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Recuerdos dolorosos traen consigo revelaciones inesperadas.

Ya era el día, 3 de noviembre, yo cumpliendo 17 años y mi celular lleno de mensajes de felicitación, mi escritorio lleno de regalos, todo fue alegría para mí ese día.

Al llegar al instituto todos me recibieron con abrazos y felicitaciones, todos excepto Sofía, ella seguía manteniendo la distancia, aunque igualmente no me importó mucho. Ese día teníamos que llevar algún adorno navideño (no se para que lo piden un mes antes de diciembre pero bueno) así que me llevé mi gorro rojo de navidad, sentía que le daba más entusiasmo a mi presencia.

Era viernes y nos tocaba ir a nuestros grupos recreativos, este año no me importó quién estuviera, yo elegí Cocina, aunque para mi suerte (no sé si buena o mala) estaba justamente Sofía. Pensaba no hablarle durante la actividad pero para mi sorpresa no lo necesité mucho ya que solo le bastó con quitarme mi gorro.

—Devuelveme mi gorro —le pedí de la manera más amable y calmada posible para lo explotar con sarcasmos o chistes ofensivos, porque si, eso era lo mío.

Sorpresivamente, lejos de ignorarme o comportarse cruel, se quitó su bufanda y me la puso.

—Usala un rato —me dijo con una leve sonrisa que me estremeció internamente.

No me quería hacer ilusiones, no quería caer de nuevo en eso, ella me odiaba, ¿no? De cualquier modo, no interactuamos mucho en el grupo, solamente hablábamos en uno que otro momento y solo para hacer algunos chistes estúpidos o algunos comentarios sarcásticos sobre el tema de la infidelidad, fue doloroso recordar lo que le hice, sin embargo, parecía que ya no le importaba.

—Voy a comprar algún dulce porque de verdad que el azúcar me hace falta, ¿Quieres algo? —le pregunté amablemente, sin esperar ninguna respuesta.

—No gracias —dijo ella con simpleza.

—Bueno, si así lo prefieres, está bien —dije para luego bajar a la cantina a comprar cualquier dulce, aunque yo ya tenía unos en mente: Unos caramelos de menta bastante adictivos con diferentes sabores; esos son una delicia.

Al bajar todos me vieron raro, y varios compañeros se acercaron a molestarme.

—Ajá, yo sé de quién es esa bufanda —dijo Juan, uno de mis compañeros menos preferidos, no lo odiaba pero tampoco es que sea mi mejor amigo.

De verdad que son muy molestos.

*

El día siguió con normalidad, al final de la actividad en el grupo, Sofía me devolvió el gorro. No sé qué me ocurrió pero al final estaba tan feliz que no me importó, me gustó pasar un rato "normal".

Unas semanas después, había llegado el jueves y yo simplemente dejé que el día fluyera tranquilamente, sin embargo noté algo raro: Sofía estaba bastante callada, muy decaída. Era raro que ella no hablara, así que pensé en hablarle, pero aún no estábamos en muy buenos términos para hablar de nuestros problemas con el otro, así que opté por escribirle.


Yo: Que tienes? De por sí vives con mala cara pero nunca callada, hoy estás prácticamente muda.
Sofi: Nada importante.
Yo: Segura? Me preocupas :/
Sofi: Vaya, si le importo a alguien.
Yo: Crees que no? Pues he de decirte que te equivocas, le importas a mucha gente.
Sofi:Viendo cómo se ha comportado mi mejor amigo este tiempo, sí, siento que no le importo a nadie. Puedo faltar un día y nadie se daría cuenta.
Yo: Yo sí.
Sofi: Bueno, serías el único.
Yo; ¿Sabías que los gatos ronronean?
Sofi: No me digas -_-
Yo: Sii, son tiernos, suavecitos y peludos
Sofi: Si, lo sé, tengo un gato gordo y malcriado.
Yo:Porque tú lo malcriaste.

Me sentí feliz de poder tener una conversación con ella que no durara solo 2 simples segundos, era feliz en ese momento y planeaba serlo toda la semana.

Pero llegó el viernes, un día del que no me esperaba nada, quise estar tranquilo y sinceramente no dejaba de pensar en Sofía, no entendía porque pero ella me llenaba de alegría y calma. Pensé en decirle la verdad y expresarle lo que sentía.

Pero como si se tratara del karma, tanto el mismo viernes como el lunes participamos en un juego el cual consistía en que te elegían a dos personas al azar, las cuales se debían besar, pero si no estaban de acuerdo no lo harían.

El caso es que en ambas ocasiones le tocó besar a los mismos tres chicos (entre esos yo), pero beso a todos menos a mí.

Y al conectar algunos puntos me di cuenta de algo que quería ignorar con todo mi corazón pero sabía que ni podía: Sofía se sentía atraída por otro chico. No quería aceptarlo, pero no había otra opción.

Con O Sin Tí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora