PREFACIO

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Con la respiración contenida, contemplé fijamente los ojos oscuros de la bruja tenebrosa frente a mí. Ella me devolvió la mirada complacida, con la varita en alto.

A pesar del brillo maniático y cruel que emanaba de sus pupilas, no podía negarse que era hermosa, o al menos, lo había sido en su juventud, antes de que los años en Azkaban hubieran dejado marcas y arrugas en su piel pálida como la luna, y canas en su melena alborotada, negra como el abismo.

Aunque estaba totalmente aterrorizada, no lamentaba ninguna de las decisiones que había tomado durante ese curso, y que me habían llevado hasta ese preciso instante.

Tenía claro que enfrentaría a la muerte con dignidad. Tal y como decía Shakespeare: "Los placeres violentos terminan en la violencia y tienen en su triunfo su propia muerte, del mismo modo en que se consumen el fuego y la pólvora en un beso voraz". Cuando la vida te ofrece un placer que supera con creces cualquiera de tus mediocres expectativas, no parece razonable lamentarse de su final.

La bruja tenebrosa sonrió de forma estremecedora mientras avanzaba decidida, lista para matarme.

El Legado de la Oscuridad (Parte I): El Heredero de SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora