Diego Lainez y Kevin Álvarez atrapados en su burbuja

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El amor se desborda de su ser, se siente tan enamorado, estar viviendo tal momento le hace sentir tan contento. Observa al chico que tiene a su lado; lo mira con adoración, cada detalle tan característico, esos ojos preciosos de diferente tonalidad, el cabello castaño y rizado perfectamente peinado, aquellas largas pestañas que adornan su hermosa mirada, unos divinos labios gruesos y rosados; los cuales no puede dejar mirarlos, siente que le llaman, que lo necesitan, que es el antídoto para tranquilizar el frío.

Diego deja de jugar con la nieve, y hace que sus manos vuelven a entrelazarse, forman ese vínculo que con el pasar del tiempo se ha ido creando hasta ser uno inseparable, memorable y firme, el café se mezcla con el verde se sonríen mutuamente; un latido simultaneo se hace presente en sus corazones, hoy más que nunca tienen más que claro lo que sienten el uno por el otro y aquel sentimiento recibe el nombre de amor.

Nahin piensa que es lo que le hace amar a Diego; por su parte, adora lo tierno y dulce que el castaño puede llegar a ser, ama la manera en que lo tranquiliza cuando sus brazos le rodean, admira lo buen amigo que puede llegar a ser, le encanta cuando por mera casualidad sus manos se unen con cariño, le enamora verlo admirándole desde las gradas en cada partido.

Diego ama lo cariñoso que es Kevin especialmente con él, adora el trato que le brinda sin importar que, le gusta lo gracioso que puede llegar a ser al contarle alguna anécdota, le fascina lo amigable y social que es con las personas y, sobre todo, le encanta ver su manera de jugar futbol y lo bueno que es en el deporte.

Cada uno tiene sus razones, cada una es importante porque es lo que simbolizan el uno para el otro.

El amor tiene diferentes significados, para algunos es algo complicado, difícil, tonto, estúpido, innecesario, Al contrario, para otros, puede ser; bonito, incondicional, mutuo, real, emocional y sentimental. No importa cuando, ni donde, en el momento menos inesperado puede aparecer en tu vida y te enseñarte lo que es capaz de transformar.

Lainez conoció el amor desde que miro a lo lejos a Kevin, supo que era el amor cuando sus latidos perdían el control al tenerlo cerca, aprendió del amor cuando reconoció que amaba a Nahin.

Álvarez conoció el amor cuando su mente no dejaba de pensar en Lainez, supo que era el amor cuando admitió que veía en Diego más allá de una simple amistad. Comprendió que el amor existía cuando decidió tener una cita con el chico que iluminaba sus ojos.

Ambos lo sabían, encontraron en el otro un hogar, un lugar seguro, la felicidad, la emoción, la tranquilidad, el cariño y lo más importante; el amor.

Al pasar tiempo juntos eran felices, al mirarse se sentían completos, al abrazarse eran el hogar del otro, al charlar encontraron un lugar seguro, al reír la tranquilidad les rodeaba, al sonreírse sentían el cariño contrario y al admirarse sabían que se amaban.

—Diego... —una espesa nube de humo salió de los labios del pelinegro debido al frío, ciertamente era divertido hablar en tiempos invernales.

—Dime, Nahin. —se repitió la acción del pelinegro, Lainez ante el llamado coloco toda su atención en el hermoso chico de ojos cafés. No sabía que esperar.

—¿Sientes lo mismo que yo? —la mirada del castaño reflejaba la duda, aunque nunca dijo de que hablaba, ni a que se refería, solo pregunto lo que su corazón le dictaba, de alguna u otra manera estaba seguro de que Leyva lo comprendería perfectamente.

El de ojos heterocromáticos hizo más fuerte el enlace que existía entre sus manos, tal vez era la conexión tan fuerte que existía entre ambos o mera intuición, fuese lo que fuese, el castaño descifro en pocos segundos de qué hablaba el pelinegro. Fue entonces cuando decidió que no había porque retrasarlo más, no existía razón alguna para ocultarlo, era hora.

Soltó un suave suspiro antes de hablar. —Si, Nahin. —asintió levemente con el rostro.

—Siento lo mismo que tú. Lo he sentido cada que tu mirada se cruza con la mía, cada que tus manos se funden con las mías, cada que te tengo a mi lado. —respondió el castaño con un sonrojo que decía más que mil palabras. —Existe algo entre nosotros, siento que algo nos guio hasta el otro.

—Para mí las casualidades no existen, no creo en ellas. Tampoco creo en las coincidencias. Pero, tu, Diego. Me demostraste lo contrario, no sé qué fue lo que causaste en mí, aun no tengo la respuesta, sin embargo, agradezco que hayas aparecido en mi vida, sea cual sea la razón. —Lainez llego al lado de Nahin, para descansar su cabeza en el hombro contrario.

—Yo solo se, lo mucho que te amo y admiro desde las gradas. —Kevin le rodeo por la espalda en un suave abrazo.

—Te amo, Diego. Jamás pensé que algún día sería capaz de decirle tales palabras a alguien, pero todo este tiempo te has vuelto parte de mí, de mi vida, de mi ser, de todo lo que soy como persona. Se que eres el amor de mi vida, la luz de mis días, el sol de mi tormenta, la última pieza de un rompecabezas, me complementas, me haces feliz y por esa y un millón de razones más, te amo. —prontamente las lágrimas recorrieron los rostros de ambos, estaban viviendo uno de los momentos más importantes de su vida entera.

Todo era mutuo. —Y yo te amo a ti, Nahin. Te amo como no tienes una idea, te adoro como lo más preciado que tengo, te soñé como lo más anhelado que podía pedir y ahora estas aquí, conmigo. Gracias por hacerme saber que cuando menos lo esperaba, encontré a la estrella que más brillaba. —sus miradas se conectaron, un brillo inigualable les iluminaba. Lentamente sus rostros comenzaron a acortar la distancia que los separaba, el café y el verde creaban una combinación perfecta, sus cuerpos abrazándose para transmitir el calor que emanaban, y en otro instante; sus labios se encontraron en un delicado y esperado beso.

Al principio fue un simple roce, pero pasados un par de segundos regresaron al acto anterior, pero esta vez intensificando y moviéndose según correspondía. Sus latidos se sincronizaron y sus almas conectaron. Un tacto tan suave como el de una rosa, un cariño tan puro como el aire, un amor como un romance de cine.

Conforme el tiempo avanzaba, las manos del más alto rodearon la cadera de Lainez, mientras que el de piel canela se abrazaba de los hombros del más alto.

Diego termino a ahorcajadas del cuerpo de Álvarez.

Cuando el oxígeno comenzó a faltarles se separaron al mismo instante, disfrutando el momento. Unieron sus frentes delicadamente y ambos sonreían mientras fluían en el mar de sus emociones.

Al recuperarse volvieron a besarse, y esta vez el frio desapareció, la nieve seguía cayendo sobre ambos, pero para ellos el tiempo se detuvo, todo dejo de existir. Solo eran Diego Lainez y Kevin Álvarez atrapados en su burbuja, iniciando el trayecto que el amor había preparado especialmente para ellos.  

hola, les doy la bienvenida a la recta final de esta bonita historia, muchas gracias por seguir aquí. <3

desde las gradas • kevin x diegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora