Olivia se enfureció aún más. De repente, sintió un líquido caliente fluir de su nariz, así que extendió la mano solo para descubrir que se trataba de sangre. "¡Te mataré, perra!", exclamó rabiosamente.
De inmediato, corrió para abalanzarse sobre Debbie, pero sus amigos la apartaron antes de que pudiera tocarla.
"Cálmate, Olivia. No lo hagas. No somos rival para ellos".
"Tiene razón. Acabas de operarte la nariz el mes pasado. ¿Qué pasaría si te golpearan ahí?".
Olivia ansiaba vengarse de Debbie, pero apenas escuchó las palabras de sus amigos, se quedó inmóvil mientras palidecía.
Debbie se dio cuenta de ninguno de ellos pensaba pelear, así que lanzó una risa burlona y se fue con Karen.
Olivia pisoteó con furia mientras las veía alejarse.
Acababa de sufrir una humillación tan grande que no perdonaría fácilmente a Debbie.
Su mirada se volvió colérica. De inmediato, sacó su celular y llamó a su nuevo novio, Terence Perez, el hijo del decano.
Olivia empezó a llorar desesperadamente apenas él respondió.
Por un momento, el hombre se quedó atónito cuando escuchó sus sollozos. "¡Oye, bebé! ¿Qué pasó?", preguntó consolándola. "¿Quién te hizo llorar?".
"Debbie", respondió ella entre llantos.
"Está bien, no llores. Tus lágrimas rompen mi corazón. No te preocupes. No importa lo que pase, te ayudaré a desahogar tu ira", dijo Terence, tranquilizándola pacientemente.
Olivia se alegró al darse cuenta de que él había mordido el anzuelo. Sin embargo, fingió mostrarse reservada. "¿Puedes intentar darle un demérito en su registro?", preguntó.
No podía evitar enfurecerse cada vez pensaba en la actitud arrogante de Debbie.
A sus ojos, ella era una sinvergüenza que no tenía derecho a presumir nada.
Terence se rio entre dientes. "Bueno, sí puedo hacerlo. Pero... ¿qué pasa con mi propuesta anterior? ¿Puedes aceptar?".
Sabiendo lo que quería decir, Olivia se sintió tan disgustada que estuvo a punto de vomitar.
Si no fuera por la influencia de la familia Perez, nunca se habría fijado en el fenómeno de Terence, y mucho menos estaría con él.
"¿Estás de acuerdo?", insistió Terence al no obtener una respuesta.
Olivia apretó los dientes pensando en Debbie. "Está bien", contestó a regañadientes.
Mientras tanto, la otra se encontraba de muy buen humor, ya que se había deshecho de Olivia. Ella y Karen conversaron entre risas durante el camino de regreso a la residencia de los estudiantes.
Acababan de llegar al edificio cuando, de repente, sonó el celular de Debbie.
Era un número desconocido, pero aun así ella contestó. "¡Hola!", saludó cortésmente. "¿Puedo saber quién habla?".
"¡Hola! ¿Es usted la señorita Debbie Nelson? Mi nombre es Paul Harper, el asistente del decano".
"¡Oh, sí, señor Harper! ¿Qué puedo hacer por usted?", respondió Debbie respondió mientras le guiñaba un ojo a Karen para indicarle que se callara.
"Bueno, en realidad, llamo para comunicarle que recibimos un informe acerca del problema que causó en un bar. ¿Acaso no sabe que es una violación a las reglas y las regulaciones de esta escuela? La junta escolar lo discutió y llegamos a una decisión. Lamento informarle que le daremos un demérito a su registro".
"¿Demérito? Pero, señor Harper, debe habe
r algún malentendido".
Cuando escuchó las palabras de Debbie, Karen adquirió una mirada seria y se inclinó más hacia su amiga para intentar escuchar la conversación.
"No, señorita Nelson, este es un problema serio. La escuela no sacaría conclusiones precipitadas sobre este asunto. Lo hicimos verificar y confirmamos que es cierto. ¿Tiene alguna objeción?".
"Bueno, en vista de que ya lo ha confirmado, ¿de qué serviría presentar una objeción?", contestó Debbie, malhumorada.
Obviamente era una víctima de acoso. ¿Cómo así se convirtió en una alborotadora?
"Tenga cuidado con su actitud, señorita Nelson. Como no desea presentar ninguna objeción, emitiremos el aviso de acción disciplinaria en unos días. Eso es todo", anunció Paul y colgó el teléfono.
Debbie estaba furiosa, pero antes de que pudiera decir algo, su celular volvió a sonar. Era otro número desconocido.
"Dime, Debbie, ¿cómo se siente recibir un demérito? ¿Estás molesta?", preguntó una voz llena de sarcasmo apenas ella contestó.
Era un tono rasposo y masculino que sonaba desagradable y obsceno en sus oídos. ¿Quién más podría ser? Era Terence, el hijo del decano que siempre la molestaba.
Ahora Debbie entendía por qué había obtenido un demérito en su registro sin motivo alguno. "Así que fuiste tú quien lo hizo", murmuró con una mueca.
"Eres muy inteligente, pero no puedes culparme. Golpeaste a mi novia, ¿verdad?", replicó este orgullosamente.
Debbie recordó la disputa con Olivia hacía un momento y finalmente entendió lo que estaba pasando. "Muy bien. Ustedes dos son la pareja perfecta".
Terence era tan idiota que no percibió el verdadero significado de sus palabras. "¿Cómo te sientes ahora?", volvió a insistir con una voz complaciente. "¿Te arrepientes? Pero tengo una oferta para ti. Si aceptas acostarte conmigo, puedo ayudarte a lidiar con ese asunto".
Debbie lanzó una pequeña risa. "No, gracias", respondió. "No quiero ensuciarme".
"Tú...".
Terence estaba tan enojado que quiso insultarla, pero antes de que pudiera empezar a hablar, ella colgó la llamada.
Luego, bloqueó su número.
Karen no podía seguir conteniendo su ansiedad. "¿Qué pasó?", preguntó apenas su amiga colgó. "¿Por qué obtuviste un demérito?".
"El asistente del decano dijo que armé un escándalo en el bar. Debe estar refiriéndose a lo que sucedió en mi fiesta de cumpleaños", respondió Debbie, encogiéndose de hombros.
Sin embargo, tenía una expresión bastante tranquila.
"No, no puedo soportarlo. Alguien está conspirando a tus espaldas. Debe ser esa perra de Olivia", espetó Karen, tan molesta que su saliva casi salpicó el rostro de Debbie.
Ella le dio unas suaves palmaditas en la espalda. "No importa, de verdad".
"Vamos al decano y aclaremos las cosas", insistió Karen.
De inmediato, arrastró a su amiga hacia la oficina del decano, a pesar de su negativa.
Cualquiera que no supiera la verdad pensaría que ella era la agraviada.
Cuando llegaron a su destino, Karen tocó la puerta por un largo rato, pero nadie respondió.
"El decano no está. Volvamos otro día", sugirió Debbie. Luego, se dio la vuelta y bajó las escaleras.
Realmente no le importaba. Incluso le parecía conveniente que el decano no estuviera en su oficina.
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