Capítulo 25. ¿No puedes más?

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No sé muy bien en qué momento me quedé dormida, pero al despertar no estaba en el sofá, sino en una habitación, y sola. 

Por suerte el día anterior me había puesto chándal, así que dormí cómoda y me levanté bastante descansada. 

Después de despejarme un poco y volver a la realidad, bajé hacia el comedor. No vi a Gavi por ningún lado, y justo cuando fui a enviarle un mensaje, entró por la puerta de casa. 

-Hey -sonrió al verme. 

-¿Dónde estabas? -fruncí el ceño. 

-He ido a entrenar y como era muy pronto no te he despertado -se quitó la chaqueta-. Pensaba que seguirías durmiendo. 

-Me he levantado hace un rato -expliqué. 

Asintió acercándose a mí y sin dudarlo dos veces cogió mi cara entre sus manos y me besó de forma suave. 

-¿Has dormido bien? -dejó otro beso sobre mi mejilla. 

-Mhm -asentí mientras mi corazón empezaba a latir más rápido de lo normal. 

-Tienes los ojitos hinchados -me analizó de cerca, acariciando mi cara con ambos pulgares. 

-Sí, lo sé -sonreí de forma leve-. Siempre me pasa cuando lloro. 

Sonrió con pena y después me abrazó, a lo que correspondí apoyando la cabeza en su pecho y rodeando su cintura con poca fuerza. 

Acarició mi espalda mientras dejaba besos sobre mi cabeza y me apretaba contra él. Muchas veces había escuchado hablar de los abrazos reparadores, pero creo que nunca había recibido uno hasta entonces. 

Sonreí todavía apoyada en él, dejando un beso en su hombro y me separé. 

-¿Quieres que prepare algo para almorzar y mientras me cuentas la cena con tu tía? -ofreció mirándome. 

-Vale -asentí preparada para la conversación. 

Dejó un último beso sobre mi frente y se dirigió hacia la cocina, así que lo seguí. 

-Parece ser que ya tienes nuevo asesor -me senté en un taburete. 

-¿Ah, sí? -sacó unas cosas de la nevera. 

-Mhm. Se llama Carlos -lo seguí con la mirada. 

-Ah, genial. ¿Tú lo conoces? -cogió dos vasos. 

-Sí, me llevo bien con él. Es muy bueno. 

-¿Quieres agua? -preguntó poniendo en su vaso, a lo que asentí y puso también en el mío-. Me alegro de que sea bueno, aunque sé que no va a superarte. 

Sonreí y él me observó sereno. 

-¿Y qué dijo tu tía sobre lo de que ya no serías tú mi asesora? -dio un trago. 

-Bueno... -suspiré-. Solo dijo que esperaba que supiera que he perdido al cliente más importante que he tenido -recordé ya no con tanta importancia. 

-¿Y le contaste por qué? -me miró expectante. 

-Sí -asentí lentamente. 

Él puso cara de circunstancia y yo fruncí los labios. 

-¿Se enfadó mucho? 

-Un poco -me encogí de hombros-. Aunque creo que le enfadó menos eso que decirle que no congeniábamos. 

-Bueno, ¿Pues mejor, no? -murmuró. 

-Claro, mucho mejor decirle a mi tía, barra jefa, que me he enrollado con un cliente -ironicé mirándolo. 

latidos compartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora