》V e i n t i n u e v e《

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𝐁𝐚𝐫𝐜𝐞𝐥𝐨𝐧𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟐𝟖 𝐝𝐞 𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟑.

—Me va el corazón a mil.

—Tienes que tener fe —Olivia, ante la insistencia de su sobrino, lo sentó en su regazo.

—Quiero que pierdan, de verdad. Adoro a Pedri y a los chicos, pero necesito que pierdan, por mi salud mental —Manuel rió al escuchar a su hija.

—Eso depende de ellos, no de nosotros.

—Buah, ¿te imaginas poder decidir los resultados de los partidos? Menuda fantasía, vaya.

—Oye, hija —la rubia le miró—. ¿Cómo te va con él?

—Me va muy bien, papá. Es un chico genial, y me demuestra que me quiere todos los días. Y no sólo con palabras, con hechos. Es… Es simplemente perfecto.

—¿Estás enamorada?

—Hasta las trancas —reconoció antes de sonreír.

—Pero, hija, ¿de un jugador del Barça? —Olivia soltó una carcajada— Yo no te eduqué para juntarte con esa gente.

—No he podido evitarlo, papá. Además, conoces a Gavi. No te llevas mal con él para ser todo lo contrario a ti.

—¿Quieres dejar de rebuscar en el bolso de tu tía? —le dijo Manuel a su nieto.

—Creo que quiere comer.

—¿Tú tienes algo? Porque yo no he comprado nada fuera.

—Pues… No lo sé —la chica echó un vistazo en su bolso—. Es que estos mamones me saquean los muebles… Pero sí, sí tengo —sacó el paquete y lo abrió—. No te comas muchos, que sino luego tu padre me regaña porque no cenas —el niño rió.

—¡Ya estoy aquí! —Naia apareció con una sonrisa y la respiración acelerada— Es horrible lo lleno que iba el autobús. De hecho es que ha pasado por mi cara y ni siquiera ha parado. He querido cagarme en todo, sinceramente.

—¿Camiseta nueva?

—Que va. De la temporada pasada. ¿Te gusta, Manuel?

—Uf, qué va. La que llevo yo es mucho más bonita —la sevillana rió.

—Ya quisiera ser igual de bonita que la mía.

—Mira, porque prácticamente te tengo adoptada y empadronada en mi casa, sino serías la amiga de mi hija que menos soportase —Naia comenzó a reír y se sentó al lado de Olivia.

—Qué mal mientes, Manuel, de verdad. Si me adoras.

—Por ahí te vas a librar.

—Con la familia de madridistas me he tenido que sentar. Como me vean hablando tranquilamente con vosotros, me linchan —comentó, viendo como tanto Olivia, su padre y Hugo llevaban la misma camiseta, cada uno con su nombre a la espalda y un número.

—Bueno, a las muy malas mi padre tendrá dos adoptadas en la familia.

—¿Vas a seguir haciendo chistes con eso, Olivia?

—Hasta que me muera. Es mi chiste favorito.

—Puede que lo sea, pero nada te quita que te pasaste días dándole vueltas sobre si hablar con tus padres biológicos o no, y con unos nervios que parecía que ibas a empezar a subirte por las paredes en cualquier momento —señaló Naia.

—No voy a negar algo tan evidente.

—No nos íbamos a enfadar por eso, cielo. Pero creo que nuestro miedo es más que comprensible —comentó Manuel.

Columbia ||Pedri González||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora