Capítulo 28. No lo sabemos.

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A pesar de estar cansada y muy bien acompañada, no dormí demasiado bien. Me levanté varias veces en mitad de la noche, y aunque me volviera a dormir la calidad del sueño era mala. 

Cuando se hicieron las 7 de la mañana, Gavi se removió un poco también. 

-¿Qué pasa? ¿No puedes dormir? -me atrajo hacia él. 

-No... -suspiré y lo abracé. 

Dejó un beso sobre mi frente y acarició mi espalda mientras cerraba los ojos. 

-Podemos levantarnos ya si quieres -murmuró todavía medio dormido. 

-No te preocupes, duerme un rato más -me acurruqué en sus brazos. 

Sonrió y después de otro beso abrió los ojos. 

-Voy a darme una ducha -nos destapó a ambos-. ¿Vienes? 

Sonreí mirándolo y me lo pensé durante unos segundos. 

-Venga -me estiró del brazo levantándonos. 

-Espera, que pongo música -cogí mi móvil de la mesita. 

Así como lo encendí, vi tres llamadas perdidas de João. 

-Mierda... -resoplé. 

-¿Qué pasa? -Gavi miraba su móvil también. 

-Anoche me llamó João y se me olvidó llamarlo de vuelta -expliqué entrando al chat del portugués para decirle que si quería quedar para comer. 

-Joder -soltó pasmado. 

-¿Qué? -elevé la mirada hacia él. 

Me miró también, con una expresión seria que me descolocó. 

-¿Qué pasa? -fruncí el ceño. 

-João ha tenido un accidente -habló casi perplejo. 

-¿Qué? -me quedé quieta. 

-Ayer por la noche, está en el hospital -leyó de nuevo en el móvil. 

-¿Es una broma? -me acerqué a él y no contestó-. Pablo. 

Giró la pantalla hacia mí, enseñándome la noticia que era portada de varios periódicos. 

-No -cogí su móvil-. No, no, no. No puede ser. 

Leí lo que ponía pero en realidad ni siquiera me enteré. Solo notaba cada latido de mi corazón en todas las partes del cuerpo, que retumbaba en mí como si fuera una bomba a punto de explotar. 

-No puede ser -repetí incrédula. 

Devolví el móvil a Gavi y miré la hora de las llamadas en el mío. Era la misma a la que ponía que había sido el accidente. 

-Joder -me llevé una mano a la boca. 

-Vale, tranquila, vamos a cambiarnos y vamos al hospital -Gavi se acercó a mí. 

-Madre mía -mis ojos se humedecieron. 

Era incapaz de moverme, de articular palabra, de hacer nada. 

-Madre mía -las lágrimas resbalaron por mis mejillas. 

-Venga, Sab, tenemos que irnos -intentó que reaccionara. 

Cogió el móvil de mis manos y lo tiró a la cama, para después coger mi cara entre sus manos. 

-¿Estará bien, vale? -me miró a los ojos-. No te preocupes.

Un nudo en mi garganta apareció de golpe y me entraron unas ganas de vomitar horribles. 

Por suerte Gavi consiguió que me moviera, así que me metí rapidísimo a la ducha, y mientras yo me vestía después con un chándal suyo, él se duchó también. 

latidos compartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora