Blue (GrimmIchi)

El uno para el otro

///Ichigo///

Mi vida ha tomado un buen camino últimamente, mi amor por Grimmjow no deja de crecer y quien tampoco lo hace es nuestro hermoso hijo que está por cumplir un año. Aún no puedo creer lo rápido y bien que se ha pasado el tiempo. A veces me gusta rememorar cuando llegué a la isla, sólo para sonreír porque Blue y yo sí que avanzamos desde darnos un beso hasta tener una linda familia juntos.

Con ello nuestros días transitan tranquilos, por ahora sólo trabajo tres días por semana en el club durante un par de horas ya que mi prioridad es pescadito. Durante ese tiempo papá lo cuida por nosotros y ya que regreso antes a casa lo recibo y paso tiempo con mi bebé regordete mientras esperamos a que Blue regrese.

Ya que se va muy temprano, Grimmjow siempre se asegura de volver a casa para la comida y con ello tenemos libre el resto de las tardes para disfrutar nuestra pequeña familia. Pero ya que mañana es el cumpleaños de pescadito, le he estado planeando una fiesta en la playa e inclusive hoy fui a hacer unas compras y demás.

Por ahora salgo de mis ensoñaciones al escuchar un claxon, por lo que dejo el tazón de fruta partida que me estaba comiendo y camino al jardín mirando el auto de papá llegar. Sonrío contento de verlo, aunque con curiosidad por cómo está vestido. Este va a la puerta trasera que abre para sacar a su nieto de su asiento especial.

—Hey, viejo, ¿Qué tal se portó?

—Es un angelito a comparación de como eras tú, mira que todo tirabas y rompías y hasta tierra comías apenas te dejaban un segundo solo.

—Diría que me ofende muchísimo, pero me da gusto saber que es un buen niño. —río recibiendo a mi lindo bebito.

—¡Mami! —chilla emocionado y ya me encuentro besuqueándolo porque no puede ser lo hermoso que es.

—Te extrañé, bebé. —lo acaricio y él se abraza a mí.

—¿Todo salió bien con los preparativos? —me pregunta mi viejo.

—Todo genial, aparté el lugar en la playa, compré todo lo que necesitaba para la comida y renté las mesas y sillas.

—Me alegra oírlo, hijo, mañana será un gran día, ya lo verás. En cuanto a nosotros, este lindo jovencito y yo desayunamos, luego dormimos otro rato al ver una película y después me acompañó a caminar por el malecón.

—Suena a que la pasaron muy bien, ¿Verdad, pescadito? —le hago cosquillitas en la pancita y mi hijo ríe encantador mostrándome sus diminutos dientitos. —Aunque, ¿Y eso? ¿Nuevo atuendo? —le pregunto a mi viejo que no parece entender hasta que ve su ropa.

—Oh, creo que no te lo había contado. —se rasca la nuca y parece casi apenado. —Es mi kendogi, mi uniforme. Desde hace unas semanas, ya que tengo tanto tiempo libre, me metí a clases de kendo de nuevo, ya sabes para hacer algo de ejercicio y despejarme la cabeza.

—Viejo, eso es genial. —vaya que me ha sorprendido gratamente.

—Sí, creí que había perdido el toque, pero me va muy bien y aunque me daba algo de vergüenza pensar que ya estaría grandecito para ello, a las clases que voy por la tarde va mucha gente de mi edad e inclusive he hecho algunos amigos. De hecho, junto a un par de ellos iré a cenar hoy por la noche. Lo único malo de todo es que el dojo queda en la parte este de la isla y me toma una hora y media llegar, ojalá hubiera algo más cerca.

—Entiendo, pero papá es maravilloso lo de tus clases y los amigos nuevos. En serio, es genial, estoy muy alegre por ti. —digo genuinamente contento porque en definitiva he notado como en las últimas semanas se ve más tranquilo y hasta contento. Y es que creí que tras verse rechazado por el Dr. Ryuken volvería a derrumbarse, pero al contrario, parece estar más enfocado en sí mismo tal y cómo debió haber hecho desde hace mucho.