el momento más soñado de ambos

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Kevin intenta relajarse un poco, el dulce olor del café inunda sus fosas nasales, observa a su alrededor, trata de enfocarse en los pequeños detalles que nota en las vitrinas de vidrio donde se encuentran los diversos panes y postres que ofrece la cafetería a sus clientes.

Disimula el temblor de sus manos dibujando círculos en la suave madera de la mesa, parpadea en exceso, muerde y humedece constantemente sus suaves labios, se le ha olvidado como respirar. Esta tan ansioso, está a punto de vivir uno de los momentos más soñados que ha tenido.

Después de que esa mirada que posee dos tonalidades se uniera a la suya, su vida cambio y por supuesto, mejoro; se ilumino. Y mientras observa las cerezas de un bonito pastel de cumpleaños, su mente divaga y comienza a recordar como las mejillas de Diego se tornaron del mismo color después de que el pelinegro le invitara a salir, aquel era un carmín muy intenso, pero sobre todo sumamente lindo.

Justo una semana después de su plática con su mejor amigo Santi, Kevin se encontraba a la hora del desayuno junto a Diego, como ya era costumbre, sin embargo, desde que comenzaron a charlas ambos se sentían diferentes, sus manos se unían como si se tratasen de imanes siendo atraídos por la fuerza magnética. Los sonrojos estaban presentes y sus miradas se fundían en la contraria de una manera dulce y amorosa.

Entonces fue ahí, cuando Kevin descifro que el momento había llegado.

Interrumpió el suceso que el castaño le contaba, Diego abruptamente miro con seriedad al pelinegro. Nahin se golpeó la frente mentalmente, era obvio que interrumpir a Diego no fue la mejor opción, pero lamentablemente fue la que eligió y no había vuelta atrás.

—Lamento interrumpirte... —llevo su mano a su nuca con gesto apenado.

—No hay cuidado. ¿Tienes algo que decirme? —Lainez supuso que existía una razón para tal interrupción. Porque si no era imposible que Nahin cortara su conversación solo porque sí.

—Diego... —Álvarez tomo suavemente la mano contraria entre sus manos. Diego sonrió ante el cálido que provenía por parte del mayor. —¿Quieres salir conmigo? —el tono de su voz era una mezcla de nervios, ansiedad y emoción.

Lainez cerró los ojos luego de escuchar la pregunta, sintió quedarse sordo y solo escuchar sus latidos al mil por hora, su mente dejo de pensar y un escalofrío electrizante recorrió su espina dorsal. No lo creía, ¿Estaba soñando? ¿Qué clase de broma era esa? ¿Realmente era una broma? ¿Todo era real? ¿Quién fue el hada madrina que concedió su deseo?

Miles de preguntas llegaron a la mente del castaño, y aunque él ni siquiera lo sentía una gran sonrisa estaba postrada en su rostro. Tuvieron que pasar un buen par de minutos para que el defensa de los tuzos obtuviera respuesta.

Y cuando eso sucedió, los cariñosos brazos de Diego rodearon al más alto en un bonito abrazo. —¡Si, Nahin! Quiero salir contigo. —susurro el sonrojado castaño en el oído de Álvarez.

Kevin regreso el abrazo con la misma emoción que Diego le estaba demostrando y una vez más sus miradas se mezclaron, había algo más, mejor dicho, existía algo más, mucho más allá de una simple amistad.

El pelinegro regresa a su realidad, deja ese lindo recuerdo a un lado ya que ha escuchado el timbre que hace una puerta cuando está siendo abierta y alguien entra al lugar.

Ahí está, con un abrigo azul marino hasta la rodilla, una bufanda alrededor del cuello y unos jeans negros, vestido como siempre acostumbra, tan característico de él. Sabe que Diego es muy friolento y como afuera está nevando era obvio que portaría ropa abrigada.

Los primeros días de diciembre están presentes en la ciudad, y para Kevin no existía un mejor lugar que una cafetería, tal vez es un cliché, pero aquello es lo que menos le importa al pelinegro.

El castaño llega hasta la mesa donde está sentado Álvarez y con nerviosidad ambos se unen en un cálido abrazo. Llevan varios días sin verse, las vacaciones comenzaron hace dos semanas y desafortunadamente ninguno había tenido tiempo para verse más pronto. Es por eso que ambos prefirieron dejar su cita pendiente.

Diego toma asiento enfrente de Kevin, no dejan de sonreírse, están tan felices.

—¿Qué tal las vacaciones? —pregunta el más alto, Diego no espera más y comienza a contarle cada uno de sus días a Nahin, este le escucha con atención, no interrumpe, deja que el castaño le cuente con lujo de detalle cada cosa que quiere que sepa.

—¿Y las tuyas? —es el momento de que el castaño realice la pregunta, Kevin toma rienda suelta y hace lo mismo que Lainez, le cuenta todo, espera que ningún detalle se le olvide, quiere que Diego se entere de todo, porque le tiene toda la confianza del mundo.

Pasado el tiempo, una mesera les atiende. Diego pide un chocolate caliente junto a un croissant, Kevin por su lado prefiere un café negro con una pieza de pan dulce. Polos tan apuestos que se atraen por completo.

Ríen, charlan y vuelven a reír.

Es tan agradable para el tiempo juntos, se olvidan de todo. Únicamente están enfocados en ellos.

Jamás pensaron que encontrarían a la persona indicada, estaban tan equivocados.

Luego de que Kevin pague la cuenta, salen de la cafetería, sus manos juguetonas terminan por entrelazarse, saben que la excusa de que es por el frio no termina de convencer, aun así, no les importa, quieren mantenerse lo más juntos posible han pasado dos semanas sin la compañía del otro y parece tratarse de una auténtica pesadilla.

Caminan por las calles, sus huellas se marcan en la nieve.

Sin darse cuenta, han llegado al parque. Se miran cómplices y como si leyeran la mente contraria, se tiran al césped que está bañando en la blanca nieve y como niños pequeños hacen angelitos.

No pueden dejar de mirarse, sus labios resecos y temblorosos por el fuerte frío suplican un calmante.  

Suplican... Un beso.

Porque para ambos es su momento más soñado.  

desde las gradas • kevin x diegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora