Epilogo

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El inframundo estaba de fiesta; el rey de los demonios había encontrado a su reina. Izuku se encontraba nervioso, estaba dentro de una de las habitaciones del castillo siendo alistado con la ayuda de dos demonios autodenominados amigos del rey, Mina y Denki.

-Tranquilo, Zuzu, todo saldrá bien – Intentó tranquilizarlo Denki, quien se había encariñado con el peliverde. Además, había notado el ligero cambio en su amigo, ya que se veía feliz y sus posibilidades de morir disminuyeron en un 5%, y vaya que eso era mucho.

-Eso espero; esto es demasiado nuevo para mí – Respondió nervioso el peliverde.

-Es normal, después de todo, aún eres humano. Pero cuando la ceremonia termine, no solo serás Izuku Bakugo, también serás un demonio. Tengo curiosidad de cómo será tu parte demoníaca – Contestó Denki, terminando de arreglar el cabello del peliverde.

Se escuchó que tocaban la puerta. Entró un pelinegro: ¿Están listos? La ceremonia va a iniciar.

-Ya vamos – Respondió Denki. – Bien, Izuku, es hora.

Los tres caminaron dirigiéndose a la parte trasera del castillo donde estaba el centro ceremonial. El lugar estaba situado en una caverna subterránea iluminada por antorchas demoníacas que destilaban un resplandor rojo intenso. Al llegar al centro, se encontró de frente con su amado demonio, Katsuki, lucía increíble con ese traje negro y camisa blanca, sus enormes alas y cuernos negros. Tomó la mano de Izuku y se dirigieron al centro del lugar. Un demonio que parecía ser el oficiante se acercó.

-Estamos reunidos aquí para celebrar la unión de nuestro rey Bakugo Katsuki y su reina Midoriya Izuku.

La caverna resonaba con los ecos de la ceremonia, creando una atmósfera única y mística. Los ojos de Izuku se encontraron con los intensos ojos carmesí de Katsuki, quien le sonreía con ternura.

El ritual avanzó, y en un momento específico, el oficiante solicitó a Izuku que extendiera la mano. En ese instante, una daga ceremonial apareció flotando frente a ellos. Katsuki tomó la daga y cortó ligeramente las palmas de ambos. Una mezcla de sangre demoníaca y humana se entrelazó, sellando el compromiso eterno entre ellos.

-Con este acto, unimos nuestras vidas en la oscuridad y la luz, en la vida y la muerte. Que este vínculo sea eterno - declaró el oficiante, elevando la daga hacia el techo de la caverna.

Un destello rojo llenó la estancia, y la energía demoníaca envolvió a la pareja. Los presentes comenzaron a entonar cánticos en una lengua antigua y gutural, creando una sinfonía escalofriante pero majestuosa.

Cuando la luz disminuyó, Mina y Denki se acercaron con una bandeja que contenía dos copas. Katsuki y Izuku bebieron de las copas, simbolizando la fusión de sus almas y el intercambio de sus esencias.

-Ahora, eres parte de nuestro mundo, Izuku Bakugo. Bienvenido al inframundo- dijo Katsuki con un brillo desafiante en sus ojos.

Izuku Bakugo se encontraba en un estado de shock al escuchar las palabras de Katsuki. No podía creer lo que estaba sucediendo. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente diferente, un paisaje surrealista lleno de sombras y llamas danzantes.

De repente, una intensa energía recorrió su cuerpo, provocando una transformación incontrolable. Su piel se volvió más pálida y, en cuestión de segundos, le crecieron alas blancas majestuosas en la espalda. Cuernos blancos con un toque de rojo surgieron de su frente, revelando la verdadera magnitud de su nueva forma.

Katsuki sonrió satisfecho al ver la transformación de Izuku. - No temas, Deku. Has heredado el poder de los demonios al aceptar nuestro lazo. Ahora, eres uno de nosotros - comentó con una mirada de complicidad.

Izuku, aun tratando de asimilar lo que estaba ocurriendo, se tocó las alas y los cuernos con incredulidad. Katsuki se acercó a Izuku y colocó una mano en su mejilla, acariciándola suavemente. - Eres impresionante, Deku. Te ves incluso más increíble de lo que imagine - agregó con un tono de admiración. Izuku, aunque todavía abrumado por la transformación, no pudo evitar sonreír ante las palabras de su amado.

La celebración continuó en el inframundo. Los demonios presentes aclamaron la unión de su rey y reina, y la festividad se extendió por toda la noche.

Después de la ceremonia, Katsuki y Izuku se retiraron a sus aposentos en el castillo, donde el ambiente oscuro y misterioso se mezclaba con la calidez de su amor recién consolidado. Se miraron el uno al otro con complicidad, sabiendo que su unión iba más allá de lo terrenal.

Con el tiempo, el inframundo se acostumbró a la presencia de Izuku, el humano convertido en demonio. Su capacidad para controlar sus nuevas habilidades demoníacas asombró a muchos, y su corazón puro resonó en los rincones más oscuros de aquel reino infernal. Katsuki, por su parte, se enorgullecía de la fortaleza y determinación de su amado.

Pasaron los años, y la unión de Katsuki y Izuku fue bendecida con dos hijos: una niña con cabellos verdes como los de Izuku y una intensa mirada similar a la de Katsuki, y un niño que combinaba lo mejor de ambos, con una mezcla de cabellos bicolor y una sonrisa traviesa.

La niña, a quien llamaron Akari, heredó la capacidad de manipular el tiempo, un poder tan impredecible que se pensaba que superaba incluso al de Katsuki y la determinación de su madre para proteger a aquellos que amaba. El niño, llamado Haruki, reveló ser un prodigio en la manipulación de la energía elemental, creando escudos y proyectiles con habilidad mientras exploraba los rincones más oscuros del inframundo.

La familia Bakugo creció en medio de la oscuridad, pero su amor irradiaba una luz única que trascendía las sombras del inframundo. Katsuki, el rey demonio, encontró en su esposa e hijos un motivo para equilibrar su feroz naturaleza, e Izuku, la reina demonio, descubrió en su familia una fuente inagotable de fuerza y alegría.

Los Bakugo reinaron en el inframundo con sabiduría y compasión, creando un reino donde la armonía entre los demonios y los seres humanos convertidos en demonios florecía. La leyenda de su amor trascendió las llamas del inframundo y se convirtió en una historia que los mismos dioses susurraban con respeto.

NUESTRO CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora