Capítulo 20. Tu novio.

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No conseguí dejar muy atrás a Gavi, porque me siguió de cerca, y cuando llegamos donde los demás jugadores, se posicionó delante de mí, entre Fermín y Ferrán. 

-¿Dónde estabas? -susurró João acercándose a mi oído. 

Negué con la cabeza como sin darle importancia y él me observó. Acto seguido elevó una ceja como preguntándome que si había pasado algo y yo me encogí de hombros. 

Entonces dirigió la mirada a Gavi, quien hablaba tranquilo con Fermín, y yo lo imité, para después mirarnos ambos. 

-Creo que no me apetece estar más aquí -hablé no muy alto hacia mi amigo. 

Asintió algo pensativo y sacó el móvil del bolsillo para mirar la hora. 

-Bueno, yo voy a irme ya -anunció hacia los demás. 

-Sí, yo también -hablé al instante. 

-Qué raro -bromeó Pedri rodando los ojos. 

-Si fuerais un poco más divertidos me quedaría, pero no sabía que teníais complejo de estatuas -lo miré obvia, para después hacer lo mismo hacia Fermín y Gavi. 

-Estoy de acuerdo -intervino Ferrán-. Yo también me piro, abuelos. 

Reímos ante eso, y los tres que nos íbamos, nos dirigimos hacia el parking después de despedirnos de los demás. 

Gavi no pareció darle demasiada importancia, ni a que me fuera, ni a que lo hiciera con João, así que supuse que habría aceptado sin problema lo de que nosotros acababa ahí mismo. 

Nos despedimos de Ferrán al llegar al coche de João y salimos del edificio en dirección a mi casa. 

-¿Estás bien? -murmuró el portugués al ver que no decía nada. 

Asentí tomando aire y después lo solté de forma lenta. 

-¿Qué ha pasado? -se interesó. 

-Le he dicho que fue un error y que no volvería a pasar. 

Él alzó las cejas y me miró durante unos segundos. 

-¿Por qué me da la sensación de que no es lo que quieres? -reflexionó dudando. 

Dirigí la mirada hacia él y me encogí de hombros. 

-¿Qué más da que no sea lo que quiero? -balbuceé sin muchas ganas-. Es lo correcto, y ya está. 

Asintió sin estar muy convencido y yo suspiré. 

-¿Y a Gavi le ha parecido bien eso? -medio sonrió mirando a la carretera. 

-Eso parece. No ha puesto mucho inconveniente -resumí-. De todas formas, tiene a Marina. 

Frunció un poco los labios ante eso y yo miré por la ventanilla de mi lado, intentando no pensar más. 

En realidad, era lo que quería. Que no hiciera el asunto más difícil, y que nuestra relación en ese sentido se cortara antes de que fuera demasiado tarde. Pero por otro lado, tenía la urgencia femenina de saber por qué había aceptado tan fácil. 

A veces no nos comprendo a las mujeres. Conseguimos lo que queremos, pero entonces nos preguntamos que por qué lo hemos conseguido tan fácilmente, y siempre intentamos buscar las tres patas al gato. 

-¿Te quedas a dormir en mi casa? -pedí girándome hacia João. 

Ladeó un poco la cabeza dudando y yo puse pucheros. 

-Si lo necesitas... -se encogió de hombros. 

-Me vendría bien -asentí. 

-Mhm -aceptó entonces-. ¿Pero no tienes solo una habitación? -recordó. 

latidos compartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora