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Cuando se enteró de que incluso sus mismos compañeros de grupo habían hecho apuestas respecto a sus sentimientos por Chris, Felix supo que realmente estaba perdido.

Ahora no sólo tenía que lidiar con el lío en su propia mente, si no que también con las incansables quejas de SeungMin por haber perdido una de las varias apuestas.

—No puedo creer que ahora le debo una cena a Innie. ¿No podrías haberte tardado un poco más en darte cuenta de tus sentimientos? Estuve a punto de ganar, Lix —hizo un gesto dramático al hablar, echándose sobre el sofá mientras Felix lo observaba desde la encimera de la cocina. Estaba demasiado absorto en sus pensamientos como para siquiera intentar reírse ante las acciones del menor.

—¿Apostaron una maldita cena?

—Innie y yo sí, pero para MinHo y HyunJin Hyung era algo diferente, no recuerdo qué. Creo que con ellos aún no hay ganador, de todos modos —extendió sus brazos hacia Felix, pidiéndole silenciosamente que fuera al sofá junto a él. Siendo aquella una de las raras ocasiones donde SeungMin era quien iniciaba el cariño, el mayor fue sin dudarlo—. Con lo predecible que eres, no me sorprendería que uno de los dos gane un día de estos. Sin ofender, claro.

—Sin ofender... —Felix repitió, soltando una risa sin gracia alguna. A veces, incluso él mismo odiaba ser transparente al punto que los demás pudieran leer sus pensamientos como si de un libro se tratara.

Por el mismo motivo, Felix no podía entender el hecho de que Chris no fuera capaz de darse cuenta de las mil y un cosas que pasaban por su cabeza cada vez que estaban juntos. Había dos opciones; una era que Chan fuera excepcionalmente malo para distinguir emociones, y la otra era que si lo notara, pero no quisiera —o no se atreviera a— corresponder.

Un “Enemies to Lovers” así de perfecto era algo que ni él creía posible, en realidad. La misma historia de ficción que su mente estaba creando en ese momento era la que su empresa había estado intentando venderle al público durante meses; una historia donde el príncipe azul finalmente acepta el amor de la bella princesa a pesar de la enemistad entre sus reinos y ambos viven felices para siempre.

Alto ahí, ¿acaso era Felix la princesa en ese escenario?

Se llevó una mano a la frente, temiendo que quizá una fiebre le estuviera nublando el juicio. No recordaba sentirse así desde sus días de escuela en Australia, donde sus hormonas de adolescente maximizaban cualquier pequeña interacción que tenía con la chica que le gustaba en esos tiempos.

Sólo que ahora era adulto y una celebridad, y no se trataba de una chica, si no de el mismísimo Christopher Bang.

SeungMin rió ante su evidente debate interno.

—Tierra llamando a Felix —chasqueó un par de veces frente a su rostro para obtener su atención y el mayor lo miró, aún aturdido—. Vaya, nunca te había visto así. El amor realmente cambia a las personas, ¿no es así?

—Déjame vivir, Minnie —Felix hundió su cabeza en una de las almohadas del sofá, sintiendo como si lo atacaran desde todas direcciones.

—No me malentiendas, es genial por ti, siempre y cuando seas cuidadoso.

—¿Cuidadoso?

—No piensas que realmente vas a poder confesar tus sentimientos, ¿verdad? La empresa va a matarnos si llega a saberse que te gustan los hombres más allá del contrato.

Un pesado silencio se instaló entre ambos, y la conversación se volvió seria en cuestión de segundos. El éxtasis del enamoramiento había mantenido a Felix tan distraído que ni siquiera se había dado el tiempo de pensarlo a fondo. No era algo que le gustara pensar, en realidad, pues aquello sólo lo deprimía.

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