Capítulo XXIX

569 65 99
                                    

Sentía las caricias que el rizado dejaba en mi cabello, pero yo estaba absorto y distraído. Estaba amaneciendo, y por hermosas que fueran las vistas, un aura sombría se posaba sobre mi cabeza. No había podido dormir nada. Me había pasado la noche cavilando entre pensamientos confusos y algo contradictorios. Había pasado por todas las emociones. Había visualizado todas las repercusiones que tendría lo ocurrido.

Felisa estaba muerta, Lando había matado a sangre fría a cuatro hombres y Oscar acababa de decir adiós a su trono. Lo ocurrido no sólo repercutía mi vida. Estaba hablando de la destrucción de mi concepto entorno al hombre que amaba. Y estábamos hablando del futuro de un reino.

De momento, nos habíamos centrado en nuestros problemas primordiales. Íbamos en un barco a Kerán, y habíamos tenido que explicarle al capitán por qué tres jóvenes de aspecto noble habían subido a su barco con un cadáver. El trato que había hecho con Oscar era claro: una mujer, dos jóvenes y un guardia embarcarían. No era exactamente lo que había terminado pasando. El príncipe, que se hacía pasar por un simple niño rico y mimado, debió explicarle que había habido un cambio de planes ante la repentina muerte de la mujer. Ahora, nuestro papel era el de tres hijos desamparados que volvían a su nación para enterrar a su madre. Nuestra devastación era tan real que era difícil que no resultara convincente.

- Y ahora... ¿Qué? – Murmuró Lando cuando Oscar se nos acercó, sentándose a nuestro lado, mirando el vasto océano.

- No sé – admitió el príncipe. – ¿Carlos?

Alcé la mirada. Era la primera vez que me hablaban directamente desde que todo pasó. Los dos veleses habían tratado dejarme en paz. Pero era hora de reordenar nuestras vidas, no había tiempo para el luto.

- ¿Qué queréis que diga?

- Tú eres el inteligente, danos una respuesta – suplicó Lando en voz baja, sus ojos verdes empañándose. – Seguro tenías un plan para prácticamente todo, ¿qué hacemos ahora?

Negué con la cabeza y sonreí amargamente.

- No había plan para esto. Oscar no estaba en mis planes. Felisa sí que estaba, y mira cómo hemos acabado.

El abatimiento en mi voz era obvio. Y la rabia se hizo presente en lo que dije a continuación.

- Y tú – miré a Oscar, – soluciona tu mierda lejos de nosotros.

- Carlos – susurró el ojiverde, tomando mi mano.

- No – gruñí apartándome de ellos. – De verdad que entiendo todo, Oscar. Entiendo que quisieras despedirte, que quisieras pasar tiempo con él. Incluso entiendo que fueses tan idiota como para confiar en un guardia que casi me deja inconsciente de un golpe – respiré hondo, reteniendo mis lágrimas. – Pero no voy a pasar por alto que casi morimos todos por tu culpa.

- ¿Qué podía haber hecho yo?

- ¡Quedarte en esa puta universidad y ser un maldito príncipe! – Vociferé, fuera de mis casillas. – Sin ti, Lando, Timo, Felisa y yo iríamos de camino a Kerán. Los cuatro estaríamos vivos y tranquilos. Pero por ti, por tus estúpidos sentimientos, he dejado a un hombre que me ha criado en la capital y mi madre está muerta. Tu aparición sólo ha traído problemas, y si tus padres te quieren muerto, como se ha demostrado, no van a parar hasta que lo consigan. Y no te quiero cerca de mí o de Lando mientras eso sea así. Eres una amenaza con patas – mi tono era serio y duro, sin un ápice de amabilidad o empatía. Era un hombre destrozado y desesperado por proteger a lo único que amaba y que podía defender. – Me da igual lo que pase contigo, me da igual si mandan más asesinos, guardias, mercenarios o espías a por ti. Pero no voy a permitir que por tu culpa nosotros también estemos en el punto de mira. Cuando lleguemos a Kerán, te irás en la dirección opuesta que tomemos nosotros. ¿Entendido?

Beligerante || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora