Capítulo XII: Paula.

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Victoria volvió a temblar, pero en esta ocasión al sentir cómo un creciente pánico se apoderaba de ella. Constancio la soltó y se dedicó a guardar en su maletín los documentos de divorcio.

—¿Qué pasa con mi hija? —inquirió preocupada—. ¿Está bien?

Él cerró su maletín e inhaló aire profundamente antes de mirarla.

—Te prometí que nunca te volvería a mentir y pienso cumplirlo –aseguró mientras sujetaba con fuerza el asa del maletín—, pero no aquí. Por favor ven conmigo.

Victoria asintió y aceptó la mano libre que Constancio le ofrecía. Juntos caminaron con prisa tomados de la mano por entre las mesas de los otros comensales hasta llegar a la salida del restaurante. Una vez afuera se soltaron y Constancio no perdió tiempo, de inmediato le pidió su automóvil al valet parking.

—Dime qué sucede Constancio —pidió Victoria en cuanto estuvieron a solas—. ¿A dónde vamos?

Él la miró un segundo con duda.

—Confía en mí, por favor...

Victoria apretó los puños de las manos y negó con la cabeza.

—No, Constancio. Esto no se trata de confianza —aclaró—. Se trata de mi propia hija y quiero saber qué sucede ¡Por favor! —espetó con determinación—. Estoy harta de que la gente siempre me oculte qué sucede, que me dejen en un segundo plano, como si yo no existiera o no pudiera comprender las cosas ¡Estoy harta! —vociferó—. Toda mi vida me han dicho cómo actuar, cómo debo manejar mi vida, pero ya no más ¡Ya no más, Constancio!

Él se quedó sin habla mientras la miraba con completa sorpresa y no precisamente por su arrebato de furia sino por el hecho de que, por un momento, por un maravilloso momento, le pareció que retrocedía el tiempo y volvía a estar ante la antigua Victoria. Su Victoria. Aquella hermosa y testaruda jovencita de la que se había enamorado hacía tanto tiempo... Un tiempo que ahora solo existía en su memoria, se recordó. Suspiró y meneó la cabeza como si quisiera alejar los recuerdos de su mente.

—Está bien —asintió saliendo de su estupor—, pero debes saber que mi intención no es para nada controlarte de ninguna manera u ocultarte las cosas, Victoria —aclaró—. Es solamente que no creí que yo fuera la persona adecuada para... para decirte esto —carraspeó—, pero tienes razón: Paula es tu hija y mereces saber qué es lo que sucede.

Ella lo miró con temor.

—Me estás asustando, Constancio.

Él negó con la cabeza.

—Lo que sucede es que Paula está embarazada.

La expresión de sorpresa en el bello rostro de Victoria no pudo ser más maravillosa, pensó Constancio con ternura y, sin poder evitarlo, esbozó una suave sonrisa... Fue de esa manera en que también se percató de que eso de sonreír se le estaba haciendo un hábito.

—¿Qué? —jadeó Victoria evidentemente sorprendida y sin poder creerlo—. Debes estar bromeando... —espetó con cautela, como si esperase que en cualquier momento Constancio se echara a reír para luego decirle que todo se trataba de una mera broma—. ¿O no? —inquirió al ver la mirada seria de él.

Constancio negó con la cabeza.

—Estoy hablando totalmente en serio Victoria.

Ella jadeó.

—Dios mío... —susurró y de pronto su bello rostro se iluminó con una radiante sonrisa—. ¡Voy a ser abuela!

Completamente emocionada y sin ponerse a pensar en sus actos, Victoria se lanzó a los brazos de Constancio mientras reía llena de felicidad. Él dudó un segundo, pero terminó correspondiendo el abrazo y la sujetó fuertemente contra sí... Sin que ninguno de los dos se percatara de que estaban siendo observados a la distancia.

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