Capítulo XXV

756 75 196
                                    

Sabía su nombre. Aquel desconocido, sabía quién era mi chico, y mi chico también lo conocía. Y no lo entendía, sencillamente no podía entenderlo. ¿Quién demonios era ese tipo? Sentí un nudo en el estómago. Mi padre era como si no estuviera, pues permaneció apartado y en silencio.

El desconocido... Bueno, Oscar, sonreía con los ojos brillantes por las lágrimas. Pero esa sonrisa murió en sus labios nada disimuladamente cuando vio que Lando y yo nos estábamos dando la mano. Y me sentí fuerte y seguro por un momento. Me sentí así hasta que el ojiverde soltó mi mano, dejándome un vacío y un frío en el cuerpo que me estremeció. No pude preguntar o protestar cuando tuve que ver cómo Lando corría a los brazos de ese otro hombre.

Mi corazón se partió en miles de trocitos en ese preciso instante, cuando los dos se fundieron en un cariñoso y emotivo abrazo. Lando rodeaba su cuello con los brazos, escondiendo el rostro en su pecho, y Oscar rodeaba su cintura y lo estrechaba contra él. Tenía los ojos cerrados con fuerza, pero no evitaba que salieran las lágrimas. El abrazo era tan personal, tan afectuoso, tan profundo... Que sentí que sobraba allí. Mi mente estaba entumecida por la sorpresa y el desconcierto.

Lando se estaba aferrando a él como normalmente se aferraba a mí.

Mi mente logró reaccionar. Oscar conocía a Lando, iba bien vestido, tenía un caballo majestuoso... El primogénito de la casa Astley, se llamaba así. Oscar Piastri Astley, heredero del trono de Veles. ¿Y si era el hermano de Lando? Mi corazón se relajó. Pero mi cabeza no. Si era su hermano, ¿por qué había venido hasta aquí? ¿Se lo quería llevar?

- Carlos – la voz de mi padre era tranquila, comedida. Él parecía ignorar la importancia que tenía la escena que estaba sucediendo en ese salón. – Deberías arrodillarte. Estás frente a un príncipe.

«Dos príncipes», pensé con cierta amargura.

Oscar me miró sobre el hombro de Lando, y sus ojos marrones me miraron con un odio y un rencor que no comprendí. Me miraba como si tuviera motivos para detestarme. Y de momento, el que tenía motivos para odiar a alguien, era yo a él, por aparecer y abrazar así a mi chico.

- No me voy a arrodillar – murmuré sosteniéndole la mirada al príncipe, que se separó un poco de Lando, manteniendo su mano en su cintura. Ese contacto me pareció extraño. – ¿Qué quieres de nosotros? – Le gruñí.

No me contestó y miró al joven velés, que nos miraba a uno y a otro, con los ojos llenos de lágrimas. Sentí una rabia descomunal recorrerme cuando Oscar llevó su maldita mano de príncipe engreído a la mejilla de mi chico, acariciándosela con suavidad. Se miraron y más rabia sentí.

- ¿Él te compró? – Le preguntó en velés, recibiendo un leve asentimiento de su parte. – ¿Te ha hecho daño, Land?

- ¿Qué? No – contestó en el mismo idioma. Lando se apartó, frunciendo el ceño. – Él no... Él me ha tratado genial.

- ¿Seguro? – Insistió.

- No le he hecho el más mínimo daño, cabrón petulante – intervine, furioso, tratando de encontrar los mejores insultos en su idioma.

- Lando, ahora estás conmigo, estás a salvo, si te ha hecho el más mínimo daño, me encargaré de que lo pague – insistió el príncipe, ignorándome por completo.

El ojiverde me miró. Su mirada reflejaba tanto dolor, tanta culpa, tanta carga emocional. Me fijé en la rigidez de su cuerpo, y entendí que no estaba cómodo con la cercanía de Oscar. Al principio no parecía haber tenido ningún problema, pero cuando empezó a preguntarle si yo le había hecho daño, había querido apartarse.

- No, Oscar – logró poner distancia entre ellos. – Carlos es lo mejor que me ha pasado en la vida – lo que dijo me hizo sentirme más tranquilo. Retrocedió hasta llegar a mí, tomando mi mano de nuevo y escondiéndose detrás de mi cuerpo. – Él me ha tratado mucho mejor de lo que tú habrías podido jamás – añadió, y sus palabras parecieron ser un mazazo para el hombre, cuyos ojos reflejaron mucho dolor.

Beligerante || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora