Unidos Somos Fuertes (Chat Noir/Adrien y Tú)

Senti-Bubbler

Bajé las escaleras de la mansión, nuevamente todo estaba oscuro, y la poca iluminación que se me proporcionaba era la de los truenos que impactaba a las afueras de la estructura.

Escuchaba la lluvia torrencial y el frío me calaba incluso a través de mi suéter.

Volví a escuchar la música de piano provenir de la oficina de Gabriel, está vez, a diferencia de la anterior, fruncí el celo, y dando pasos decididos me dirigí hacia ese lugar.

Empujé la puerta y entré, el viento comenzó a levantar mis cabellos y los relámpagos solo me permitían ver con claridad a segundos.

Comencé a caminar hacía la pintura de Emilie, pero entonces escuché una voz detrás de mí.

—Mi preciosa, ________ —me giré con brusquedad y vi a una figura que creía que no iba a volver a atormentarme jamás.

—¿Toda esta oscuridad? ¿El frío? —Chat Blanc rio sin ánimo—. ¿De verdad vale la pena todo lo que están haciendo?

Entrecerré los ojos y me puse rígida. —¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Vengo por ti, amor mío... Ya no hay secretos, lo descubrimos —comenzó a acercarse hacia mí.

—¿Descubrimos qué? —cuestioné.

—Lo que nos une, desde luego —su mirada comenzaba a dejar de ser cuerda, y sentía todos los vellos en mis brazos comenzar a respingarse.

—Todo este tiempo estuvo frente a nuestros ojos —dejó salir un silbido—. Ahora podemos estar juntos, sin miedo, sin temor a... Desaparecer —me tomó de la mano con fuerza.

Por inercia me quise hacer hacia atrás, pero el chasqueó la lengua y sacudió la cabeza. —No, no, sé que quieres escapar, pero no puedes huir de la verdad, princesa —dijo.

A diferencia del Chat Blanc con el que me enfrenté, podía decir que éste tenía mínimo una pizca de control en su ser.

—Cuando lo descubras, preciosa, y lo harás —con sus garras trazó mi mandíbula—. Puede que cuestiones toda tu existencia.

Me hice hacia atrás. —Tú no eres el chat que conozco —mencioné.

—Me prometí a mí misma que Adrien jamás volvería a caer en ese abismo de oscuridad —dije—. Y que estaría dispuesta a ser yo.

—¿Y no tienes miedo? —me preguntó.

—¿A qué? —respondí.

—A la verdad.

—Le tengo más miedo a las mentiras —respondí.

Él suspiró. —¿Me tienes miedo a mí? ¿Así akumatizado? —preguntó.

Sacudí la cabeza. —No, después de todo, Adrien está ahí —mencioné.

Chat Blanc contigo de lado. —¿Y si esto volviera a pasar... Que lo akumaticen, me refiero... Tomarías su lugar? —se acercó de nuevo a mí.

Pero de algo estaba segura, y era que no volvería a dejar que Adrien pasara por esa situación.

—Totalmente. —Dije con seguridad.

Él se encogió de hombros. —Bueno, solo ten cuidado —dijo.

Seguido a esto me empujó y sentí que comencé a caer en un vacío inmenso, todo se volvió negro y entonces...

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Me desperté de golpe con un gran jadeo, de inmediato busqué con las manos mis collares y comencé a jugar con ellos.