CAPÍTULO 12. EL SCRIPTORIUM DE SALAZAR SLYTHERIN

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Tras ver el entrenamiento de Quidditch de Anthony, cené a toda velocidad y subí hasta mi habitación. Él había vuelto a pedirme que fuéramos a las Tres Escobas, y yo había vuelto a negarme educadamente. Anthony era genial, me divertía con él, me hacía reír, pero había algo, no sabía qué era exactamente, que me impedía ir más allá.

Apenas había dormido esa noche por la emoción de lo que me depararía ese día. Iba a entrar en el Scriptorium del mismísimo Salazar Slytherin. Su despacho en Hogwarts...

Cuando Pansy se durmió por fin, salí a hurtadillas de la habitación, y bajé en silencio hasta la Sala Común. Mattheo ya estaba allí, sentado en el sillón de espaldas a mí, frente al fuego.

—¿Morgana? —susurré atónita, al ver a mi gata acurrucada sobre el regazo de Mattheo Riddle.

—¿Morgana? —se extrañó él. —¿Conoces a esta gata? —levantó una ceja.

—Por supuesto que conozco a esta gata, es mía —dije, recogiéndola rápidamente de sobre sus piernas. —Y quiero que te mantengas alejado de ella —le advertí.

No me apetecía que la lanzara a la chimenea o algo así, pero Morgana se revolvió y maulló, contrariada de que la despertase de su plácido sueño sobre las piernas de "Psicópata Riddle".

—Le caigo bien —dijo, encogiéndose de hombros. —Ya sabes que las chicas me adoran, sean de la especie que sean —sonrió de lado.

—Oh, por supuesto, se me olvidaba... —ironicé.

—Por cierto, creo que tengo otra cosa tuya... —dijo, con aire misterioso mientras sacaba desde detrás de su espalda el ejemplar de Cumbres Borrascosas que se me cayó en la Sala Común cuando lo pillé en plena faena con Daphne Greengrass.

Mattheo me tendió el libro, mientras yo intentaba borrar de mi mente esa escena, pero cuando fui a cogerlo, se puso de pie rápidamente y levantó el brazo.

—Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë —recitó. —Vaya, vaya, así que te gusta la literatura muggle... —se burló, con una ceja levantada.

Verlo sostener el libro en alto me irritó enormemente. ¿Creía que era una niña pequeña a la que le podía quitar una grajea para hacerla enfadar, o algo así?

—Mis gustos literarios no son asunto tuyo, Riddle —lo fulminé con la mirada.

—¿A esto lo llamas gusto literario? —se mofó de nuevo.

Sus ojos, normalmente fríos e impenetrables, resplandecían con un brillo juguetón.

Ignorando su comentario, estiré mi brazo para intentar recuperar mi libro, pero él sonrió con arrogancia y lo levantó aún más, dejándolo completamente fuera de mi alcance.

—Te burlas de mis cambios de personalidad, pero, ¿qué me dices de los tuyos? —sonrió. —Eres capaz de lanzarme sin pensarlo una maldición imperdonable frente a un profesor, pero, de noche, te deleitas leyendo sobre amores trágicos y pasiones desenfrenadas. ¿Eso te hace sentir más humana, cara mia? ¿Quién eres?

—Quien sea o deje de ser no es asunto tuyo en absoluto —solté, enfadada porque conociera detalles íntimos de mi vida, como los malditos libros que leía.

Lo que pasa es que he perdido el gusto en destruirles, y me siento con muy pocas ganas de destruir —recitó el fragmento de Cumbres Borrascosas, mientras se acercaba peligrosamente a mí.

—¿Te lo has leído? —pregunté, confusa.

La cercanía de su cuerpo emanaba un calor abrasador hacia mí.

El Legado de la Oscuridad (Parte I): El Heredero de SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora