23 | Misión reina sombría

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—Selene... —fue lo primero que dije al despertar.

Estaba en el hospital de Cenit. Era un lugar algo oscuro y pequeño, tenía unos cuantos vampiros que tenían la habilidad de curar. No eran muchos porque este era un pueblo pequeño y no estábamos preparados para la guerra.

—Selene, está en la habitación del lado. Tiene algunas fracturas, debido a que le cayeron algunos escombros encima, su majestad —me explicó el enfermero, mientras preparaba una jeringa y me la inyectaba.

Al escuchar lo que dijo sobre Selene, me puse mal. Ella era una de las personas más importantes de mi vida y saber que estaba herida, me ponía triste.

En ese momento, recordé a Robin y a su abuelo. Ellos no estaban en la reunión, pero sí en el palacio. ¿Estaban heridos? ¿Estaban bien?

Decidí preguntar.

—¿Robin... está bien? —pregunté con miedo a la respuesta que podían darme. Él era mi mejor amigo, otra persona importante en mi vida.

—Robin no vino en los heridos, su majestad. Pero ha estado viniendo a preguntar por usted. Se fue hace casi una hora porque usted estaba inconsciente, pero dijo que volvería.

—¿Y los otros reyes...? —debía saber cómo estaban mis aliados.

—No han despertado, su majestad. ¿Quiere que les diga algo cuando lo hagan?

—Sí —me senté—. Necesito que se encargue de avisarles a los sirvientes cuando despierten para que ellos se encarguen de llevarlos al palacio.

Asintió.

—Como diga, majestad.

Hice un ademán para levantarme de la cama e ir a la habitación de Selene, pero el vampiro que me acompañaba y suministraba mis medicamentos me detuvo.

—Su majestad, es recomendable que no se levante de su cama. Es por su salud.

—No debes preocuparte por mi salud. De eso me encargo yo —exclamé con firmeza—. Debo ir a ver a Selene.

Volvió a intentar detenerme, pero yo ya estaba levantada y con ayuda de mi telequinesis, hice que se quedara quieto.

—Tranquilo, nadie te va a reprender por eso. Soy la reina y hago lo que me plazca —cerré la puerta.

Di unos cinco pasos, vi la puerta de la siguiente habitación. Allí estaba Selene.

Abrí la puerta y entré. La observé con cuidado. Su cabello estaba desordenado, su mano derecha tenía un yeso y su izquierda, una planta que no sabía para qué servía.

Caminé hasta el otro lado de la habitación para quitarle la planta que tenía en el brazo. No pensé encontrarme con lo que vi.

Selene tenía una gran quemadura, supongo que era obra del fuego que producían los cañones.

—Te pondrás bien, Sele —me limpié una pequeña lágrima, rápidamente. Nadie podía verme llorando—. No puedes dejarme.

—No seas tonta, Elara. Estoy bien —dijo con un tono de voz bajo—. No voy a morirme.

—¿Cómo te sientes, Sele? —pregunté ansiosa.

—Me duele mucho el brazo —lo miró—, pero creo que definitivamente estaré bien. Una fractura no es nada para mí —esa era la voz de la Selene que yo conocía.

Reí y asentí.

—¿Y te vas a quedar ahí parada, Elara? Siéntate. Creo que si te vuelves tonta cuando estás cerca de mí —su voz sonaba desafiante.

Colmillos Y Sombras: Nueva Especie © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora