La mudanza

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"Hola, Philip", saludó Debbie por teléfono. "¿Qué pasa? ¿Ahora?", entrecerró los ojos y dijo, "Está bien, entiendo. Estaré allí tan pronto como pueda", y después de colgar, respiró hondo. Desde que le había entregado a Philip los papeles del divorcio, se había quedado en la residencia de estudiante. Ya no había razón para que viviera en la villa, sin embargo, hacía un momento que había recibido la llamada de Philip y le había pedido que regresara. Sin saber el propósito detrás de lo que le pidió, se preocupó un poco.

"Kristina", dijo y se giró para mirarla, "lamento que tengas que volver a la universidad sola, pero necesito volver a casa".

"¿Qué?", preguntó Kristina confundida, "¿pasó algo malo?". La preocupación se reflejaba en toda su cara. Por mucho que Debbie quería compartir la verdad, sintió que sería mejor mantenerlo en secreto, por lo tanto, negó con la cabeza y respondió: "No, no te preocupes, te veré mañana".

"Está bien entonces", dijo Kristina con un toque de incertidumbre en su voz. "¡Adiós!".

Un poco agradecida de no tener que responder más preguntas, esperó a que su amiga se subiera al taxi que acababan de detener y se marchara antes de que ella llamara a otro. Estaba en un estado bastante nervioso cuando se dirigía a Villa Esastin. '¿Carlos habrá aceptado firmar los papeles de divorcio?', pensó. Si lo hizo, se preguntaba por qué todavía tenía que regresar allí. Al llegar a su destino, pagó la tarifa y salió del taxi, luego, se quedó en el lugar mientras el taxi se alejaba, y miraba la villa iluminada con más luces de las que podía contar. Tenía los ojos llenos de preocupación

porque, por lo general, sólo había tres personas en la villa, incluida ella, la acompañaba la sirviente Julie Natt y el mayordomo Philip. Eran más de las diez de la noche, ni Julie ni Philip solían pasar la noche ahí, pero parecía que todavía había gente en casa. Sólo había una explicación para que Philip se quedara hasta tan tarde, y era que Carlos estaba en casa.

Respiró hondo, abrió la puerta de entrada con suavidad y se coló en la sala de estar, ya no tenía sentido retrasar su llegada.

La voz de Philip podía escucharse vagamente, y mientras miraba dentro de la habitación, aparecieron dos hombres.

Con un aura dominante, Carlos estaba sentado en el sofá, y no parecía estar de buen humor. Mientras permanecía oculta, consideró salir de la casa, pero no podía mover los pies y tenía los ojos fijos en Carlos.

Entrecerró los ojos mientras escuchaba el informe de Philip con respecto a su información personal y actividades recientes.

"Ella tuvo el peor promedio en la escuela secundaria", dijo Philip, observando cuidadosamente la reacción de su jefe. "Y reprobó el examen de ingreso a la universidad. De acuerdo lo que usted ordenó, he manejado su solicitud para estudiar en el Departamento de Finanzas de la Escuela de Economía y Administración de la Universidad de la Ciudad Alorith. Es actualmente una estudiante junior...".

Al darse cuenta de que Debbie estaba en la puerta, Philip la miró con simpatía. Carlos, por otro lado, ni siquiera abrió los ojos, era como si no hubiera oído abrir la puerta antes. Pensando profundamente, Carlos tocó inconsciente el reposabrazos de madera del sofá.

"¿Qué hizo en la universidad?", interrumpió el informe de Philip con su voz baja y atractiva al mismo tiempo. Debbie juntó las manos y le rogó a Philip que no la mande al frente, y esperó a que tomara una decisión. Después de haber pasado tres años sirviéndola, Philip sintió que era una buena chica, por lo que dudó en responder al hombre que tenía delante.

"¡Continua!", exigió Carlos. Su voz era tan fría y autoritaria que hizo que las otras dos personas en la sala temblaran al mismo tiempo.

El mayordomo sacudió la cabeza en señal de derrota, como si estuviera diciendo: "Niña, no puedo ayudarte esta vez, sólo Dios puede hacerlo ahora". Luego, para horror de Debbie, Philip comenzó a contar todo lo que había hecho en los últimos tres años.

Si Carlos no estuviera allí, ella le daría un sarcástico aplauso y lo elogiaría diciendo: "Definitivamente serías un espía exitoso si estuviéramos en tiempos de guerra".

"El decano de la universidad me llamó el otro día, parece que alguien le ha informado que la señora Huo había formado una pandilla, y que estuvo en varias peleas, y...", después de una breve pausa, agregó, "y que rompió el escritorio de un maestro".

Cuando Debbie escuchó que alguien se había atrevido a decirle al decano lo que había hecho, la primera persona que le vino a la mente fue su prima Olivia, y el recuerdo de sus propias acciones la hizo estallar en un sudor frío. Mientras se mordía el labio inferior, comenzó a justificarse y pensó: 'Sí, rompí el escritorio del maestro, pero no fue mi culpa'.

'¡Un momento!', cruzó los brazos al darse cuenta de algo. '¿Qué está haciendo Carlos?', pensó muy furiosa. '¡Es mi esposo! ¿Por qué de repente actúa como si fuera mi padre? ¡No debo tenerle miedo!'.

Pero antes de que pudiera hablar, la voz autoritaria de Carlos hizo eco en la sala de estar. "¡Suficiente! Prepara un cuarto para mí", le ordenó a Philip. Finalmente, abrió los ojos y miró directamente a la figura que estaba en la entrada.

'¿Piensa el Sr. Hilton venirse a vivir aquí?', Philip se preguntó a sí mismo. 'Pero aunque quisiera vivir aquí, ¿no debería quedarse en la misma habitación que la señora Hilton?'.

A pesar de sus ardientes preguntas, no se atrevió a preguntarle nada a Carlos. "Sí, señor Hilton", dijo rápidamente, y se dirigió al segundo piso para poder limpiar la habitación más grande para su jefe.

Cuando Debbie notó la mirada fría de Carlos, su corazón dio un vuelco. Como si fuera una niña pequeña, agarró su camisa con fuerza y bajó la cabeza para evitar mirarlo a los ojos.

'Esto es realmente extraño', pensó. 'No le tenía miedo antes, pero, ¿por qué de repente se volvió tan aterrador?'. Contrariamente a lo que creía, Carlos era un hombre de negocios sofisticado que había tratado con muchas personas en el pasado, por tal motivo, estaba acostumbrado a intimidar a la gente y, a veces, ni siquiera necesitaba pronunciar una sola palabra, así que no era de extrañar que la joven le tuviera miedo.

"¡Ven!". Atrapada en un estado de trance, obedeció su orden de inmediato y sin dudarlo, pero se detuvo a tres metros de él.

'¿Qué tengo que hacer? ¿Estará enojado conmigo después de saber lo que he hecho? ¿Firmará los papeles de divorcio ahora? ¿O les pedirá a sus hombres que me entierren? ¿Debo huir ahora? No quiero morir', todos esos pensamientos inundaron su mente.

Lanzando una mirada de indiferencia a la chica cuyo rostro era tan pálido como un cadáver, Carlos logró parecer inexpresivo a pesar de su diversión.

'Pensé que no tenías miedo de nada. Me has provocado tantas veces, incluso cantaste una canción para maldecirme. ¿Por qué no te atreves a levantar la cabeza ahora?', pensó.

"Me mudaré a partir de hoy, y te prohíbo que vivas en la residencia de estudiantes, debes volver aquí", dijo Carlos con frialdad. Sus siguientes palabras la hicieron abrir de par en par los ojos. "Te llevaré a la universidad cada mañana".

Era como si le hubiesen arrojado un balde de agua helada a Debbie.

'¡No tendré ninguna libertad en el futuro! ¡Tengo que hacer algo al respecto!', pensó desafiante, y levantó la cabeza mientras se preparaba para exponer sus argumentos.

Antes de que pudiera hablar, Carlos abrió la boca: "¿No estás de acuerdo?", la furia en sus ojos hizo que se volviera más severo, y su voz tan fría como el hielo.

'Puedo dejar de lado sus hechos pasados', pensó, 'porque no sabía que era mi esposa en ese entonces', pensó el hombre y contrajo la mitad de la boca. 'Pero ahora es un caso diferente, y no la dejaré vivir así nunca más. ¿Malas notas? No hay problema, le enseñaré yo mismo. ¿Actúa como una muchachona? De acuerdo, ¡le enseñaré a ser una dama!', se juró a sí mismo.

Mientras tanto, Debbie no pudo evitar temblar al ver sus ojos fríos.

'¡Oh Dios! Puedo verlo ahora, es Carlos Hilton, el rico y poderoso señor presidente. ¡Matar a una persona como yo sería tan fácil como matar a una hormiga!', pensó, y le brillaban los ojos de miedo.

Él estaba esperando que respondiera. '¡Cálmate, Debbie Nelson! No puedes permitirte ofenderlo', se consoló.

Sacudió la cabeza y no dijo una palabra, y a pesar de que no estaba de acuerdo con su decisión, no tuvo el coraje de decirlo. En cuanto al divorcio, tampoco se atrevió a mencionarlo, y a pesar de que no lo explicó, sus peticiones actuales ya lo dejaron en claro.

Sin duda alguna, Debbie sabía que no tenía intención de divorciarse de ella.

Mirando al hombre que tenía delante, se estremeció de nuevo. 'Recién comienza el otoño, me pregunto ¿por qué me siento tan fría? ¡Me estoy congelando!

Quería divorciarme de él por mi libertad, quiero perseguir mi felicidad, ¿pero cómo lo voy a lograr estando atrapada en este matrimonio? Parece que he hecho un movimiento estúpido, levanté una roca solo para dejarla caer sobre mis propios pies. Pensé que me odiaba, siempre lo noté molesto cada vez que nos encontrábamos, entonces, ¿por qué? ¿Por qué no quiere divorciarse de mí? ¿Por qué?', gritó en su mente.

Al notar que Debbie no iba a decir nada, Carlos se levantó del sofá y subió las escaleras. Tan pronto como entró en su dormitorio, ella dejó escapar un largo suspiro de alivio y se limpió el sudor frío de la frente.

Cuando al fin recuperó el control de sus emociones, pensó y trató de entender sus exigencias. '¿Me llevará a la universidad todos los días?', pensó frunciendo el ceño. '¿Qué demonios? ¿Qué debería hacer ahora?'. Se tiró en el sofá y trató de encontrar una manera de lidiar con la situación actual.

Después de acostarse correctamente, sacó su teléfono del bolsillo y buscó información sobre su esposo, pero cuando escribió 'Carlos Hilton' en la barra de búsqueda, no surgió ninguna información relacionada.

En una sociedad con una red de información tan avanzada, ¿cómo mantuvo Carlos su información en secreto frente al público? Fue un misterio que la molestó todavía más, porque como decía el dicho, "Conoce a tu enemigo tanto como a ti mismo". Quería aprender más sobre su esposo, pero con su búsqueda en Internet, la cual terminó en vano, se quedó estancada.

¿Debería hablar con él? Pero tan pronto como el pensamiento apareció en su mente, rápidamente lo desestimó, ya que él no sabía cómo escucharla, por lo tanto, sería simplemente otro intento inútil. Así que suspiró y continuó reflexionando.

Nunca Nos Separaremos Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora