Enrique Mendoza lo último que esperaba encontrar al llegar al hospital era ver a su esposa entre los brazos de otro hombre. Y menos que ese hombre fuera el mismísimo Constancio Belmonte.
-¡¿Qué demonios está pasando aquí?! -vociferó furioso y avanzó hacia ellos a pasos agigantados-. ¿Qué está haciendo él aquí? -exigió saber furibundo. Victoria se sorprendió, rompió el abrazo con Constancio y dio un paso hacia atrás justo antes de que Enrique sujetara violentamente a Constancio por las solapas del traje-. ¡Suelta a mi esposa, infeliz!
Victoria palideció y jadeó al ver la ira brillando en los ojos de Enrique.
-¡Enrique, suéltalo! -demandó, pero su aún marido no hizo caso.
-Mendoza... -espetó Constancio en voz baja y tranquila mientras espetaba una sonrisa sardónica, limitándose a elevar la barbilla de forma desafiante, retando a Enrique con la mirada-. ¿Qué pasa? -inquirió en tono burlón.
Aquello solo hizo que la furia y los celos de Enrique se encendieran, por lo que apretó aún más su agarre.
En ese momento la recepcionista se acercó a ellos.
-Caballeros, les recuerdo que se encuentran en un hospital -espetó la enfermera con cierta censura en la voz-. Por favor compórtense o de lo contrario tendré que llamar a seguridad.
-Creo que te acaban de llamar la atención, Mendoza -se mofó Constancio con una sonrisa ladina.
-¡Ay, por Dios! ¡Ya basta! -jadeó Victoria con incredulidad-. Yo me voy de aquí -espetó al ver que ninguno le hacía caso y dio media vuelta, marchándose por un largo pasillo que la dirigía hacia la cafetería y a la capilla del hospital. No estaba dispuesta a quedarse para presenciar una lucha de egos entre dos hombres que se comportaban como niños.
Enrique ignoró a ambas mujeres y en ningún momento apartó la mirada de Constancio.
-No te metas con mi mujer, Belmonte -espetó Enrique de forma amenazadora.
Constancio enarcó una ceja.
-¿Tú mujer? -inquirió y llevó sus manos hacia las de Enrique-. Que yo sepa, abandonaste a Victoria para irte con otra mujer -le recordó mientras ejercía fuerza sobre las manos de Enrique para obligarlo a soltarlo-. Así que dudo mucho que siga siendo tu mujer y la verdad, tampoco creo que vaya a seguir siendo tu esposa durante mucho tiempo más -remató mientras se liberaba del agarre de Enrique y se ajustó las solapas-. Además, no estábamos haciendo nada malo, yo solo estaba consolando Victoria porque, como toda madre, está preocupada por su hija -le recordó-. En lugar de estar poniéndote en ridículo de esta manera creo que deberías de intentar aparentar, por lo menos un poco, ser un padre preocupado por su hija que acaba de tener un accidente y se encuentra en estado delicado -concluyó con voz fría mientras lo taladraba con la mirada. Luego se giró hacia la recepcionista de la sala de espera-. Una disculpa, señorita. No volverá a suceder.
Sin decir nada más, Constancio dio media vuelta y se abrió camino por el mismo pasillo por el que había visto a Victoria marcharse.
-¡Maldito infeliz! -espetó Enrique.
-Señor, por favor... -advirtió la recepcionista.
Enrique asintió y se pasó una mano por el cabello.
-Lo siento -fue lo único que respondió y la recepcionista volvió a su lugar de trabajo.
Enrique inhaló aire profundamente para tranquilizarse, pero le estaba resultando algo casi imposible ya que cada vez que cerraba los ojos podía ver nuevamente la escena de Victoria y Constancio fundidos en un fuerte abrazo y, por si fuera poco, las palabras de Gerardo resonaban como un eco en su cabeza:
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Duelo de Poder
FanfictionVictoria y Constancio compartieron un gran amor de juventud que no pudo ser. Ahora, veinticinco años después, cada uno tiene una vida y una familia hecha lejos del otro... Hasta que sus caminos se vuelven a encontrar, provocando que resurjan a la su...