Conduciendo hacia la Universidad

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'¡He sido tan estúpida! Debí haberle preguntado a Philip más acerca Carlos antes. Si lo hubiera hecho, no hubiese tenido el atrevimiento de cruzarme con él. ¡Ay! Ahora es demasiado tarde. ¿Qué más puedo hacer?', pensó Debbie, golpeándose a sí misma por su ignorancia.

Ahora que veía las cosas desde otra perspectiva, realmente se arrepentía de haber cantado la canción esa noche para ofenderlo.

'Debbie Nelson, ¿por qué tenías que provocarlo una y otra vez?

¡Levantaste una piedra solo para dejarla caer sobre tus propios pies!', se regañó a sí misma. Dándose con resentimiento una palmada en la frente, se puso de pie. Mañana por la mañana iba a ser difícil para ella. Cuando subió al segundo piso, dirigió una mirada fugaz a la puerta cerrada de la habitación de Carlos. Tan pronto como estuvo segura de que no se iba a abrir de golpe en ningún momento, entró en su propia habitación y cerró la puerta lo más suavemente posible.

Durante toda la noche dio vueltas en su cama. Sus preocupaciones no la dejaron en paz ni un minuto.

A la mañana siguiente, se levantó media hora antes de lo habitual. Después de prepararse, bajó las escaleras con unas marcadas ojeras. Lo único que quería era salir de la casa sin que Carlos lo advirtiera.

La noche anterior había tomado una decisión. Como no podía divorciarse de él inmediatamente, necesitaba mantenerse alejada de él tanto como fuera posible. Era la única solución hasta que pudiera hacer que el hombre firmara los papeles del divorcio. Si tenía que enfrentarlo, decidió que no volvería a irritarlo. Después de todo, la seguridad era ahora su mayor prioridad.

Sin embargo, cuando llegó al primer piso vio al mismo hombre que pretendió evitar en el comedor. Sin siquiera mirarla, Carlos tomó su desayuno. Fue un poco extraño verlo con una camisa negra en lugar de su habitual atuendo de negocios.

"Debbie, ven a comer", dijo Julie con voz animada, mientras entraba a la cocina. Antes de que la sirvienta pudiera reaparecer con el desayuno de Debbie, la joven ya estaba corriendo hacia la puerta de entrada.

"No lo necesito, Julie", gritó precipitadamente. "¡Llevo prisa!". '¿Cuándo se levantó este hombre? Ni siquiera lo escuché hacer ruido', pensó para sí misma.

"¡Espera!", se escuchó una voz fría justo detrás de ella. Casi en automático Debbie dejó de cambiarse los zapatos. Se le cortó el aliento cuando lo escuchó.

"Ummm...", tartamudeó, dándose la vuelta.

Hasta ese momento, a Debbie no se le había ocurrido nada. '¿Cómo debería llamarlo? ¿Jefe?', pensó. 'Suena como si fuera su empleada. ¿Cariño? ¡Eso sería asqueroso!'. Arrugó la nariz con repugnancia. "Señor", dijo con formalidad, intentando disculparse, "tengo algo urgente que terminar. Así que me iré ahora".

'Bueno, en realidad puedo llamarlo tío. Es tan estricto conmigo que me recuerda a mi padre. Pero...', pensó Debbie, todavía atrapada en sus propias reflexiones, 'seguramente si lo llamo tío, se va a enojar'.

La joven se abstuvo de expresar lo que pensaba, porque si lo hacía, echaría por tierra el plan de no irritar a su marido.

Pero, al escuchar a Debbie llamarlo "Señor", Carlos no pudo evitar fruncir el ceño y quedarse callado. Luego, dignamente, se limpió los labios con una servilleta y le dijo: "Te llevaré a la universidad después de que desayunes".

Luego abrió su computadora portátil, volcando su atención en su trabajo. Una vez más, había levantado un muro.

Aunque Debbie quería rechazarlo, se decidió por abstenerse. Imaginaba cómo reaccionaría si ella insistiera en ir sola a la universidad. No quería morir congelada por su fría mirada. Tampoco quería ser arrojada al mar ni enterrada viva. Bueno, no otra vez.

De manera lenta y cautelosa, Debbie se acercó a la costosa mesa de caoba del comedor y se sentó tan lejos de él como pudo.

No había ninguna duda sobre lo buena que era Julie cocinando. Pero Debbie no tenía nada de apetito. La presencia de su marido le impedía disfrutar del alimento. Mientras se llevaba la comida a la boca, seguía lanzando miradas a Carlos de vez en cuando. Era como si no se estuviera anticipando al menor sonido que provocaba para molestarlo. Para cuando terminó su desayuno, tenía la frente empapada en sudor.

La chica miró fijamente sus manos bajo la mesa. Un dolor de estómago esta mañana parecía inevitable.

Cuando Carlos se dio cuenta de que ella había terminado, se levantó, tomó su maletín del sofá y se dirigió hacia la entrada.

Suspirando con profunda resignación, Debbie tomó su mochila y lo siguió.

Cuando salió de la casa, había un coche negro estacionado justo frente a ella. Algo en el vehículo parecía ser muy llamativo, pero ella no podía decir exactamente qué. A través de la ventanilla del auto, vio que Carlos ya estaba sentado en el asiento trasero. Refunfuñando, no se acercó al auto de inmediato. '¿Dónde debía sentarse? ¿Junto a él en el asiento trasero?'.

La mera posibilidad de estar cerca de él le provocó escalofríos. 'No', pensó oponiéndose, '¡No quiero morir de miedo! Hum... Pero tal vez pueda sentarme en el asiento del copiloto'. Estaba demasiado concentrada en mantenerse alejada de Carlos para darse cuenta de que el hombre estaba perdiendo la paciencia.

"No tengo tiempo para esperarte", dijo desde el interior del auto. La aspereza en su voz hizo que Debbie volviera en sí. Precipitándose hacia el coche, abrió la puerta del asiento del copiloto. Sin embargo, para su decepción, ya estaba ocupado por las pertenencias de Carlos.

Al no tener otra opción, solo podía cerrar la puerta y sentarse detrás, con él. Como Carlos estaba sentado en la izquierda, ella tomó el lado derecho.

Ninguno de los dos pronunció palabra alguna mientras el auto avanzaba lentamente. Dirigiendo una mirada a Debbie desde el espejo retrovisor, Philip notó que la chica se apoyaba en la puerta del auto, evitando a Carlos como si fuera la plaga.

Suspirando, pensó, 'Debbie solía ser una chica alegre y animada. Ahora que está frente al Sr. Hilton, se ve tan cautelosa y reservada. Debe tenerle miedo'.

Veinte minutos más tarde, un lujoso automóvil negro se detuvo en la entrada de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de la Ciudad Alorith.

Ver autos lujosos en la universidad no era nada fuera de lo común ya que muchos de los estudiantes provenían de familias acaudaladas.

De hecho, muchos estudiantes a menudo se deleitaban mostrando su alto estatus. Pero el coche en cuestión llamó la atención de varias personas.

El vehículo que estaba estacionado en la entrada de la universidad valía al menos varias decenas de millones de dólares. ¿Quién podía poseer un auto tan extravagante?

"Gracias Señor. ¡Adiós!", dijo Debbie con prisa. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, abrió la puerta y corrió tan rápido como pudo. Era una escena tan cómico, como si estuviera siendo perseguida por un animal feroz.

En el momento en que la joven salió del auto, los estudiantes en todas partes comenzaron a cuchichear. Su curiosidad estaba saciada con su aparición, pero ahora tenían más preguntas.

"Ella normalmente maneja un BMW. ¿Y ahora, tiene un carro nuevo? ¡Este auto es mucho más caro que su BMW!".

De repente, las personas comenzaron a compartir sus teorías. Aunque en la universidad había muchas chicas guapas que eran amantes de hombres ricos, pero esa teoría los habría dejado satisfechos, porque no tenía sentido al tratarse de Debbie. Era difícil creer que ella sería algún día la amante de alguien.

Ella ciertamente tenía un lindo rostro, ¡pero la joven no se comportaba como una señorita para nada! Nadie podía creer que hubiera un hombre rico a quien le gustaría tener a una muchachona como amante.

"¡Jefa!", exclamó Jeremías mientras se frotaba los ojos. "¿Estoy soñando?". Al parecer, él estaba entre los estudiantes que vieron a Debbie salir del auto negro. Al principio, su interés era bastante inocente. Simplemente pensó que era un coche muy bonito.

Lo único que sabía era que Debbie provenía de una familia rica y que el vehículo que llevaba habitualmente a la escuela era un BMW que de por sí costaba millones de dólares. Así que la pregunta de Jeremías no era si la familia de Debbie podía permitírselo. Tenía más bien curiosidad por el tipo de hombre que gastaría tanto dinero en un automóvil.

Se preguntó quién podía ser el padre de Debbie, ya que no había oído hablar de un hombre rico apellidado Nelson. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que Debbie había hablado pocas veces acerca su padre. Ahora más que nunca quería conocer al hombre que gustaba de los autos extravagantes. El coche modelo Emperor había sido el último producto del Grupo Hilton con un valor de decenas de millones de dólares.

'¡Espera!', Jaremías pensó de pronto. 'Según recuerdo, solo hay dos autos Emperor en la ciudad Alorith Y uno de ellos pertenece al... señor Hilton, no... ¿Debbie y el Sr. Hilton?'.

Jeremías ni siquiera se dio cuenta de que estaba lanzando una mirada de duda a su amiga que llevaba pantalones blancos y un abrigo gris hoy. Al examinarla de forma descarada, concluyó que no parecía que se hubiera acostado con Carlos la noche anterior. Su sospecha era tan obvia para Debbie que ni siquiera necesitaba poder leer la mente.

¡Paff! Cuando se detuvo junto su amigo, quien estaba con pensamientos inapropiados sobre ella en ese momento, le dio una palmada fuerte en la espalda. El hombre gritó de dolor y se sobó la espalda.

La mirada de desaprobación en su rostro fue suficiente para hacer que dejara de verse tan tonto por su propio bien. Mirándole con el ceño fruncido, Debbie puso los ojos en blanco con incredulidad. ¿Cómo podía Jeremías siquiera pensar que ella era amante de alguien? ¿Por qué demonios iba a dormir con alguien por dinero?

'Bueno', pensó Debbie para sí, 'si el acostarme con el Sr. Hilton significa que él sería más amable conmigo, podría considerarlo'.

Su prioridad ahora era evitar molestar a su marido, el aterrador y distante Sr. Hilton, así que no se detuvo a considerar que venir un auto diferente podría atraer atención no deseada. Apretando los dientes, rápidamente pensó en un posible encubrimiento.

"No te lo tomes a mal", comenzó a decirle. "El vehículo es de mi familia. ¿No sabes que vengo de una familia rica y poderosa?". Al final de su explicación, trató de sonar tan orgullosa como pudo, lo que inmediatamente convenció a Jeremías.

Dejando del lado sus pensamientos imprudentes, Jeremías se dirigió al aula con ella. De vez en cuando, ella lo pillaba dirigiéndole una mirada de disculpa. '¿Qué estaba pensando? ¡Cómo pude pensar que la jefa sea la amante de alguien!'. Jeremías se regañó para sus adentros.

Independientemente de si Debbie lo convenció o no, la historia de ella llegando en un coche Emperor a la universidad se extendió como un fuego en todo el campus.

Aunque sin querer, no pudo evitar llamar la atención de la gente, por lo que ahora se volvió aún más famosa.

En el salón, Debbie estaba apoyada en su escritorio y reflexionando sobre Carlos y su matrimonio. Por un rato, casi se olvidó de eso. Y cuando lo recordó, se aseguró de que no afectara su vida normal.

Con las nuevas complicaciones que enfrentaba, ahora sería más difícil que antes.

Asegurándose de que nadie la estuviera mirando, se permitió hervir de rabia en secreto. Su ira no estaba dirigida a nadie más, sino a ella misma. 'Pensé que era lo suficientemente valiente', se dijo. '¡Pero cuando estuve frente a él, me acobardé y no supe qué decir! Ni siquiera me atreví a mencionar lo del divorcio. ¡Fui una gallina!'.

Frustrada, Debbie hundió la cabeza bajo sus brazos. Si Carlos no aceptaba divorciarse de ella, ¿iba a vivir estresada por el resto de su vida?

'Seduje a Jeremías y coquetée con Emmett frente a Carlos a propósito. Todos saben que odia a ese tipo de mujer, ¡entonces debería haberse enfurecido!

Debió haber firmado los papeles del divorcio anoche. Pero ¿por qué no lo hizo? ¡Oh Dios! Simplemente no puedo entender a ese hombre'.

Mientras Debbie estaba embebida en su dilema, la voz de Karen retumbó en sus oídos y la trajo de vuelta a la tierra. "Hola chicos", dijo la animada dama, "mañana es el cumpleaños de Kristina. Vamos a tener una fiesta en un bar por la noche. Si van a venir, diríjanse con Dixon para anotar su nombre".

Nunca Nos Separaremos Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora