Capítulo XV: Culpas.

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Mariana se sentía harta, aburrida, y nada deseaba más que su jornada escolar llegase a su fin para poder irse a casa. Lamentablemente, aún tenía tres clases más por delante. Fastidiada, Mariana miró su reloj de pulsera y suspiró al ver que aún faltaban más de diez minutos para que la clase de Biología concluyera. Tamborileó los dedos sobre su butaca y esperó... esperó... y esperó. Sintiéndose aún más fastidiada, se puso de pie y salió del aula con la excusa de ir al sanitario.

Se dedicó a dar un breve paseo por los jardines del colegio y aprovechó para revisar su celular, el cual tenía un mensaje de Santiago donde le informaba que Paula estaba bien. Si bien Mariana no llevaba una buena relación con su hermana mayor, secretamente le alegraba que no le hubiera sucedido nada malo en aquel accidente.

En ese momento sonó estrepitosamente el timbre que anunciaba que la clase había concluido y que estaba por dar inicio una más. A Mariana ni siquiera le importó. Le daba igual, así que tomó asiento en una butaca que había en los jardines y se dispuso a revisar sus redes sociales con toda parsimonia hasta que recibió un mensaje de texto de Elisa.

«¿Dónde estás?»

Mariana suspiró y ni siquiera se molestó en textear una respuesta. Se puso de pie y se dispuso a volver a su salón para tomar su aburridísima clase de Historia Nacional.

Al llegar a su salón, Mariana se sorprendió bastante al ver a algunos de sus compañeros afuera del aula charlando y a otros dentro de la misma riendo a carcajadas entre ellos. La ausencia de la profesora era más que notoria. Mariana de inmediato se acercó a Elisa.

—¿Dónde te habías metido? —le preguntó Elisa al verla.

Mariana tomó asiento en su butaca.

—Fui al baño —respondió secamente.

Elisa sonrió con suavidad.

—Te perdiste la noticia que vino a dar la Señorita Lorena —le dijo en tono confidente.

Mariana miró a su amiga como si no le importara.

—¿Qué noticia?

Elisa sonrió con mayor ahínco.

—Al parecer la profesora Katya tuvo que renunciar —informó—. Y mañana llega su reemplazo.

Mariana suspiró pesadamente.

—Como si me importara —espetó secamente.

Elisa rio.

—Puede ser un profesor joven y guapo...

Mariana rodó los ojos.

—O uno viejo y feo —replicó—. Además ¿Qué nos asegura que no nos traerán a una nueva profesora igual de pesada que la anterior?

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—¿Cómo te sientes, hija?

Paula esbozó el fantasma de una sonrisa al ver a su madre ingresar a su habitación del hospital.

—Igual, ma —respondió.

Victoria se acercó a la camilla y depositó un tierno beso sobre la frente de su hija. Hacía apenas un rato que había vuelto al hospital luego de haberse ido a casa a descansar un poco, ducharse y comer algo.

—Verás que pronto te vas a recuperar —auguró Victoria—. Los médicos dicen que no tienen duda de eso.

Paula suspiró pesadamente.

—Ya quiero que me dejen volver a casa.

Victoria tomó asiento en una butaca al lado de la camilla y sujetó la mano de su hija entre las suyas.

Duelo de PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora