》D i e c i s i e t e《

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𝐁𝐚𝐫𝐜𝐞𝐥𝐨𝐧𝐚, 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚. 𝟐 𝐝𝐞 𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟑.

—¿Vais a seguir así mucho rato más? —Naia y Olivia se miraron, y volvieron a reír a carcajadas.

—Los folletis —dijo Olivia entre risas. Ambas comenzaron a secarse algunas lágrimas que brotaron de sus ojos debido a aquel ataque de risa—. Es que... —de nuevo allí estaban las risas.

Incluso las chicas se agarraban las manos mientras intentaban recuperar un poco de aire.

—¿Y tú para qué dices en una revista que tenemos un grupo que se llama así?

—Mira, pensé que pasaría de todo menos esto —reconoció el canario.

—Pues ya eres corto, tío. Estamos hablando de estas dos —volvieron a mirarlas desde los asientos del piloto y del copiloto.

—Vale, creo que... —Naia comenzó a regularizar su respiración— Creo que ya está —soltó una última risa—. Sigamos leyendo —entre las dos sujetaron la revista—. Pero vaya que de folleti tú tienes poco —señaló a Pedri.

—¿Y tú qué sabes?

—Porque desde que conociste a Olivia, pocas veces la has metido, por no decirte ninguna.

—¿Es cierto eso, Pedro? —preguntó Olivia apartando los ojos de las hojas.

—¿Quieres escuchar que me tienes a dos velas?

—Puede ser, puede ser.

—En ese caso, sí, Olivia. Me tienes a dos velas —ella se mordió el labio inferior al escuchar esa respuesta.

Las reacciones de su cuerpo eran automáticas cada vez que él hablaba o la tocaba. Pronto comenzó a sonar el móvil de la chica.

—Joder —murmuró al leer la palabra "Mamá" acompañado de un corazón en la pantalla.

—¿Por qué has puesto esa cara? —dijo Naia.

—Porque soy tan cobarde que les he dicho que quería hablar con los otros por un mensaje de WhatsApp. Ahora vengo —se bajó del coche y descolgó la llamada antes de caminar un poco para alejarse del vehículo.

—Lo tiene muy gordo, eh —comentó Gavi—. ¿Por mensaje, es enserio?

—Tiene toda la pinta. Pero es que o lo hacía por mensaje o no lo hacía nunca, porque parecía que le iba a dar un infarto mientras lo escribía —explicó Pedri.

—Joder, vaya plan tiene —comentó Naia. La vieron sentarse en el bordillo de la acera, a escasos metros del coche—. Quizá debería ir con ella.

—No, déjala —le dijo Pedri—. Tienen que hablar. Es su madre, no la va a odiar por esto —la sevillana asintió con su cabeza.

—Yo no sabría qué hacer, si soy sincero. Tendría que verme en la situación, pero no creo que esté actuando mal —comentó Gavi—. Creo que le vendrá bien. Puede que así cierre ese capítulo de una vez.

—Yo también pienso eso —corroboró Naia—. Depende de cada persona, creo yo. Algunos pensarán que no actuarían así, que seguirían con su vida tal cual, pero otros dirán que está bien lo que está haciendo.

—Es que vaya manera de hacer que tu mundo dé la vuelta, eh.

No supieron el tiempo que estuvo Olivia hablando por teléfono, pero cuando colgó, se quedó ahí sentada.

—Voy yo —dijo Pedri.

—No —Gavi le frenó—. Yo voy. Y si alguien más tiene que ir, es Naia.

Columbia ||Pedri González||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora