por ella', pensó. 'Debo tener razón. Él debe ser el hermano de Debbie'. Carlos extendió su mano para jalarla hacia él. Gregory lo entendió, se la entregó sin rechistar y le dijo: "Una de nuestras compañeras de clase hizo una fiesta de cumpleaños. Debe haber bebido más de la cuenta". "¿Por qué beber más de la cuenta?", dijo Carlos, tirando de Debbie hacia él. Ahora que el hombre estaba cerca, Gregory lo miró y supo que era una persona acomodada.

Cuando la atrajo, un fuerte hedor llenó su nariz. Carlos hizo una mueca de disgusto por el olor de Debbie y el estado tan desagradable en el que se encontraba.

"¿Eres su compañero de clase?", preguntó de repente en un tono profundo, frunciendo el ceño.

Con educación, Gregory asintió y respondió con una sonrisa: "Sí, lo soy. Debería haberla cuidado mejor". Después de decir esto, miró alrededor y notó que la noche se hacía más oscura. "Bueno, hermano, será mejor que me vaya. Que tengas una buena noche entonces".

'¿Hermano? ¿A quién se refiere? ¿A mí?', Carlos alzó una de sus cejas. Ya sin siquiera molestarse por saber lo que Gregory quiso decir, le hizo un gesto de asentimiento y llevó a Debbie a la villa.

Tan pronto como entró, Debbie, que estaba en sus brazos, comenzó a inquietarse. Sus mejillas estaban rojo carmesí, y el aroma del alcohol le salía por los poros. Al verla en este estado, la cara de Carlos se ensombreció llena de ira. Odiaba verla así. Quería tirarla en el sofá, pero decidió llevarla en brazos hasta arriba. Hizo el esfuerzo y la llevó a su habitación.

La decoración de la habitación de Debbie era en tonos de celeste. Todos sus muebles eran de este color. Su cama redonda, tocador, armario, escritorio e incluso la sábana de su cama eran de color celeste. Lo más importante, la habitación olía a Debbie. Lentamente, la puso en su cama y tuvo la intención de dejarla descansar.

Mientras se daba la vuelta, sintió que una mano lo sujetaba. En su estado de embriaguez, la chica se acercó a él y sostuvo su mano por voluntad propia, algo que no hubiera hecho en estado de sobriedad.

"Agua. Tengo sed", murmuró ella, agitando su cuerpo en la cama sin descanso. "Dame un poco de agua... agua...", continuó.

Mirándola con indiferencia, él se soltó y abandonó la habitación. "¿Por qué bebiste si sabías que terminarías así?", dijo, saliendo de la habitación.

Cuando regresó, Debbie ya estaba en el suelo, acurrucada en la alfombra junto a la cama. Era un espectáculo lamentable.

Casi sin poder pronunciar palabra, suplicaba, "Agua... sed... agua...", repetía incansablemente. Girándose y dando vueltas, apostó a que ella ni siquiera recordaría nada de lo que estaba haciendo en ese momento. Con las cejas fruncidas, colocó el vaso de agua en la mesita de noche y caminó hacia ella. Cuando estaba a punto de levantarla y cargarla en sus brazos, pensó: '¿Cuánto habrá bebido?'.

'Como estudiante, ¿cómo había podido llegar a emborracharse tanto? Tenía razón al decidir disciplinarla después de todo', se dijo. Finalmente, la llevó a sus brazos.

Con los brazos alrededor de su cuello, ella presionó su cabeza contra su pecho, empujando su cuerpo más cerca de él. Poco a poco, su respiración se volvió irregular. No podía entender por qué su corazón latía rápido en su estado actual. Sin importarle demasiado, la puso de nuevo en la cama.

Con su cuerpo inclinado hacia ella mientras la soltaba lentamente, las manos de ella permanecían cerradas alrededor de su cuello. De repente, ella tiró de él y le hizo caer sobre la cama.

Por muy sorprendido que estuviera, su rostro se mantenía firme e indiferente. Tratando de suprimir su corazón que latía con rapidez, miró a la muchacha embriagada a su lado, cuyos ojos estaban cerrados. Sus largas pestañas, sus labios rosados, sus mejillas carmesí... todo en su bello rostro era tentador para él.

Sin embargo, conocía sus propios límites. Sorpredentemente, Debbie intentó levantarse. Esa noche no fue una chica tranquila y continuó haciendo cosas que le sorprendieron. Al tratar de sentarse perdió el equilibrio. No solo no pudo incorporarse, sino que acercó a Carlos aún más, lo suficientemente cerca para que ella sintiera su aliento.

Casualmente, sus labios se tocaron.

En ese instante, el ambiente se volvió incómodo. De repente, ya no podía oler el hedor de ella. El olor tentador emitido por su cuerpo lentamente llenó su olfato. La luz en sus ojos se atenuó y la escena en la que la había besado regresó a su cabeza.

En aquel entonces, había dudado en acostarse con ella porque no tenían ninguna relación. Ahora que ella era su esposa, era natural que pasaran la noche juntos. Con este pensamiento, él bajó la cabeza y presionó sus labios sobre los de ella. El coraje con el que tanto había intentado evitar hacer algo en ese instante se había esfumado. Solo podía pensar en lo tentadora que era la chica a su lado. Él ya no podía controlar su deseo por ella.

Se excitaba más mientras ella se retorcía y gemía con cada caricia. Su excitación iba en aumento, pero entonces de repente ella se detuvo y se quedó en silencio. Levantando la cabeza, abrió los ojos para mirar los de ella, y para su decepción, la muchacha ya estaba profundamente dormida.

Frustrado, dejó escapar un profundo suspiro. Todavía se sentía excitado y su cara estaba ardiendo. '¿Cómo pudo quedarse dormida en ese estado?', pensó. Al cabo de un rato, se quedó lívido. "Esta maldita mujer debe haberlo hecho a propósito", continuó.

Pasaron las horas y llegó el sábado. Llegó la mañana, y por suerte, no había escuela. Sabiendo esto, Debbie no dejó su cama hasta el mediodía y esperó a que sonara la alarma. Cuando sonó, lentamente se despertó y la apagó. Sintiéndose mareada, se frotó las sienes que no dejaban de latir.

De repente, su teléfono sonó también. Buscó a tientas en su bolso y finalmente al rato lo encontró. "¿Hola?", ella respondió. Sin mirar el identificador de llamadas, continuó, "¿Hola? ¿Quién es?".

Era Jeremías. "Jefa, ¿estabas todavía dormida? Ya son las 12", dijo.

Como Debbie nunca despertaba de buen humor, él comenzó a preguntarse si debía colgar.

"¿12 en punto? Oh, todavía es muy temprano", respondió ella. "Entonces, debería volver a dormir". Aún no se encontraba sobria todavia. Su voz sonaba áspera.

Jeremías se quedó sin palabras. "Jefa, es mediodía, ¿de acuerdo?", le recordó.

'¿Mediodía?'. Ella miró hacia afuera. El sol brillaba en lo alto del cielo. 'Bien. Pero, ¿qué tiene que ver esto conmigo?', pensó.

La luz radiante del sol cegó sus ojos. De repente, recordó la noche anterior. Recordando lo borracha que había estado la noche anterior, se preguntó cómo había logrado volver a casa sana y salva. "¿Cómo llegué a casa anoche?", le preguntó por el teléfono. Las distintas posibles respuestas a esa pregunta casi la despertaron de su mareo. Miró a su alrededor rápidamente para asegurarse de que estaba en su propia habitación. Cuando confirmó que lo estaba al ver que eran sus muebles los que la rodeaban, dejó escapar un suspiro de alivio.

"Gregory te llevó a casa. ¿No te acuerdas?", respondió Jeremías. "Recuerdo que dijo que se encontró con tu hermano y que te dejó con él", continuó. "Jefa, ¿desde cuándo tienes un hermano? ¿Cómo es que no sabía eso?", preguntó Jeremías en tono intrigado.

'¿Hermano? ¿Qué hermano?', pensó. "Ni siquiera yo sabía que tenía uno", continuó, perdida en las palabras que acababa de escuchar. De repente, le asaltó un pensamiento descabellado. 'Espera. ¿Podría ser Carlos?'. Su mente comenzó a reproducir imágenes de lo que podría haber sucedido. '¿Realmente podría ser él? ¿Gregory lo vió?'. Ella continuó frenéticamente.

Pensando en la enorme posibilidad, Debbie se sentó en la cama. '¿Sabía Carlos que había estado borracha? ¿Ese cabrón se aprovechó de mí?'.

En un instante, levantó las sábanas y se miró. "¡Oh, gracias a Dios!", exclamó cuando descubrió que todavía estaba vestida con la ropa del día anterior. La noche anterior era un recuerdo muy borroso.

"¿Jefa?", preguntó Jeremías. "¡Holaaaa! ¿Debbie? ¿Por qué no contestas? ¿Estás ahí?". Preocupado, miró el teléfono y vio que la llamada aún estaba conectada. '¿Cómo es que ella no respondía? ¿Podría ser que se durmiera de nuevo?'. Jeremías continuó preguntándose, sin saber lo que había pasado la noche anterior.

Nunca Nos Separaremos Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora