Capítulo 21. Desde el primer día.

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*NARRA SABRINA*

Entré de nuevo en casa y cogí aire antes de tirarme al sofá junto a João. 

-¿Qué quería? -preguntó éste dejando el móvil. 

-Creo que invitarme a cenar -murmuré mirándolo. 

-¿Crees? -sonrió confuso. 

-Ha dicho que quería hablar cosas del trabajo -negué con la cabeza-. Pero vamos a hablarlas en un restaurante. 

João reprimió una risa. 

-Pobre, ahora me da pena -me miró poniendo pucheros. 

-¿Qué? -fruncí el ceño-. ¿Por qué? 

-No sé. Porque sabe que le vas a decir que no y está buscando excusas para verte... -se encogió de hombros. 

Lo analicé durante unos segundos pensativa y él alzó las cejas. 

-¿Cuándo piensas irte de mi casa? -pregunté entonces. 

El portugués sonrió inocente y después cogió mi mano chocándola con la suya varias veces. 

-Podríamos ver una película o algo -sugirió entonces. 

-¿En serio? -lo miré incrédula. 

Asintió como diciendo que no teníamos nada mejor que hacer. 

-Vale, pero yo la elijo -cogí rápido el mando. 

-Eres una niña repelente te lo juro -aseguró mirándome mal. 

-¿Has escuchado alguna vez hablar sobre las medias de abejita? -pasé por alto su comentario. 

Suspiró rodando los ojos y luego me miró. 

-No, ¿Qué es eso? -se interesó. 

Yo sonreí y después de darle un medio abrazo con ilusión, comencé a explicarle lo que significaba, a la vez que ponía la película de "Yo antes de ti". 

Esa fue nuestra tarde, hasta que miré la hora y vi que quedaba poco para que Gavi me recogiera. 

-Venga, levanta que tengo que ir a arreglarme -intenté levantar a João. 

-No -se cruzó de brazos como un niño pequeño-. ¿Cómo puedes hacerme esto? 

-¿El qué? -lo miré entre extrañada y divertida. 

-Es la película más triste del mundo -aseguró con carita de pena-. Y encima yo no tengo a nadie que me regale medias de abejita. 

Solté una carcajada y lo miré con ternura. 

-Yo puedo regalarte medias de abejita -le seguí el rollo. 

-Tú no me sirves -rodó los ojos. 

Volví a reír y le tendí de nuevo la mano. 

-Venga, niño -lo levanté cuando me correspondió. 

-Que sepas que me voy a casa triste por tu culpa -aseguró mientras nos dirigíamos a la puerta. 

-¿Pero te ha gustado o no? -pregunté al frenarnos. 

Él se limitó a asentir de nuevo con pucheros y yo sonreí. Acto seguido le di un abrazo, haciendo que mi cuerpo quedara envuelto por el suyo y dejé un beso sobre su pecho. 

-Que vaya bien la cena, ya me contarás -besó mi pelo. 

-Mhm, gracias -sonreí a modo de despedida. 

-No te lo folles, a ser posible -abrió la puerta.

-¡João! -le di un empujón. 

Soltó una risita y yo negué con la cabeza. 

latidos compartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora