Noté como Mattheo se levantaba de la cama, pero estaba demasiado exhausta como para abrir los ojos. Mientras escuchaba el sonido del agua caer, pensé en mis tatarabuelos y en Ominis Gaunt, y en cómo parecía que el destino, caprichoso, se había empeñado en entrelazar los destinos de nuestras familias.
La extraña conexión que nos había unido a Mattheo y a mí, ¿tendría que ver con la maldición que Ominis Gaunt le lanzó a mi familia?
Pero las manos de Mattheo colocándose por debajo de mis piernas y levantándome borraron de mi mente todos esos pensamientos.
—¿Qué haces? —murmuré adormilada, mientras acomodaba mi cabeza en su pecho.
—¿Crees que he acabado contigo? —se burló él, antes de meterme con cuidado en la bañera de su cuarto de baño, que había llenado con agua caliente y espuma.
Me quedé observando su hermoso cuerpo desnudo mientras él se metía en la bañera, detrás de mí. Me acomodé, pegando mi espalda contra su pecho y él apoyó su barbilla sobre mi coronilla, mientras me abrazaba por la cintura.
—Si le contara a alguien que Mattheo Riddle me ha preparado un baño caliente con espuma, me meterían de cabeza en San Mungo. Nadie me creería —bromeé.
—Estás amenazando mi reputación, princesa... —se lamentó, en broma.
—¿Cómo es posible que yo amenace tu reputación? —pregunté, levantando una ceja.
—Lo único que he hecho durante las últimas semanas ha sido perseguirte patéticamente. Hasta los alumnos de primero han empezado a perderme el miedo.
—Pondré eso en mi biografía, seré la envidia de todos —reí.
—O podrías escribir una novela —sugirió. —"Cómo conquistar al Heredero de Slytherin en diez sencillos pasos". Paso número uno: lanzarle una maldición imperdonable.
No pude evitar soltar una carcajada.
—Ese libro podría escribirlo yo, y la mitad de las alumnas de Hogwarts —le recriminé. —Por cierto, ¿tampoco te has follado a nadie en esta bañera? —pregunté con sarcasmo.
—No. Ya te he dicho que no me he follado a nadie más que a ti en ninguna parte de mi habitación —se encogió de hombros.
—¿Y puede saberse dónde lo hacías? Theo me dijo que no dejaban de entrar y salir chicas de aquí...
—En sus habitaciones... —empezó a enumerar. —En la biblioteca, en clase... ¡Au! —gritó, cuando le pellizqué el muslo.
—Vale, ya lo he pillado —solté, enfadada.
Él soltó una risa profunda y me apretó más contra su pecho.
—¿Celosa, princesa? —se burló.
—Para nada... Solo quiero saber dónde no debería tocar nada —respondí, con sarcasmo. Aunque no pude evitar sentir un ligero nudo de incomodidad en mi estómago.
Apreté los dientes y traté de apartar esos pensamientos de mi mente. El calor del agua y los brazos firmes de Mattheo abrazándome ayudaban a disipar cualquier atisbo de inseguridad.
—Te dije que no he estado con nadie más desde Halloween, y era cierto —me tranquilizó.
—¿Así que esto es una relación monógama? —pregunté en broma, arrepintiéndome inmediatamente de la elección de palabras. —Bueno... No estoy diciendo que esto sea una relación... Yo...
—Eres mía —dijo él, con voz grave, deslizando una de sus manos hasta mi garganta. Ejerciendo presión, pero sin llegar a hacerme daño. —Y yo soy tuyo.
Me quedé un momento en silencio, estremeciéndome ante sus palabras, sinceras y crudas. Él bajó de pronto la mano, y me di la vuelta en la bañera para poder mirarlo a los ojos.
—No te conozco —le dije.
Él se quedó callado durante un largo rato. Parecía debatirse entre contarme detalles sobre su vida o no.
—¿Quién te ha hecho la cicatriz de la nariz? —pregunté.
—Mi madre —dijo, soltando un largo suspiro. —Cuando me enviaron a casa por petrificar a Hagrid. En mi casa no está muy bien vistas las muestras de debilidad. Y salvar a un hipogrifo por una chica lo es... Mis padres creen... Que no estoy muy centrado últimamente.
Tragué saliva con fuerza. Se la habían hecho por mi culpa.
—Lo siento, Mattheo... —dije, agarrando su mano por debajo del agua.
—No vuelvas a disculparte conmigo por ser una buena persona, Rosalie —dijo, poniéndose serio.
—¿Y la cicatriz de la ceja? —pregunté, tras un momento.
—Mi padre... —sonrió con amargura.
Mattheo volvió a quedarse en silencio. Estaba cerrándose de nuevo.
—Hace tiempo me retaste a que te conociera, ¿recuerdas? —pregunté, con voz suave.
—No quiero que salgas corriendo... —dijo, bajando la mirada.
—No saldré corriendo —dije, levantándole la barbilla con la mano, para que me mirara a los ojos. —Confía en mí.
Él volvió a soltar un suspiro pesado y se revolvió en la bañera, pero, cuando estaba empezando a pensar que había vuelto a erigir un muro de nuevo, volvió a hablar.
—Ya sabes mi historia: cuando nací, mi padre había huido porque había sido derrotado. Apresaron a mi madre unos días después de que naciera yo, y ella le pidió a su hermana Narcissa que me mantuviera en secreto y a salvo. Viví en la mansión Malfoy durante once años, prácticamente sin salir nunca de ahí, nadie podía saber que existía. Lucius y Narcissa Malfoy nunca me trataron mal del todo, pero solo porque me tenían miedo. Desde muy pequeño demostré habilidades mágicas muy poderosas... Después, me enviaron a Durmstrang, donde pasé cuatro años hasta que mi padre regresó y mi madre se fugó de Azkaban. No los conocí hasta que tuve catorce años. Al principio, fue bien: yo podía ser despiadado, si me lo proponía, y tenía una total falta de empatía. Pero nunca me he interesado por los planes de mi padre de conquistar el mundo... Él pronto se dio cuenta de eso. Voldemort buscaba un guerrero, y yo un padre, así que los dos estábamos decepcionados.
Tragué saliva por la crudeza que había en sus palabras.
—¿Crees en la superioridad de pureza de sangre? ¿Qué todos los muggles son inferiores? —pregunté, con cautela.
—Sí —dijo, con sinceridad. —¿Sabías que mi padre nació gracias a un filtro de amor? —me preguntó. —Mi abuela, Merope Gaunt, se enamoró de un muggle: Tom Riddle. Él no la quería, así que le engañó haciendo que se bebiera un filtro de amor. Se casaron y ella se quedó embarazada de mi padre. Quizá por eso es incapaz de sentir amor. Mis padres tampoco se amaban cuando me concibieron a mí... —me confesó. —Bellatrix tiene una obsesión ciega con Voldemort, no es amor. Y él solo quería un heredero... Quizá también por eso yo nací así... Un maldito psicópata carente de empatía y sentimientos. O quizá sea hereditario...
—¿Crees que tus padres no te quieren? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Sé que no me quieren —rió con amargura. —¿No me has oído? Soy un puto psicópata, Rosalie...
—El hecho de que alguien no sea perfecto, no lo hace menos digno de amor, Mattheo —dije.
Mattheo me miró con intensidad, como si estuviera procesando mis palabras. Vi, por primera vez, tristeza en sus ojos. Un dolor profundo. Pero enseguida, volvió a adoptar su semblante despreocupado y rió con ironía.
—Ya puedes salir corriendo... —soltó.
—No voy a ir a ningún lado —respondí, decidida, antes de acercarme a él y besarlo.
Quizá eso me convertía a mí también en una psicópata...
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El Legado de la Oscuridad (Parte I): El Heredero de Slytherin
FanficRosalie Sallow es una joven bruja Sangre Pura que estudia en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. En su familia pesa una extraña maldición que se remonta más de un siglo atrás. Heredó de sus antepasados el amor por las artes oscuras y las cria...