—Azora.. enserió quiero el beso
—no se besar. —argumenté nervioso— confórmate con la tarta. —demande intentando ir tras el mostrador pero nuevamente me jalo del sueter—
—No quiero una tarta, quiero un beso tuyo Azora.
Sus ojos se mantenían firme sobre los míos, el estaba seguro de sus palabras y acciones. Un suspiro se escapó de mi boca sin que pudiera disimularlo. El esperaba impaciente, siguiendo cada uno de mis movimientos, y como leí una vez "Cuando el misterio es demasiado grande es imposible desobedecer".
—Bien.. —tome a Conrad de la barbilla elevando su rostro, mis labios se fueron a los suyos dudosos, desviándose en el camino, dejando un beso en la comisura de sus labios— confórmate con eso. — gruñí caminando hasta el baño sin voltear a verlo, apegando mi espalda a la puerta en cuanto la cerré. Mi corazón latía con fuerza, con una inhumana que amenazaba con sacar a mi corazón del pecho. Mis ojos se fueron al espejo intentando comprender tantas sensaciones nuevas, tantas emociones que solo el es capaz de provocar. Mi semblante yacía teñido de un leve carmín, pero mis ojos mantenían como siempre aquel desprecio tan carente de gentileza.
Poca luz entraba por la ventana del baño, llenándome de dudas en cada segundo que pasaba, dudas que para mí sorpresa ahora eran respondidas con cierta claridad, con obviedad. Como si todo el tiempo hubieran estado ahí las respuestas y las hubiera ignorado.
Conrad Pov's
Confundido y feliz por sus actos no desvíe mis ojos hasta que se perdió en el baño. Su caminar firme, y desmedido, que intimida y colapsa se mantuvo en cada paso hasta encerrarse en el baño.
Suspiré dejando que se desvaneciera el débil tacto de sus labios junto a los míos.
He logrado darme cuenta de lo mucho que mantiene su aspecto, no importa cuanto me mire, sus ojos siempre son fríos y sin transmitir sentimientos, felicidad o tristeza, es siempre la misma expresión amargada. Sin embargo ya han pasado unos días y un par de veces en que su mirada transparente dice muchas palabras que se atoran en su garganta, me mira con un dulzor amargo, con un dulzor parecido al del vino; dulce pero deja ese ardor en la garganta, un dulzor que no es del todo agradable pero embriaga. El es dulce, pero siempre a su peculiar forma.
Observé el local completamente limpio y quite mi delantal dejándolo doblado sobre el mesón, dejándome caer en el suelo mientras la música que se reproducía era apagada por mi.
Me mantuve cantando entre susurros en el eco del café vacío, sin siquiera preocuparme del tiempo que Azora permaneció encerrado en ese baño. Cuando finalmente salió mis ojos se fueron directamente a los suyos, estos evitaron mi mirada a toda costa, terminando de quitar su delantal para ir por sus cosas. No podía apresurar sus procesos, no podía apresurar a que conozca algo a lo que teme, pero poco a poco su miedo se desvanece, agarra valor y se atreve con todo ímpetu.
—¿Lany vendrá por ti? —preguntó cerrando el local luego de que saliéramos y negué—
—Me escape de casa, ¿puedo quedarme contigo hoy? —mentí y este me miro elevando una ceja, por fin mirándome a los ojos con aquel glaciar de desconfianza que vagamente comenzaba a derretirse–
—No quiero que Lany aparezca en mi puerta a las 8 para patearte los genitales —advirtió y reí asintiendo comenzando a caminar en dirección a su departamento—
—No lo hará, esta en una pijamada con sus amigas y le dije que pasaría a verte, y si decías que no me vendría a buscar —sonreí enlazando mis manos por mi espalda—
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Metanoia.
RomanceUna historia complicada de la vida entre Azora Homelund, un chico peculiar en un proceso de transformación respecto a su visión contra el romance, aquel chico dulce, cálido y tierno, Conrad Miller cambiará por completo la vida de él.