Capítulo dos

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𝐂𝐨𝐦𝐚𝐧𝐝𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐆𝐫𝐢𝐠𝐠 𝐙𝐚𝐤𝐚𝐫, 𝐅𝐥𝐨𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐂𝐨𝐚𝐥𝐢𝐜𝐢ó𝐧, 𝐒𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫 𝟏𝟕

La nave exploradora del Enjambre pasó a toda velocidad justo cerca de la punta del ala derecha de mi caza, y lo dejé ir, sintiéndome mucho más preocupado por el crucero de ataque, mucho más grande y altamente blindado, que estaba ante mí.
—Nave capitana en el rango de alcance. Voy a entrar — informé a mi tripulación, a bordo de la Nave Zakar, mi navío de guerra, para que pudiesen coordinar al resto de las alas de batalla alrededor de mi unidad de asalto.
—No hagas nada estúpido esta vez.
La voz seca que llegó a mis oídos pertenecía a mi mejor amigo y al doctor más prestigioso en este sector del espacio, Conrav Zakar. Rav, pues para mí siempre había sido Rav, también era mi primo. Habíamos luchado juntos desde hacía más de diez años, y habíamos sido amigos por mucho más tiempo que eso. No podía evitar que las comisuras de mis labios se alzaran en una sonrisa irónica. Incluso en medio de una batalla, aquel imbécil aún me divertía.
—Si hago algo así, prepárate para echarme un remiendo.
—Un día de estos te dejaré desangrarte —dejó escapar una risa, y mi sonrisa se transformó en una sonrisa burlona detrás de la máscara transparente de mi casco de piloto.
—No, no lo harás —sacudí la cabeza debido al humor negro del bastardo mientras apuntaba hacia un punto débil situado en la parte inferior del navío del Enjambre, y disparé un cañón sónico esperando que desintegrase a la maldita nave.
A mi derecha, volando en formación de batalla, dos pilotos de mi unidad de combate disparaban cañones de iones al mismo tiempo. La luminosidad del ataque era cegadora.
Se oían gritos de júbilo a través de mi equipo de comunicaciones cuando la nave del Enjambre explotó, reduciéndose a pedazos justo frente a mis ojos. Había un par de naves más que debíamos perseguir y eliminar, pero no perdería más cargueros o estaciones de transporte en este sistema solar. No durante un largo rato, por lo menos, y nunca más bajo mi mando.
—Buen trabajo, Comandante —podía oír la sonrisa que se reflejaba en la voz de Rav—. Ahora, trae tu trasero de vuelta a esta nave, en donde debería estar.
—Aquí es donde pertenezco, luchando con los guerreros.
—No por más tiempo —la voz de mi segundo al mando, el capitán Trist, retumbó en mi cabeza; no hizo ningún esfuerzo para ocultar su disconformidad.
Demonios. Era un hombre tan apegado a las reglas, que incluso tenía la guía de normas entera metida en el culo.
—Trist, si me quedara en el puente de comando todo el tiempo te aburrirías.
—Te arriesgas demasiado, Comandante. Corres riesgos que no deberías estar corriendo. Tienes a casi cinco mil guerreros, novias y niños bajo tu responsabilidad.
—Bueno, Capitán, si muriera hoy, estarían todos en buenas manos.
Rav respondió:
—No. Estarían pidiendo clemencia al general Zakar.
—Entendido. Regresando a la nave ahora mismo.
Si los soldados del Enjambre llegaran a asesinarme, o aún peor, si me capturaran y contaminaran, mi padre, el general Zakar, probablemente vendría hasta aquí y asumiría el mando de la Nave Zakar por su propia cuenta. Era verdad que podía llegar a ser algo audaz, pero mi padre era cruel e implacable. Si se reincorporaba al servicio, el número de víctimas aumentaría el doble o el triple para ambas partes.

  Habíamos trabajado muy duro para mantener al Enjambre a raya, para prevenir que se expandieran en este sector del espacio. Mi padre trataría de derrotarlos, de hacerlos retroceder. La respuesta del Enjambre sería enviar más soldados, más naves exploradoras. Todo se saldría de control rápidamente y volvería a ser como antes. Habíamos logrado dispersarlos a lo largo de varios sectores del espacio, debilitando a nuestro enemigo poco a poco al negarles nuevas víctimas para asimilarse; y mientras, reducíamos sus filas. La agresividad de mi padre revertiría años de estrategias cuidadosas de la Coalición, años de planificación y trabajo.
  Mi padre era demasiado arrogante y tozudo como para entrar en razón.
Siempre había sido así. Tenía dos hermanos menores, ambos estaban todavía en entrenamiento para el combate en el planeta natal de Prillon Prime. Eran diez años menores que yo, y estaban muy lejos de estar preparados para la batalla. Mi muerte obligaría a mi padre a abandonar su función de asesor del Prime, y a prestar servicio activo nuevamente aquí, en las líneas de fuego. La alternativa, retirar el nombre de Zakar y hacer que nuestra nave fuese reasignada a otro clan de guerreros, era inaceptable. Mi padre preferiría morir antes que ver a su familia en deshonor. Este grupo de combate había llevado el nombre de Zakar por más de seiscientos años.

Dominada por sus compañeros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora