Capítulo Extra 2

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Arrivederci hermano mío

Era viernes, día de grupo recreativo, honestamente solo seguía en Psicología por obligación, ya que mi madre me había obligado a estar ahí en vez de pagarme terapia por algunos traumas de mi vida, pero no quise dar mucha importancia al asunto.

Como siempre me senté al lado de Andreina, ella tan enérgica como siempre me abrazó, planeaba prestar atención a la actividad de ese día hasta que oí de que trataría: Traumas de hace años.

No quise oír nada pero igualmente a la profesora no le importo quienes querían o no participar, empezó a relatar varias anécdotas sobre la familia y todo hasta que nos dijo algo que me quebró por dentro: “Imaginen a alguien que ya no esté, que quisieran recuperar, acepten que ya no está”.

Eso me dolió profundamente, tanto que empecé a llorar pero me puse la capucha de mi suéter para que nadie me viera, aunque Andreina si logró verme.

—¿Que tienes? —me preguntó con una voz dulce y serena, con un tono que buscaba calmarme.

Ante mi falta de respuesta y mis pequeños sollozos solo me abrazó y me dijo:

—Tranquilo, aquí estoy para tí —dijo sin soltarme.

Planeaba quedarme callado pero confiaba muchísimo en Andreina, así que empecé a contarle todo.

—Cuando tenía 8 años tenía un hermano, Alexander. Ese año, como siempre, nos fuimos de vacaciones y nos quedamos en la misma residencia de siempre, justo en la misma cabaña de siempre... —hice una pausa para no llorar, era difícil para mí hablar del tema.— Un día mis abuelos salieron a hacer las compras y mi mamá se fue a la piscina, dejándome solo con mi hermano; estuve jugando con él hasta que mi mamá me pidió el favor de pasarle una toalla, se la llevé y cuando volví escuché un golpe seco, al entrar Alex no se movía... —traté de no llorar ni sollozar para no mostrarme débil pero fallé, la voz se me quebró y me empezaron a salir las lágrimas, sin embargo no me detuve—. Pensé que estaba dormido e intenté levantarlo, mas no se movió, cuando mi madre llegó ella notó lo que yo no pude: mi hermano estaba muerto; y no ha pasado un solo día en que no me culpe por ello.

Andreina me abrazó, me cautivó mientras yo me desahogaba y dejaba salir mi llanto, necesitaba soltarlo todo o iba a explotar. Por supuesto que ella no se quedó callada y me intentó animar:

—Tranquilo no es tu culpa, eras solo un niño, no sabías que podía pasar —me acarició el pelo y de repente me hizo una petición inesperada y un tanto cómica—. Prestame tu cuaderno.

No sabía que planeaba hacer hasta que leí un mensaje que me escribió en una de las hojas: “No fue tu culpa chocorramito, él está tranquilo donde está pero no estaría feliz si ve que sufres. A veces es mejor que dejes ir algunas cosas♡”

Mis labios dibujaron una sonrisa ladina pero sincera, la abracé con muchísimo cariño y suspiré al sentirme tranquilo. Quizás solo debía dejar ir el recuerdo de mi hermano para borrar mi dolor.

Andreina siempre ha sido una gran amiga, a pesar de que no siempre podemos hablar sé que ahí está para mí.

Con O Sin Tí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora