Los días pasaban en Hogwarts, y la tensión entre Mattheo Riddle y yo continuaba creciendo. Evitaba encontrarme con él a toda costa, pero, inevitablemente, nuestras vidas se entrelazaban en la escuela. Sus miradas burlonas y sus comentarios provocativos se convirtieron en un constante, y cada encuentro se convertía en un duelo verbal que no sabía si ganaba o perdía.
Sabía que yo no le gustaba, al menos, no de verdad. Pero disfrutaba al ver mis reacciones ante su falta total de vergüenza y decencia.
Esa tarde había ido al campo de Quidditch. Era el debut de Anthony como cazador, y me había pedido que fuera a verle. Bromeaba con que le daba suerte. Quizá fuera verdad, porque habían ganado a Gryffindor 100 a 190 puntos.
Después de felicitar a Anthony, subí la Gran Escalera para asistir a la clase de Astronomía, pero me detuve en seco cuando vi a Riddle y Malfoy saliendo de un portal de la pared del séptimo piso, que se cerró mágicamente detrás de ellos.
¿Qué diablos había sido eso?
Me escondí aguantando la respiración detrás de la pared de la esquina, hasta que escuché sus pasos irse en dirección contraria.
Intrigada, me acerqué a la pared de la que acababan de salir, pero estaba completamente cerrada. Toqué la pared, para comprobar si se abría como antes, pero no sucedió absolutamente nada.
¿Había una sala mágica y secreta en el castillo de la que jamás había oído hablar? Empecé a andar de un lado a otro, examinando todos los ladrillos, y, a la tercera vez, la pared empezó a abrirse lentamente.
Lo que encontré me dejó sin aliento. La sala estaba llena de objetos mágicos, estantes llenos de pergaminos antiguos, y mesas cubiertas con extraños artefactos. Era como una combinación de biblioteca y almacén de artefactos mágicos. Pero, lo que más llamó mi atención, fue una antigua caja alargada que sobresalía de una de las estanterías. Tenía unas inscripciones que no lograba distinguir desde esa distancia, y emitía un tenue brillo plateado.
Me acerqué y bajé con cuidado la caja de terciopelo negro de la estantería. Las inscripciones, eran unas runas antiguas, que no había visto jamás. La caja me atraía inevitablemente, sentía cómo me llamaba, así que, la abrí con cuidado y descubrí una preciosa varita de madera muy oscura, casi negra, con intrincados tallados que emanaban un resplandor plateado, al igual que la caja. Con cautela, la saqué de la caja y la agarré por el mango, y la conexión que sentí con ella fue estremecedora. Parecía haber sido creada con un propósito específico.
Sentí un escalofrío al notar la energía mágica que emanaba de la varita, y que se entrelazaba con la mía de una manera única y poderosa. Como si estuviéramos destinadas a encontrarnos...
La decepción me invadió cuando hice un movimiento de muñeca, intentando lanzar un hechizo con ella, pero no sucedió nada.
Estábamos conectadas, lo notaba. ¿Por qué diablos no funcionaba?
Perpleja, examiné de nuevo la varita entre mis dedos, en busca de pistas sobre por qué no respondía a mis intentos de conjuro. Los motivos plateados de la varita parecían reaccionar de alguna manera, pero aún no lograba comprender su significado. Tal vez necesitaba más información sobre su origen y propósito...
Decidí guardarla de nuevo en la caja y llevarla conmigo para investigarla con más detalle en mi habitación.
Cuando terminó la clase de Astronomía, bajé de nuevo a mi habitación. Pansy estaba estudiando el tomo de pociones. Nuestra relación se había resentido desde nuestra última discusión, pero esto era demasiado importante.
—Mira —le dije, soltando la caja de terciopelo negro sobre su escritorio.
—¿Qué? —preguntó, aburrida.
—Ábrela, por favor —pedí, poniendo los ojos en blanco.
Pansy resopló, pero abrió la caja y agarró la varita por el mango.
—¿Qué pasa? —volvió a preguntar, irritada.
—¿No lo notas? —pregunté, con el ceño fruncido.
—¿Qué diablos se supone que tengo que notar? —preguntó ella, perdiendo la paciencia.
—Es diferente... —la miré con expectación, esperando que percibiera lo mismo que yo. —Siente su energía.
—Estás delirando, Rosalie. Es solo una varita —Pansy rodó los ojos y la dejó de nuevo en la caja. —Y bastante fea, por cierto.
—No, espera —rogué. Mira el brillo que emana, y la runa de la caja. Hay algo en ella, algo que no puedo entender...
—¿El brillo que emana? Es una varita vieja, dentro de una vieja caja polvorienta. No veo el brillo por ningún lado —suspiró con exasperación. —No entiendo por qué te empeñas en complicarte la vida con estas cosas. ¿No sería más fácil preocuparse por las cosas normales, como los exámenes y las relaciones sociales?
—Esto es importante, Pansy. Es diferente —miré la varita con determinación. —Lo sé, lo noto...
—Lo que tú digas... —finalizó, antes de volver a poner atención a su libro.
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El Legado de la Oscuridad (Parte I): El Heredero de Slytherin
Fiksi PenggemarRosalie Sallow es una joven bruja Sangre Pura que estudia en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. En su familia pesa una extraña maldición que se remonta más de un siglo atrás. Heredó de sus antepasados el amor por las artes oscuras y las cria...