Tras las vacaciones de Navidad, Mattheo y yo volvimos a Hogwarts. Todo iba relativamente bien, aunque notaba que la mitad de los alumnos de Hogwarts me odiaban, mientras la otra mitad me temían. Supongo que convertirse en la novia del hijo de Lord Voldemort y heredero de Slytherin provocaba esos sentimientos...
Me pasé meses buscando alguna maldita forma de romper un Juramento Inquebrantable, pero como su propio nombre indicaba, era precisamente eso: Inquebrantable.
Mattheo y yo no hablábamos nunca de su familia, ni de sus misiones... Se me rompía el corazón cada vez que recibía una llamada para asistir a alguna reunión de mortífagos. Me engañaba a mí misma intentando no pensar en las cosas que hacía, y en quién era realmente. Como en ese momento...
—¡¿Se puede saber qué hacéis?! —los fulminé con la mirada, corría hacia Mattheo, Draco y Blaise, quien estaban haciendo levitar bocabajo a un alumno de Gryffindor que no tendría más de trece años.
El chico pataleaba y lloraba mientras colgaba sobre el césped del Patio del Reloj.
—Créeme, princesa, se lo merecía —dijo Mattheo, mientras se levantaba del suelo y besaba.
El contacto de sus labios calientes y aterciopelados no tardó en hacer efecto en mí, provocando que casi me olvidara del pobre Gryffindor bocabajo.
—Bájalo, Mattheo —le advertí.
—¿Tienes algo que decirle a Rosalie, ahora que la tienes delante, asqueroso Sangre Sucia? —siseó Draco al chico.
—¿A mí? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Déjalo, Draco —le dijo Mattheo, mientras colocaba una mano en mi cintura y nos alejaba de allí.
Mattheo se sentó en un muro de piedra, al final del patio, y me hizo sentarme sobre sus rodillas.
—¿Qué había dicho ese chico sobre mí? —pregunté.
Sus ojos destilaron un destello de ira al recordar al Gryffindor.
—Algo que ni él, ni nadie más en este estúpido colegio se atreverá a repetir, a no ser que quieran que les torture lenta y dolorosamente —dijo.
Sabía que lo decía enserio, así que decidí cambiar de tema para intentar tranquilizarlo.
—¿Sabías que hoy es... San Valentín? —pregunté lo primero que se me vino a la cabeza.
—¿Ah, sí? —preguntó él, con una sonrisa torcida. —¿Y tienes algún plan en mente? ¿No pretenderás que te lleve al Salón de Madame Pudipié, verdad? —preguntó, horrorizado.
Solté una carcajada.
—Aunque no puedo negar que suena tentador ver a Mattheo Riddle tomando té en una taza color rosa... —bromeé. —Había pensado que quizá podríamos quedarnos en tu habitación —dije, con una sonrisa seductora.
Empecé a sentir un calor sofocante cuando noté el miembro de Mattheo hinchándose en mi sexo, a través de la tela de mi falda.
—Me parece un plan genial, princesa —sonrió, revolviéndose en el banco.
—¡Sallow, Riddle! —regañó la profesora McGonagall, desde la otra punta del patio. —Quiero que entre vuestros cuerpos haya el espacio suficiente como para que quepan en medio dos varitas! —exclamó.
No pude contener la risa por las palabras de la profesora.
—Es una pena que la Profesora McGonagall esté justo ahí... —susurré. —Porque ahora mismo me encantaría besarte —dije, con voz seductora.
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El Legado de la Oscuridad (Parte I): El Heredero de Slytherin
FanfictionRosalie Sallow es una joven bruja Sangre Pura que estudia en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. En su familia pesa una extraña maldición que se remonta más de un siglo atrás. Heredó de sus antepasados el amor por las artes oscuras y las cria...