capítulo 42: El hombre que amo.

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Pov Anastasia.

Llevo dos días sin comer, sin hablar, sin mirar a nadie. Estoy en un estado en el que mi mente se rehúsa a funcionar con claridad y me deja así, en el aire. Siempre que tomo a Danna en mis brazos lloro, por eso Dani me está echando una mano con ella. No sé si estoy siendo una mala madre o cruel con la personita que menos culpa tiene en esta situación, pero lamentablemente es algo que no puedo manejar, o al menos ni siquiera hago el intento. ¿Cómo le explico a una niña tan pequeña que quizás nunca más volveremos a ver a su padre?
Me acuesto en la cama, no sé que hora es, tampoco me interesa, la noción del tiempo pasó a ser el menor de mis problemas. Llaman a la puerta, no pido que pasen pero lo hacen, a veces para intentar hacerme comer algo, o simplemente reaccionar. Mis ojos se empañan cuando mi prima se asoma con su pequeña Isabelle en brazos, me sonríe y entra por completo.

— Hola mi amor. — llega de inmediato a mi lado y besa mi mejilla.

Con cuidado para no hacer daño a la bebé la abrazo y la calidez de este momento llega hasta mis huesos. Irina siempre ha sido una persona importante para mi, el año pasado se convirtió en esa guía y ayuda terapéutica que ni siquiera sabía que necesitaba, pero ahí estaba ella, haciendo todo por mi.

— Es mi hija. — me la muestra, sonrío y con suavidad dejo un beso en su frente. — Moría porque la conocieras.

No digo nada, solo medias sonrisas y medias reacciones, siento que la Anastasia vacía y carente de emociones de un año atrás está de vuelta.

— Le pedí a Flavio que me trajera, no podía dejarte sola en este momento. No quería decirme que pasaba pero lo conozco demasiado y sabía que algo no iba bien. — ve que no respondo pero sigue hablando. — Lo siento tanto Ana, si pudiera hacer algo para evitarte este dolor, lo que sea, yo...

Se calla cuando mis hombros comienzan a sacudirse, los sollozos se vuelven incontrolables. Comienzo a llorar, cubro mi rostro y luego mis manos van a mis labios para acallar todo lo que quiero sacar en gritos y lamentos. Mi prima parece desesperada, no sabe que hacer y me siento mal por ponerla en esta situación pero, no sé de qué otra forma actuar. Respiro hondo o al menos lo intento para calmarme, Irina hace un puchero y me alarmo, no quiero que ella llore.

— Irina... — me ahogo en el llanto  — Quiero que él vuelva. — más bien parece una súplica, como si ella pudiera hacer algo al respecto.

— Los chicos lo traerán de vuelta.

— y ¿Si es demasiado tarde? — pregunto.

— No! ¡No se te ocurra pensar eso! — me regaña.

— Han pasado dos días. — cierro los ojos para retener las lágrimas pero aún así caen más.

— Flavio me dijo que lo deben tener con vida, de lo contrario ya hubieran presumido por asesinar al agente.

Solo de pensar que esa posibilidad existe un escalofrío que cala mis huesos y mi espina dorsal me es recorre.
Isabelle comienza a llorar y a quejarse, está tan pequeña que su llanto parece un maullido, me da ternura porque me recuerda a Danna.

— Es hora de su leche. — Irina sonríe. Saca su pecho y coloca a la niña. — Me duele mucho pero me da gusto ver como se alimenta.

— Es increíble la hermosa sensación que sentimos cuando estás personitas tan pequeñas dependen de nosotros. — sonrío y sorbo por la nariz, seco mis lágrimas aunque el deseo de seguir llorando sigue ahí.

— Deberías alimentarte también. Mamá habló con la tía Alicia, está muy preocupada y quiere venir a Houston, dice que a la mierda los mafiosos, nada es más peligroso que una madre cuando quiere defender a sus hijos.

En la paz de tus brazos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora