capítulo 39: Descansa en paz.

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Pov Dante.

Aún estoy intentando calmar mi ira. Los chicos han hecho lo posible por hacerme entender que la violencia no es el mejor camino pero, cuando se despierta mi genio no hay quien lo aplaque. Hace menos de media hora que Enrique se atrevió a llamarme y me amenazó. Su risa burlesca se escucha como eco en las paredes de mi cabeza queriendo hacer estallar mi cerebro y solo despertando malas ideas en mi mente. Respiro pesadamente mientras bebo de mi café, en absoluto silencio, solo las bocanadas de aire que aspiro son las que se escuchan en la oficina. Todos me miran, esperando que el Dante que se enoja y destruye aparezca, parecen tener miedo de no saber cómo detenerme y no los culpo, suelo ser algo imparable cuando la rabia bombea en mi cuerpo en lugar de la sangre.

《Estás muerto hijo mío.》

Lanzo el vaso de café con fuerza cuando las palabras vuelven a reproducirse en mi cerebro.

Flashback

— Habla canalla. — mi voz furiosa y amargada a penas descuelgo.

— Te has metido con la persona equivocada querido Dante. — amenaza, me río. — Te lo advertí hijo, te dije que alejaras tus narices, que ignoraras esta parte del mundo por tu bien y el de tu familia y amigos. ¿No fue suficiente con el tiro que recibió tu amigucho en tu lugar? El siguiente si será el tiro de gracia, créeme, pero será en tu cabeza.

— No me amenaces Enrique, me conoces lo suficiente para saber que no te tengo ni un puto miedo.

— Si, te he visto crecer Dante, pero hay algo que olvidas, te conozco incluso más que tú mismo porque lo que sabes te lo enseñé yo.— es altanero.

— Ahí te equivocas. Lo que sé y he logrado ser hasta ahora ha sido por mi, los propios principios que he sido capaz de inculcarme en los últimos años. Hace mucho tiempo aprendí a diferenciar el bien del mal y lo que quiero o no para mi vida. — hablo con los dientes apretados. — El pilar que fuiste para mi se desvaneció desde el momento en que me quise cegar y negar que tú, uno de los hombres en los que más confiaba, hubieras sido capaz de querer eliminarme.

— Tu olfato de sabueso te ha fallado en todos estos años Dante. — se carcajea, hago un puño de mi mano libre. — Siempre creíste que tenías un don especial para analizar a las personas. ¡Joder niño! Yo te enseñé a leer el lenguaje corporal, solo que nunca te mostré como burlar esa lectura.

— Tienes razón. — admito. — Fuiste astuto toda la vida, donde veía un aleado no había más que un traidor; pero lo más satisfactorio será ver quién ríe de ultimo Enrique.

— Al contrario de ti, lo que más he disfrutado es reír durante todo el proceso. — vuelve a sonar una carcajada.

— El placer lo tendré cuando tenga tu cabeza entre mis manos ¡maldito hijo de puta!

— Pues te cuento que el mayor placer fue ver como tu madre se consumía por esa terrible enfermedad. — su tono de voz inocente me hace perder los papeles. Doy un grito.

— ¡Hijo de puta! Voy a acabar contigo con mis propias manos.

— No hay huevos Dante. — puro desafío en sus palabras.

— Asesinaste a mi madre Enrique, esto se ha convertido en una meta personal. — la rabia hace que mis ojos piquen.

— Pobre Danna, tan hermosa y llena de vida. El cáncer suele ser muy hijo de puta. — risas y más risas de su parte.

Mi pulso tiembla, en mi mente solo se reproducen una y otra vez diversos escenarios en los que yo podría estar acabando con la vida de este hombre, me desconozco.

En la paz de tus brazos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora