Capítulo diez

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𝓐𝓶𝓪𝓷𝓭𝓪

-¿Qué?
Que no haya dicho lo que creo que había dicho. Mara echó a andar por el corredor esperando, claramente, que la siguiera.
-Debo ir a trabajar, así que te llevaré de nuevo a los cuarteles de tu familia. El doctor Zakar aseguró que alguno de ellos regresaría contigo pronto. No quiero que se preocupen, en caso de que ya hayan vuelto. En realidad, ninguno de los dos había vuelto. Sola y sintiendo curiosidad por su contenido, abrí la caja.
PPA. Paquete de... ¿En serio?
Dentro de la caja, había más de una docena de herramientas con formas extrañas, extremos protuberantes, centros retorcidos y herramientas con extremos abiertos que lucían mucho más como una llave inglesa, o como algo que se utilizaría para reparar un coche. Sacudiendo mi cabeza, pasé la yema de mi dedo por la larga superficie desigual de un objeto metálico sumamente extraño que parecía estar brillando.
No tenía idea para qué se utilizaban ninguno de estos objetos, y ninguno de ellos parecían ser utilizados en la... esto... la zona anal. Suponía que Robert querría por lo menos uno de estos objetos, como la vara ReGen. La agencia quería tecnología, y aquí había una caja repleta de ella. Sin importar para qué se utilizar estaba segura de que los científicos de la agencia podrían aplicar ingeniería inversa y hacer algo útil con esto. Y también estaba la herramienta sanadora. Tenía que hacerme con una de ellas y descubrir la manera de enviarlas a la Tierra.

Escudriñé los otros objetos y conseguí uno que lucía inusual. Sacándolo de la caja, jugueteé con él, preguntándome que sería. Era una barra como de quince centímetros, con dos círculos en los extremos. Estaba hecha de metal ligero y era bastante básica, lucía como una llave de tubo con dos extremos. ¡Qué extraño!
Deambulé por nuestros cuarteles sosteniendo el extraño objeto, jugueteando con los extremos e intentando descubrir para qué serviría. Estaba cerca del sofá cuando escuché que la puerta se abría de par en par, y Grigg me llamó.
-Amanda. ¿Ya estás de vuelta?
Temiendo ser pillada con la rareza en mis manos, me arrodillé rápidamente para esconderla debajo del almohadón azul oscuro.
-¡Compañera!
Su grave voz hizo que mi corazón diese un vuelco y que mi vagina lo deseara. Me di la vuelta para verlo a la cara; estaba de pie a pocos pasos de distancia, con las manos alrededor de su cadera. Había sido pillada con mi mano bajo las almohadillas y mi trasero al aire. Sabía que mi rostro se había ruborizado, y el calor que sentía en el rostro empeoró cuando alzó una de sus oscuras cejas.
-Siento haberte dejado sola.
Parece que Mara se ha ocupado de ti. Hizo que la distancia entre nosotros desapareciera, y susurró:
-Me encanta cómo le sienta el color azul oscuro de los Zakar a tu redondeado culo. Aunque me parece que me gustas mucho más cuando solo estás vestida con una sábana.
Sentí calor por sus melosas palabras, por el deseo que desprendía su tono. Solo oír su voz, tenerlo en la misma habitación, era excitante.
-¿Qué escondes? -me preguntó, apuntando al sofá. No tenía otra opción más que sacar el objeto que estaba bajo las almohadillas y mantenerlo en alto.
-Realmente no lo sé -respondí, con honestidad.
A pesar de que esconderlo podría resultar extraño, no tenía que mentir sobre nada. De pie, apunté a la caja.
-Retiramos una caja de emparejamiento, pero no he descubierto aún para qué se usan estos objetos.
Grigg colocó sus dedos sobre el borde de la caja y lo deslizó sobre la mesa, viendo su contenido.
-Sí, conozco la caja. Pero dime, compañera, ¿por qué estabas escondiendo ese objeto en específico?
-Yo... yo...
Yo podía engañar excelentemente para salir de cualquier situación. Podía inventar cosas sobre la marcha sea aquí o allá. Pero ahora...
-No lo sé.
Grigg soltó un bufido evasivo por toda respuesta.
-Compañera, debes tener en cuenta que los collares que compartimos también nos permiten reconocer emociones. Por ejemplo, debiste haber percibido que estaba extremadamente excitado cuando entré a la habitación. La necesidad que siento por ti probablemente ha intensificado tu propio deseo.
Eso tenía sentido, porque lo había deseado desde el momento en el que cruzó el umbral. En realidad, aún lo deseaba.
-También hace que percibamos otras emociones, como el nerviosismo -tomó el objeto de mis manos, dándole la vuelta con sus grandes manos-. O las mentiras.
Tragué en seco.
Maldita tecnología. ¿Cómo se suponía que podría ser una espía cuando cada uno de mis pensamientos y sentimientos eran desenmascarados?
-Realmente no sé qué es eso.
Tomó la caja y sacó un objeto mucho más pequeño.
-Le pedí a Mara que se encargara de que recibieras tu caja. En nuestro apuro olvidamos tomar una en la estación médica luego de tu examinación. Me ruboricé ante el recuerdo de esa examinación.
-¿Qué son todas esas cosas? -pregunté. Abrió la tapa, me mostró un nivel que aún no había visto, y sacó lo que reconocía como un tapón anal.
No dije nada, mi centro de placer se calentó, mi vagina y mitrasero palpitaron. De repente, las iniciales PPA tuvieron mucho más sentido. Seguramente no todo lo que estaba en esta caja era...
Grigg sonrió.
-A todas las nuevas compañeras se les da un set de preparación. No podemos estar completamente conectados hasta que Rav y yo te reclamemos y follemos juntos.
-Ah -respondí, imaginando cómo estaría entre los dos, cómo sus miembros me invadirían del todo.
Justo como en mi sueño. Maldito sea mi cuerpo desenfrenado, pero todo partía desde ese sueño. Dos hombres. Los dos me follaban, me rellenaban, me hacían suya.
-Aparentemente, Mara sintió que no solo necesitábamos la caja de tapones básicos, sino objetos mucho más complejos.
Apunté la barra de metal y fruncí el ceño.
-¿Es un juguete sexual? -pregunté.
-Un juguete sexual -Grigg asintió-. Me gusta ese término, porque esto definitivamente es un juguete. Uno con el que me muero por jugar. ¿Yo? Lo estaba dudando, ya que parecía más una llave inglesa de dos cabezas que un juguete.
-Estabas tratando de ocultar un juguete sexual en el sofá. De nuevo, dime, ¿por qué? Demonios. Mordí mi labio y lo observé.
-Yo... no lo sé. Fue algo tonto.
Lo tomó de mis manos, pensativo.
-Sí, dijiste eso. Y yo te dije que sabía que mentías. Bueno, no funcionó ni la primera ni la segunda vez. Rayos.
-¿Lo ocultaste porque no querías que lo usara contigo?
Asentí, quizás mucho más enfáticamente de lo que era necesario.
-Pero no sabes qué es. ¿Cómo puedes decir que no te gustará?
Me encogí de hombros, pues no tenía ninguna respuesta para eso.
-¿Y si te dijese que te gustará? ¿Que jamás usaría algo que no disfrutaras? ¿Confiarías en mí lo suficiente como para dejar que lo use contigo? Sus ojos eran tan oscuros, tan serios; y, aun así, su voz era tan suave y gentil. Me estaba persuadiendo, porque sentía que quería usar ese juguete. Conmigo. Justo ahora.
-¿No dolerá? -pregunté, posando mi mirada sobre el extraño objeto.
-Será un dolor placentero.
Cuando di un paso atrás y me mostré escéptica, añadió:
-Confía en mí.
Relamí mis labios y lo miré. Lo miré de verdad. ¿Confiaba en él?
-Si aún no confías en mí, confía en nuestra unión. Confía en que sé lo que te gusta, lo que quieres. Lo que necesitas.
-¿Y necesito eso? -apunté al juguete misterioso.
-Pues descubrámoslo.
Quítate la camisa.
Eché un vistazo al pequeño objeto metálico que tenía en las manos, y luego al propio Grigg. Estaba de pie, pacientemente, esperando con calma a que decidiera qué tan atrevida estaba dispuesta a ser.
-Quieres que me quite la camisa.
-Te quiero desnuda y rogando, pero la camisa es un buen comienzo.
Cielos. ¿Por qué tenía que decir cosas así? Era tan excitante.
-¿Qué es eso? -pregunté, mordiendo mis labios. Lo alzó en el aire.
-¿Esto? Es para tus pezones.
-Mis... Mis pezones se endurecieron dolorosamente ante la idea de... lo que sea que esa cosa hiciera.
-Quítate la camisa, Amanda.
-Yo... yo... -seguí resistiéndome, sintiéndome un poco nerviosa ahora.
-La idea de que le haga algo a tus pezones te excita. ¿O no es así, compañera? -Grigg dio un paso al frente-. Puedo ver que ya están duros, deseando sentir lo que sea que vaya a hacer. Puedo sentir tu interés y deseo a través del collar. Apuesto a que si explorara tu ansioso sexo con mis dedos, lo hallaría mojado,también.
Dio otro paso al frente, y colocó la barra metálica sobre la mesa, con suavidad. La ignoró por el momento, se enfocó en mí y solo en mí. Todo su poder, su tamaño, esa intensidad estaban enfocadas en mí y no tenía la fuerza para resistirlas. No podía resistirme a él. Olas de deseo azotaban contra mi cuerpo, hacían que mi vagina lo deseara, hacían que se hinchara, lista para recibir su miembro. Mis pechos se volvieron más rellenos; mis pezones, picos endurecidos. Mi piel se sentía caliente.
-Algo... algo está sucediendo conmigo. Jamás me había sentido tan excitada con tanta rapidez antes. Y ni siquiera me estaba tocando. Era similar a cuando me había puesto el collar y mis sentimientos me embargaron.
-Estás sintiendo mi excitación, también. Nuestra conexión ha comenzado, y nuestro semen, nuestra esencia de unión, ya está haciendo su trabajo en tu cuerpo. No existe ningún secreto entre compañeros. Ninguna emoción ni deseos falsos. Esta realidad te ayudará a superar tus temores.
Elevó una mano a la altura de mi brazo, pero no lo tocó. Lo deslizó en el aire, pero sentí la chispa, la calidez de ese cuasi contacto, y me estremecí.
-¿Esencia de unión?
-El fluido que sale de nuestros miembros es para ti. Lo froté sobre tu clítoris durante la examinación para atenuar tu miedo. Cuando te follamos, también, nuestro semen bañó tu vagina. Te marcó. Te rellenó. Los químicos de unión que están en nuestra semilla se introducen en tu cuerpo, y son esenciales. Es la única manera en la que los guerreros de Prillon crean lazos con sus compañeras.
-¿Me drogasteis con vuestro semen? -pregunté.
Se encogió de brazos, y no se apenó en admitirlo.
-Drogar no es la palabra adecuada. Tu deseo, tu aprobación es solo otro signo de que nos perteneces. Ahora mismo, ni siquiera te he tocado y ya estás cerca de correrte. ¿O me equivoco?
Estaba jadeando ahora, la habitación se sentía calurosa.
-No.
Tenía que confesarlo. Era obvio que me afectaba... de alguna manera.
-Entonces confía en que te haré sentir bien. Quítate. La. Camisa. Su voz bajó un tono, sonaba penetrante. Había hablado conmigo sobre mis preocupaciones, pero ahora su paciencia se había agotado. Podía sentir eso, también.
Buscando el dobladillo de la camisa, lo levanté y me la quité, arrojándola al suelo. Grigg observó mientras hacía esto, y mantuvo su mirada fijamente sobre mi pecho mientras lo descubría. El extraño sujetador -similar al de la Tierra, con un alambre y copas, aunque sin relleno-revelaba mis pechos hinchados. Era como un semisujetador, solo que mucho más "semi" que cualquier cosa que haya visto antes en la Tierra. Si jadeaba, estaba segura de que mis pechos se saldrían.
Con un solo dedo, Grigg puso a prueba esa teoría; tomó el material justo en el borde de la tela blanca y tiró de él. Mi pezón se vio al descubierto, tenso y endurecido. En el momento en el que exhibió mi otro pezón, jadeé; el frío aire de la habitación los endurecía mucho más.
-Dios. Eres hermosa -exclamó, exhalando una respiración contenida.
Sentí cómo su deseo se intensificaba, especialmente cuando deslizó uno de sus nudillos sobre la colina de uno de mis pechos.
En ese momento me sentí hermosa ante sus ojos; su expresión era de impaciencia, necesidad y oscuro deseo. Su necesidad era como un espiral, como un manantial. Inclinándose, atrapó el pezón con sus labios, lo chupó y lamió. Mis dedos se enredaron en su cabello y se aferraron a él. Luego de unos minutos, pasó al otro pecho e hizo lo mismo, y luego los miró a ambos. Eran de un color rosa fuerte, y relucientes por sus atenciones. -Así se ven mejor.
Lo miré con ojos llenos de deseo. Solo podía asentir, porque así era mejor, y, aun así, era muchísimo peor; pues estaba impaciente por sentir más.
Sin dejar de mirarme, tomó la barra metálica y la sostuvofrente a mis pechos. Presionando un botón, el grosor se ajustó para que los círculos tuviesen el mismo espacio que mis pezones.
Grigg lo presionó suavemente contra mis pechos, moviendo ligeramente mi tersa piel para que el pezón estuviera posicionado en medio del círculo.
Hizo esto mismo con los dos.
Miré hacia abajo y me quedé observando, fascinada por el extraño objeto. Conocía las pinzas para pezones, que eran como pequeños ganchos que pellizcaban los pezones. A veces se utilizaba joyería decorativa o cadenas colgantes. Pero esto... esto era diferente. ¿Una barra unida con qué? ¿Succión? ¿Una cincha? No estaba segura de cómo funcionaba.
Posó su mirada sobre la mía.
-¿Todo bien? -preguntó.
No dolía en lo absoluto. El metal se sentía cálido contra mi piel, así que asentí. Presionó otro botón en el centro, y una luz color amarillo pálido comenzó a brillar. Al mismo tiempo, la abertura de los círculos que estaban alrededor de mis pezones se hizo más estrecha hasta que Grigg pudo retirar su mano; el juguete colgaba de mí. La presión no era tan fuerte, pero sí que jadeé. Mis sensibles pezones estaban siendo estrujados levemente.
La luz cambió a un color amarillo oscuro.
-Eso es todo -dijo Grigg, quitándose su camisa y arrojándola al suelo.
Dios mío. Su pecho era gigante y extremadamente musculoso. Sus hombros eran anchos, tenían el doble de grosor que los míos, y todo ese poder contenido en un corpulento abdomen y un descomunal pene que, según lo que veía, ya estaba duro y listo para tomarme.
-¿Eso es todo? -repetí, mirándome.
No dolió, pero tampoco era muy excitante -No es un juguete tan bueno -repliqué, ligeramente decepcionada.
-Bueno, aún no te estoy follando -contrarrestó.
Fruncí el ceño mientras se desnudaba completamente. Su armadura cayó al suelo y colocó algo en una pequeña cómoda entre el sillón y la cama. No vi el objeto que colocó allí, porque su miembro estaba erecto y se interponía entre nosotros, acaparando toda mi atención.
-El juguete, como lo llamas, percibe tu excitación, percibe lo que necesitas para alcanzar el orgasmo y aumentará la presión en tus pezones debidamente.
Posé mi mirada nuevamente sobre el objeto inocuo.
-¿De verdad?
Sonrió y se dirigió hacia mí.
Me quitó el resto de mi ropa hasta quedar desnuda. Incluso, me quitó mi sujetador con cuidado.
-Dios, mírate. ¿Los hombres terrícolas te decían lo espectacular que eres?
Abrí mi boca, pensando en los hombres con los que había estado en el pasado. Ninguno de sus rostros me vino en mente, pues nunca había sentido algo como lo que sentía por Grigg y Rav. Elevó una mano.
-Olvídalo. No respondas. No pienses en otros hombres cuando te toco, o tendré que darle unas cuantas nalgadas a tu culo perfecto y atiborrarte con mi miembro hasta que recuerdes que eres mía.
Quería reír, pero intuí que no estaba bromeando por completo.
-Eres nuestra, Amanda. Somos tus compañeros. Lo sientes, lo sabes.
Me ruboricé, pues sentí la veracidad de sus palabras fluir a través del collar y la ráfaga de excitación que sentía al mirarme. Los círculos que estaban alrededor de mis pezones los apretaron ligeramente y jadeé. El color sobre la barra cambió a anaranjado. Me guiñó el ojo, comprendiendo que las pinzas me habían apretado.
-Me gusta ver tu rostro cuando el juguete comienza a jugar con tus pezones duros. Quiero observar tu rostro cuando te corras sobre mi pene.
Gemí, entonces, pues las palabras que dijo eran exactamente lo que quería escuchar.
Se sentó en una silla con las piernas extendidas, chasqueandolos dedos.
Fui hacia él. La sensación de la barra en mis pechos me distraía desde que la presión aumentó.
Con una mano sobre mi cintura, me acercó hacia él, así que me monté sobre sus caderas, mis pechos estaban directamente a la altura de su rostro. Haciendo un contacto muy gentil, Grigg chupó mi pecho alrededor de la parte de afuera del círculo de metal. Primero uno, y luego el otro. El círculo se hizo más estrecho.
Mis dedos se enredaron en su cabello, intentando mantener su boca directamente sobre mí. Me retorcí sobre su regazo, moviéndome y frotando su miembro contra mi panza. Podía sentir su líquido preseminal brotando y cubriendo nuestra piel. Su calidez, la esencia de unión, como la llamaba, me hacía entrar en calor, se expandía a lo largo de mi cuerpo como si de una droga se tratase. Era una droga, pues la anhelaba. La necesitaba. El pequeño riachuelo que emanaba de él no era suficiente para mí. Quería su todo, quería su miembro enterrado dentro de mis profundidades y su semen recubriendo mi feminidad.
-¿Y qué... qué hay de Rav?
No estaba acostumbrada a tener dos hombres. ¿Había algún protocolo que dijera algo sobre estar con uno de ellos sin el otro? ¿Se sentirían celosos del otro?
-Está trabajando. Tú estás aquí, necesitas una muestra de tu juguete sexual y una buena follada. No necesitamos tomarte juntos todo el tiempo. Verás que somos insaciables, así que prepárate para tener a tus hombres de desayuno, almuerzo y cena. Con su nariz, dio un toquecito a la barra que estaba en mis pechos. Hizo que un jadeo escapara de mis labios, y tiré de su cabello. -Veamos qué tan mojada estás, qué tan lista estás para mi pene.
Me apartó de él y tomó mis caderas fuertemente mientras colocaba mi trasero sobre sus rodillas. Sostuvo mis muslos sobre los suyos mientras extendía sus piernas, haciendo que mi vagina se abriera en el espacio que había entre nosotros, resultándole sencillo verla y tocarla. Coloqué mis manos sobre sus hombros para encontrar equilibrio. Aunque sabía que no me dejaría caer, necesitaba un ancla.
-No te muevas.
Las dos palabras apenas habían sido procesadas cuando su mano se retiró de mi cintura derecha para tomar mi húmeda cueva. Sabía que estaba mojada, pues el viento soplaba sobre mi piel sensible, en donde mis fluidos recubrían la ensenada de mi feminidad.
Me exploró con dos de sus dedos mientras mantenía el contacto visual conmigo. Miré sus ojos oscuros mientras sus dedos se introducían lentamente dentro de mí. Sus ojos estaban llenos de lujuria, necesidad, deseo; y su mirada intensificó mi excitación tanto o más que la esencia de unión que había en su semen. Ningún hombre me había mirado jamás como él me miraba; como si fuese a morir si no lograba follarme. Como si fuese la mujer más hermosa del mundo. Su deseo era adictivo, me hacía sentir poderosa, a pesar de que estaba bajo sus órdenes, bajo su control. Y esa dicotomía me confundía.
Parpadeé.
-No, Amanda. No vas a mirar hacia otro lado.
Grigg me folló con sus dedos con un movimiento deslizante, lento y sensual, que me llevó hasta el cielo; pero jamás me daría el alivio que necesitaba sentir.
-No puedo... eres demasiado... Dos ásperas yemas de los dedos me tocaron en lo profundo, acariciando la entrada hacia mi útero; mis piernas se tensaron y mi cuerpo se sacudió ante la sensación. Dios, estaba tan adentro de mí.
-¿Demasiado qué? -gruñó.
Negué con la cabeza, no dispuesta a responder o incapaz de hacerlo. No estaba segura cuál de las dos era. Mi mente se volvía un desastre a medida que el juguete sobre mi pezón cambiaba a un color rojo oscuro, enviando una pequeña descarga eléctrica mientras me apretaba más, justo lo suficiente como para hacerme gemir, con esas cosquillas eléctricas.
Grigg suspiró y apartó una mano de mi húmeda vagina, y la otra de mi cadera. Extrañé su contacto de inmediato, sintiéndome fría y vacía repentinamente; en extremo sola. Anhelaba nuestra conexión física, el contacto con su piel era como bálsamo para mis sentidos. Era libre para ponerme de pie, para bajarme de su regazo y escapar de cualquiera que sea el juego que estábamos jugando. Pero no lo hice. Me quedé justo ahí en donde estaba, abierta y jadeando, totalmente aterrorizada de lo mucho que quería darle placer. Quería más. Quería lo que sea que él me diera.

¿Cuándo había hecho la transición de una espía brillante e independiente a una mujer necesitada y dependiente? ¿Y por qué con él? Rav me excitaba, y me sentía a salvo con él, deseada y satisfecha; pero había algo en Grigg que me hacía perder mi maldito juicio. Con Grigg, me perdía a mí misma, y eso me asustaba mucho más que cualquier otra cosa. Mucho más que recibir un disparo durante una persecución a toda velocidad. Incluso, más que la propia muerte.
La coincidencia es del 99%... Es perfecto para ti en todos los sentidos. Las palabras de la guardiana Egara retumbaban en mi cabeza. Esa era la única explicación. El protocolo de emparejamiento debía funcionar, tal y como lo prometían. Lo que significaba que Grigg debía ser realmente mío. Si eso era cierto, entonces debía ser honrado, leal, honesto. Si no lo era, entonces no lo habría querido; no me habría sentido atraída por él. El carácter era importante para mí. Por lo tanto, Grigg no era el tipo de hombre que se aprovecharía de un planeta entero y de su gente, tal y como Robert lo había insinuado. Jamás lo haría. ¿La CIA se había equivocado? ¿Éramos, quizás, demasiados nuevos en la Coalición como para comprender, o es que estaba demasiado drogada por la lujuria y no podía ver la realidad?
-Me has mentido, Amanda.
-¿Qué? Entre mi vagina húmeda, mis pezones pellizcados, mi corazón retumbante y mi mente atemorizada, no podía procesar lo que acababa de decir.
-Me has mentido sobre los juguetes sexuales. Sobre muchas cosas, me temo.
Sintiéndome nerviosa, intenté cerrar mis piernas, pero sus manos se posaron sobre mis muslos como si fuesen pinzas.
-No sé de qué estás hablando. Aquel suspiro y aquella decepción que provenían de él, y que sentía por medio del collar, entristecieron mi corazón. -¿Qué hacías con la caja? -Nada. Solo la estaba mirando. ¿Qué podía decir? ¿Oh, bueno, Grigg, estaba intentando descubrir cómo enviar estos tapones anales y pinzas electrónicas para pezones a la Tierra para la CIA? Eso era extremadamente ridículo, tal como lo eran mis acciones. ¿Estaba tan desesperada por seguir órdenes que enviaría algo del Paquete de Preparación Anal para que lo analizasen? Eso era estúpido. Y yo no era una mujer estúpida. Muy rara vez me mentía a mí misma, pero parecía que eso era justamente lo que había estado haciendo desde mi llegada. Mintiéndome a mí y a mis compañeros. Hice silencio hasta que, tan rápidamente que no tuve tiempo de protestar, me hallé inclinada sobre las rodillas de Grigg. Mi trasero estaba en el aire y sus manos se encontraban sobre mi espalda, sosteniéndome. Tuvo cuidado con la barra sobre mi pecho. -Me has mentido de nuevo. -No -negué con la cabeza mientras miraba al suelo, con los ojos abiertos de par en par. Su mano aterrizó sobre mi trasero y sentí un doloroso escozor. Jadeé. -¿Qué crees qué estás haciendo? -Te estoy azotando. Te dije, compañera, que serías castigada si le mentías a tus compañeros. Su mano aterrizó nuevamente en mi otra nalga, y por algún motivo extraño, la nalga izquierda era mucho más sensible que la derecha. Arqueé mi espalda y grité ante la sensación placentera de dolor que me embargaba mientras sentía cómo el calor sobre mi piel se extendía hacia mis muslos, mi estómago, mi clítoris. La pinza sobre mis pezones hizo más presión sobre mí. ¡Zas! ¡Zas!Grigg gruñó, sus ásperas manos masajeaban mi trasero, en el punto en donde me había dado las nalgadas. Su voz sonaba ronca. -Tu culo es perfecto, Amanda. Tan redondo. Tan delicioso. Se contonea tan perfectamente cuando le doy nalgadas. Me encanta como rebota cuando te follo. Cuando su siguiente azote aterrizó sobre mi trasero, estaba mucho más húmeda de lo que había estado antes; el escozor se esparcía mucho más rápido ahora, directamente a mis pezones pellizcados. ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! Me retorcí mientras las pinzas me pellizcaban y soltaban, pulsando mis sensibles pezones, haciéndoles cosquillas con electricidad después de haberlos soltado; soltándolos luego de cada golpe que propinaba la mano de Grigg a mis nalgas. A la izquierda. A la derecha. Una y otra vez me azotaba hasta que no pude contenerme más, mi cuerpo estaba fuera de control y salvaje. La mano que me sostenía por la espalda me sujetó, y me di cuenta de que no tenía ningún sitio al cual ir; no tenía ninguna opción, excepto someterme mientras el fuego recorría todo mi torrente sanguíneo y la humedad se desbordaba por mis muslos. Grité, no de enojo ni de dolor por los azotes, sino de placer. Placer increíble, perfecto, doloroso. Dios, esto era un desastre y no me importaba. Estaba tan endemoniadamente excitada que estaba a punto de tener un orgasmo, y de todos modos no me importaba. Mi mente estaba en blanco. Maravillosa y absolutamente en blanco. Mi cuerpo se dejó caer, sumiso, ansioso por el escozor que me provocarían sus próximos azotes, su dominancia. Anhelaba probar el último bocado de dolor que me haría correrme.

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Espero sus votos si les gusto el capítulo! :)

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