Extra

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Tyler miró a Emily mientras jugaban en el parque, una sensación extraña revoloteaba en su estómago.

— ¿Por qué te sonrojas tanto cuando hablas con Emily? —preguntó su amigo Gabe.

— No sé de qué estás hablando —respondió Tyler, evitando el contacto visual.

Mientras compartían risas y secretos, Tyler notó que su corazón latía más rápido cuando Emily estaba cerca.

— Oye, Tyler, ¿por qué no le dices que te gusta? —sugirió su amiga Annie.

— ¡No me gusta! Solo somos amigos —insistió Tyler, tratando de convencerse a sí mismo.

Sin embargo, cada vez que Emily sonreía, Tyler sentía un nudo en la garganta. Intentó expresar sus sentimientos, pero las palabras se atascaban en su garganta.

— Tyler, estás actuando raro últimamente —comentó Emily, mirándolo con curiosidad.

— No, no estoy actuando raro. Solo... no sé —titubeó Tyler.

Las tardes en el parque se volvieron un torbellino de emociones confusas. En su habitación, Tyler se encontraba escribiendo en su diario sobre Emily.

— ¿Qué escribes? —preguntó Gabe, curioso.

— Nada importante —respondió Tyler, cerrando rápidamente el diario.

Una tarde, mientras caminaban juntos, Emily le regaló un pequeño dibujo.

— ¿Te gusta? —preguntó con una sonrisa.

Tyler asintió, incapaz de articular lo que realmente pensaba. Se sintió agradecido y abrumado por sus propios sentimientos.

Los días pasaron, y aunque Tyler anhelaba expresar sus emociones, el miedo lo paralizaba. Se preguntaba si Emily notaba su nerviosismo.

Finalmente, una tarde en el parque, Emily le habló.

— Tyler, ¿hay algo que quieras decirme?

Tyler se puso nervioso, pero sus labios no pronunciaron las palabras que su corazón tanto deseaba expresar. En cambio, sonrió y respondió:

— Solo estoy contento de ser tu amigo, Emily.

A medida que pasaban los meses, la amistad entre Tyler y Emily se fortalecía. Compartían risas, secretos y aventuras, pero en el corazón de Tyler crecía una verdad que se resistía a salir.

— Emily, ¿alguna vez has sentido algo que no puedes explicar? —preguntó Tyler en una de sus conversaciones nocturnas.

— Sí, a veces siento cosas extrañas, ¿por qué lo preguntas?

Tyler vaciló, sintiendo el peso de sus palabras.

— No, nada en particular. Solo estaba pensando en cosas extrañas, supongo.

Aunque Emily pareció aceptar la respuesta, algo en sus ojos hizo que Tyler se sintiera vulnerable. La chispa de la posibilidad flotaba en el aire, pero la incapacidad de Tyler para expresar sus sentimientos impedía que esa chispa se encendiera.

En la escuela, Tyler notó que Emily empezaba a pasar más tiempo con otro compañero. Celos sutiles se colaron en su pecho, pero Tyler se esforzó en mantener una fachada de indiferencia.

— Tyler, ¿alguna vez te ha gustado alguien de verdad? —preguntó Emily durante una tarde tranquila en el parque.

Tyler sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Era su oportunidad, pero el miedo le apretaba la garganta.

— Bueno, no sé. Supongo que sí, pero es complicado —respondió Tyler evasivamente.

Emily asintió con comprensión, pero un atisbo de tristeza cruzó sus ojos. Tyler lo notó, pero no pudo reunir el coraje para abordar la conversación de manera honesta.

Las estaciones cambiaron, y con ellas, la dinámica entre Tyler y Emily. A pesar de la creciente distancia emocional, seguían siendo amigos cercanos, compartiendo risas y confidencias.

Una tarde de verano, Emily se despidió con un abrazo afectuoso.

— Gracias por ser un gran amigo, Tyler.

Tyler asintió con una sonrisa, pero su corazón latía con la pesada verdad que nunca se atrevió a revelar. Mientras veía a Emily alejarse, se preguntó si alguna vez sería capaz de liberar las palabras que su corazón guardaba celosamente.

My own magnoliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora