》T r e i n t a《

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𝐁𝐚𝐫𝐜𝐞𝐥𝐨𝐧𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟐𝟗 𝐝𝐞 𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟑.

—¿Quieres más, Pedri?

—No, estoy lleno. Pero gracias —el canario puso su brazo en el respaldo de la silla de su chica.

—Pero para el postre tienes sitio, ¿no?

—Depende, ¿qué ha hecho?

—Para empezar, deja de tratarme de usted. Y he hecho unos bocconotti —el chico frunció el ceño, y miró a Olivia.

—Son unas tartaletas. Mi madre las rellena de chocolate con crema de avellana o de mermelada. Están muy ricas, te van a encantar.

—Son un vicio muy malo —advirtió Guillermo—. Yo he llegado a pelearme con mi hermana a puñetazos por comerme el último.

—Pero terminamos en empate la última vez.

—Porque te echaste a llorar.

—¡Me rompiste el brazo de un empujón! —exclamó Olivia.

—Lo confirmo, lo confirmo. Tuvimos que correr al hospital —dijo Manuel.

—Más os vale que esta vez no pase —añadió Vittoria dejando la bandeja en la mesa, que en cuanto vio que su hijo iba a agarrar la primera, le dio un manotazo.

—¡Eh!

—Los invitados primero, Guillermo.

Che perdente —comentó Olivia antes de reír.

—Bueno... Ya van a empezar —dijo Nerea mirando a su novio. No, no estaban casados. Se habían prometido hace un tiempo, pero decidieron aplazarlo cuando nació Hugo.

Chiamami ancora perdente e ti giuro che ti ritroverai di nuovo con un braccio rotto.

—La verità fa male, fratello.

—Non capisco come il tuo ragazzo ti sopporti, sul serio.

—Penso lo stesso con Nerea. Devi averli quadrati.

—Sì, i nostri genitori avrebbero dovuto lasciarti in un bidone della spazzatura —Olivia se encogió de hombros.

Sono ancora il suo preferito, stronzo.

—Fermare! Stai andando troppo oltre e se continui così non sono responsabile di ciò che potrebbe accadere in questo momento, è chiaro? —intervino Vittoria.

—Advertida quedas —amenazó Guillermo señalando a su hermana con el dedo índice.

—Uy sí, mira cómo tiemblo —Olivia soltó una carcajada.

—¿Por qué habéis discutido en italiano? —preguntó Pedri.

—Llevan haciéndolo toda la vida —respondió Manuel—. Uno se acostumbra.

—Yo no. Odio que discutan —reconoció su mujer—. Y mucho más cuando hay gente delante.

—Si lo dices por mí, yo sí que estoy más que acostumbrada a las peleas de estos dos —dijo Nerea.

—¿Pero qué va a pensar Pedri al verla así?

—Oh, esto no es nada. Tiene peleas infinitamente peores con Gavi, y en castellano —respondió el canario, a lo que su chica sonrió inocentemente.

—Dudo que algo mío le espante ya, querida madre —la mujer hizo una mueca con sus labios.

—Entonces habéis dicho que queréis iros a Florencia en Navidad, ¿no? —comentó Manuel.

—Sí, esa es la intención. Surgió de improviso, y nos pareció una buena idea —explicó Olivia—. Nos parece un viaje bonito para hacerlo juntos. Además, quiero enseñarle todos mis rincones favoritos de la ciudad —miró a su novio sonriente, y este la abrazó por los hombros.

—Sois adorables, que puto asco me dais —comentó el mayor de los hermanos, logrando que la joven pareja riese.

—Ayúdame con las tazas para el café, Olivia —la rubia se levantó ante la petición de su madre, y fueron a la cocina—. Te veo muy feliz, cielo.

—Lo soy. No te imaginas cuánto —respondió la chica con una sonrisa.

—Parece muy buen chico. Me encanta para ti. Pero nunca me has contado cómo os conocisteis.

—Un día de fiesta. Naia me invitó a salir con ella y unos amigos suyos. Yo en ese momento no conocía a nadie, pero cuando le vi... No sé, sentí algo que era nuevo. Y siempre me he sentido muy cómoda con él, y...

—Olivia, te estás enrollando más que los cannelis para decirme que te has enamorado y que sientes que es el hombre de tu vida.

—¿Tanto?

—Tanto. Aunque creo que a tu padre le matas de un disgusto —Olivia soltó una carcajada.

—Es bastante posible, no te voy a mentir. Pero se llevan bien, y con Guille igual, y eso es lo importante.

►◄

—¿Sabéis? Deberíamos tener una noche de pijamas mínimo una vez a la semana —comentó Naia sentándose en el sofá junto a su mejor amiga.

—Una pena que los demás no hayan podido venir.

—Mejor, más palomitas para mí —respondió Gavi dejándose caer en el sillón.

—Tienes un serio problema con las palomitas, eh —dijo Pedri dejando el bol en la mesa.

—No te voy a negar esa afirmación.

—Los demás también comemos, Pablo —añadió Naia al ver como su hermano se ponía el cuenco en el regazo.

—Poco me importa.

—Qué egoísta eres.

—¿Habéis decidido ya la película o qué?

—Después de meditar bastante... Hemos elegido El Callejón de las Almas Perdidas.

—Mi hermano la vio, y dice que le decepcionó —advirtió Olivia—. Yo no digo nada y lo digo todo.

—Bueno, si no nos gusta la cambiamos. Venga, dadle al play.

Más o menos a la hora y media de que empezase la película, Naia y Gavi ya se habían quedado dormidos.

—Voy a por un poco de agua, ¿quieres?

—Déjalo, voy contigo —Olivia y Pedri se levantaron del sofá, y fueron hacia la cocina—. Guillermo tenía razón.

—Yo lo dije. A mí se me está haciendo súper pesada.

—¿De qué has hablado con tu madre en la cocina? —Olivia miró a su chico.

—¿Por qué quieres saberlo?

—A lo mejor me habéis criticado —la rubia rió.

—No, no te hemos criticado. De momento no me estás dando motivos para hacerlo, y espero que nunca lo hagas. Hemos estado hablando de cómo nos conocimos.

—¿Te he dicho alguna vez que fue una de las mejores noches de mi vida?

—Unas cuantas veces —Pedri sonrió—. También le he contado lo que estoy sintiendo contigo.

—¿Y qué sientes?

—Ya lo sabes de sobra.

—Pero me gusta oírlo.

—Un torbellino es lo que siento —le dio un leve empujón en el hombro—. Haces que me olvide de todos mis problemas, ¿sabes?

—Lo único que quiero es que tú estés cómoda y feliz, Oli —reconoció el joven—. No le pido más a esta vida.

—Basta, eres perfecto —el canario rió y la besó rodeando su cintura con sus brazos.

Se te da bien eso de gustarme tanto. Me encantas, Olivia.

—Tú también me encantas, Pedri.

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Columbia ||Pedri González||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora