》C a t o r c e《

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𝐆𝐫𝐚𝐧𝐚𝐝𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟑𝟎 𝐝𝐞 𝐒𝐞𝐩𝐭𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟑.

—¿Tú te estás enterando de algo de lo que nos están contando?

—No. No mucho si te soy sincera —se quitó el auricular que les dieron para aquella visita guiada por la Alhambra—. Además, lo que cuentan, ya lo estudié yo en Bachillerato —Olivia rió ligeramente.

—Ya tenía que salir a presumir la experta en Historia del Arte.

—De algo tendré que fardar, ¿no? Porque si tengo que hablar de latín y griego… Tremenda depresión, vaya.

—¿Has hablado con tu familia en estos días? —ella suspiró y negó con su cabeza.

—Quitando que mi madre me ha exigido que vuelva viva y nutrida a Barcelona, y que le dije a mi hermano que no estaría en mi casa... No.

—En algún momento tendrás que hablar con ellos, lo sabes ¿no? —Olivia suspiró.

—Claro que lo sé. Pero no sé cómo hacerlo. No sé cómo sacarles el tema. Es que me da pánico.

—¿Pánico? ¿Por qué?

—¿Y si se enfadan conmigo? ¿Y si me dejan de hablar por eso? ¿Y si...?

—Olivia, para —la interrumpió Pedri—. ¿Cómo van a enfadarse? Ellos saben que esto podía pasar. Es completamente normal que tú quieras tener un por qué de todo aunque sea malo —durante los días anteriores, la rubia le había confesado a sus amigos que le gustaría hablar con sus padres biológicos, y que no sabía si eso era una buena idea.

—Pero no debería darles esa oportunidad tampoco. Es que no sé, no sé qué voy a hacer.

—Tienes que hacer lo que tú corazón te dicte. Y ahora deja de pensar en eso, ¿quieres? Estamos en Granada, y en unas horas tenemos que empezar a hacer cola para irnos a ver a nuestro Dios —Olivia rió ligeramente.

—¿Listo para dejarte la garganta cantando Columbia?

—Me recuerda a ti esa canción —la muchacha sonrió.

—¿A mí? ¿Por qué?

—Porque dices que no quieres nada con nadie. Pero en el corazón no se manda.

—¿Insinúas algo, Pedro?

—No sé, ¿debería? —de nuevo, la chica sonrió.

—Mantengo lo que dije en la playa, y también mantengo que no rechazaría un lío.

—Literalmente es la misma mierda, pero sin oficializar nada, pero bueno —ambos rieron, y alguien de su grupo les mandó a callar.

—Qué sensible la gente —murmuró la muchacha.

—Tú eres la que ha querido venir aquí.

—¿Nos vamos?

—Yo no voy a ser el que te diga que no —Olivia agarró su mano y se alejaron de aquel grupo.

—Podemos ir al mirador de San Nicolás —mencionó la joven—. Va a atardecer, y también podemos tomarnos algo antes del concierto. No sé cómo lo ves.

—Yo acepto todo. Ya lo sabes.

►◄

—Qué guapa, ¿no?

—Se intenta —Olivia se encogió de hombros y sonrió—. Aunque tú no te quedas atrás.

—Es un concierto de Quevedo. No voy en traje porque quedaría feo, sino… —la chica rió— ¿Nos vamos?

—Ya me jodería quedarme después de haber pagado —dijo mientras cerraba la puerta de la habitación del hotel—. Ojalá quedarme aquí, en realidad.

—¿En el hotel?

—No —suspiró y le miró—. Aquí. En Granada. Contigo —el corazón de Pedri dio un vuelco—. Me siento tan… Tan en paz. Es increíble.

—Bueno, aún tenemos todo el día de mañana. Ayer fue llegar e irnos a dormir. Hoy tenemos el mejor concierto de nuestras vidas, y mañana podemos dar una vuelta por la ciudad.

—Es que te juro que no me apetece nada volver a la rutina. Soy feliz viajando.

—¿Por qué no vienes a Tenerife conmigo? A Tegueste.

—¿Me lo estás diciendo en serio?

—Tendremos que acostumbrarnos a viajar solos si nos vamos a ir a Florencia algún día —Olivia rió.

—Sabes que ahí no nos vamos a ir solos, ¿verdad? Naia está ansiosa por volver, y los demás quieren ir. Además, creo que quieren cambiar el destino del viaje.

—¿Y a dónde quieren ir?

—Supongo que tendremos que someterlo a votación, porque tenemos varias opciones. Unos dicen Mallorca, otros Grecia, también está Málaga como opción, incluso pillar una casa rural en alguna parte del norte. Además, no soy millonaria, y todavía tengo que cobrar.

—¿Lo dices por mi oferta de visitar la mejor isla del mundo? Porque si es así, irías a gastos pagos.

—Venga ya, me conoces. Sabes que no te dejaría pagarlo todo.

—Y tú me conoces a mi, y sabes que me da igual lo que me digas en ese aspecto.

Esa noche cumplió todas las expectativas que ambos tenían. Bailaron, cantaron, rieron y disfrutaron.

—¡Llego al club con el combo, rápido la vi lejos, se pintaba los labios y la copa como espejo! ¡Se acercó poco a poco y yo queriendo que me baile, luego me dijo Vamo' que te enseño Buenos Aires!

Pedri y Olivia se miraron y sonrieron. Estaban disfrutando de la compañía del otro. La rubia agarró la mano del canario y comenzó a bailar con él.

—¡Quédate que las noches sin ti duelen, tengo en la mente las poses y todos los gemidos, que ya no quiero nada que no sea contigo! —Olivia comenzó a saltar, y Pedri no podía dejar de mirarla. La veía preciosa aquella noche, radiante, más de lo que solía verla.

En cuanto ella dejó de saltar, acunó la cara de la chica cariñosamente entre sus manos y la besó. Un momento mágico para ambos en el que se dijeron todo sin necesidad de palabras.

En cuanto volvieron al hotel, se quedaron en la puerta de la habitación de la muchacha.

—Besas muy bien, ¿sabes? —dijo Olivia, y Pedri rió.

—Te pediría perdón, pero estaría mintiendo porque no lo siento.

—¿Y quién te ha dicho que te disculpes? Si yo no hubiera querido, ten por seguro que me habría apartado —añadió—. Ha sido una noche increíble, ¿no crees?

—La verdad es que sí.

—¿Quieres… Dormir aquí?

—¿Dormir?

—Yo no tengo condones, e imagino que tú menos. Así que sí, dormir —el canario soltó una carcajada.

—Está bien. Voy a por el pijama y ahora vuelvo. Deja la puerta entornada.

—A sus órdenes, capitán —Pedri sonrió y negó con su cabeza antes de ir a su habitación. Olivia se mordió el labios inferior y se dispuso a cambiarse de ropa.

Se recogió el pelo en un moño para poder dormir más cómodamente, y antes de que se diera cuenta, él ya estaba allí.

—Ha sido increíble el concierto.

—La verdad es que sí —respondió la chica.

—Olivia.

—Dime.

—A mí me encantan tus besos.

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Columbia ||Pedri González||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora