Capítulo IX: Pérdidas.

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Victoria cerró los ojos y negó con vehemencia, meneando la cabeza, mientras se dirigía hacia el sofá puesto que sentía las piernas temblorosas y temía que no la sostuvieran de pie por más tiempo.

-Estás mintiendo -aseguró con la voz rota, tomando asiento.

Él la miró con pesar.

-¿Para qué iba a mentirte, Victoria? -preguntó con suavidad.

Victoria jadeó mientras lágrimas calientes corrían por sus mejillas. Qué extraño era el destino, -pensó-, y qué manera tan retorcida de entrelazar las vidas de las personas. Si Enrique y Luciana nunca se hubieran conocido, tal vez, solo tal vez, en ese momento ella y Constancio serían felices juntos... ¿Por qué la fatalidad de otras personas había regido sobre sus propias vidas? Hasta ese día, Victoria nunca se había imaginado siquiera que la mayor parte de su vida había sido un pobre títere al que terceras personas manejaban a su antojo y a beneficio propio. Siempre había creído que tenía su vida bajo control, que era ella la que manejaba su vida como mejor le parecía, pero ahora veía que no era así. Siempre habían sido otros los que habían marcado las pautas a seguir y ella ingenuamente había seguido el sendero señalado sin siquiera percatarse de ello ¿Por qué nunca se había dado cuenta a tiempo?

"Si tan sólo solo no me hubiese dejado cegar por el dolor y la desesperación hacía veinticinco años... -pensó con tormento-. Jamás me hubiera casado con Enrique y ahora nada de esto estaría pasando..."

Enrique, el hombre que había sido su marido durante casi veinticinco años, el padre de sus hijos y el hombre al que estúpidamente le había creído sus promesas de amor... ¿Cómo había podido ser capaz de ser un miserable y comprarla como quien compra un pedazo de pan? ¿Por qué lo había hecho? ¿Qué había ganado con ello? Estaba claro que Memé se había beneficiado bastante, económicamente hablando, pero ¿Enrique? ¿Qué había obtenido él?

-Era esto lo que quería decirte desde hace semanas -habló Constancio rompiendo el silencio, conteniendo las ganas de correr a abrazarla y limpiarle las lágrimas. Nunca había soportado verla llorar-. Aunque si te soy sincero, llegué a pensar que ya lo sabías -carraspeó-. pensé que quizá Mendoza te habría dicho lo de Alejandro.

Victoria se enjugó una mejilla.

-No, no lo sabía -respondió amargamente-. Enrique nunca me dijo nada sobre un hijo con otra mujer... Nunca me habló de Luciana.

Constancio inhaló aire profundamente, le creía a Victoria. Aunque,en el fondo, no le sorprendía mucho que Enrique no le hubiera dicho nada de supasado...

-Lamento mucho tener que haber sido precisamente yo el que te dijera todo esto -se disculpó con sinceridad-. Pero como la madre de Paula que eres, necesitaba hablar contigo del tema porque temía que entre Paula y Alejandro ocurriera algo de lo que después todos pudiéramos lamentar... -suspiró-. Por eso comencé a buscarte, a buscar la forma de que habláramos, pero tú siempre te negaste a escucharme siquiera.

Victoria se llevó las manos al rostro, en un claro gesto de exasperación.

-¿Qué vamos a hacer con nuestros hijos, Constancio? -gimió angustiada, obligándose a dejar sus propios problemas de lado para enfocarse en el bienestar de su hija mayor.

Constancio carraspeó.

-Como nunca pude hablar contigo, tuve que decirle a Alejandro que Paula es su hermana.

Victoria se descubrió el rostro y miró escéptica a Constancio.

-¿Tú hijo sabe que Enrique es su verdadero padre?

Constancio negó con la cabeza, sin saber muy bien cómo tomaría Victoria lo que estaba por decirle.

-Tuve que mentirle -confesó Constancio sin ninguna pizca de vergüenza-. Le conté que entre tú y yo hubo algo hace muchos años... Y que Paula es mi hija.

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