Capítulo XXVIII

601 65 158
                                    

Miré con mucha admiración a Oscar, empatizando realmente con él. Hacer eso no era fácil, sacrificar tus sentimientos por el bien de todos, olvidando tu propio bien, era duro. Y me parecía injusto que alguien tuviera que cargar todo ese peso sobre sus hombros. Nadie debería cargar ese peso, nadie. Al menos no solo.

- Eres un auténtico guerrero, Ossie - lo elogié, sonriéndole. - Serás un gran rey.

- Ojalá eso fuera suficiente - susurró con la mirada perdida.

Y entendí qué quería decir. Puede que el tiempo le hiciera cambiar de opinión, pero de momento, estaba seguro de que pensaba que jamás lograría ser feliz. ¿De qué sirve una corona y ser amado por tu pueblo, cuando el único amor que deseas recibir nunca será tuyo? ¿De qué le serviría ser el mejor rey de la historia cuando jamás estaría con el amor de su vida? Sus ciudadanos serían los más felices del mundo, sí, pero a costa de la tristeza de su rey.

Me alegraba ser burgués, sin más.

- Encontrarás a alguien - intenté consolarlo. - Y no me digas que nadie es como Lando, ya lo sé. Nadie es como él, ni como tú, ni como yo... Nadie es como nadie, cada persona es un mundo. El tiempo te hará olvidarlo, y llegará alguien más.

- ¿Y qué más da? Yo seguiré siendo el príncipe heredero y esa persona un hombre - gruñó con rabia, sus ojos empapándose. - No hay un final feliz para mí.

- Puede haberlo - insistí.

- Déjalo, Carlos - suspiró y se atrevió a mirarme. - Gracias por escucharme, supongo. Lo necesitaba.

- Gracias a ti por confiar en mí, Ossie - me complació ver que sonreía cuando lo llamé así. - Ahora me da menos miedo que me apuñales mientras duermo.

- Muy gracioso, Sainz - murmuró con ironía. - Si te parece bien, después de esta profunda charla, voy a dormir.

- Será lo mejor, sí.

Ninguno dijo nada más, simplemente nos recostamos y arropamos. Y mientras me dormía o no, no dejé de darle vueltas a todo lo que él me había contado.

El resto del viaje fue más ameno, menos tenso. A Lando le sorprendía ver que Oscar y yo nos llevábamos bien. Él y Felisa celebraban en silencio que su treta para que durmiéramos juntos hubiese funcionado para que no nos odiáramos mutuamente.

- ¿Os habéis acostado? - Bufó Lando en cierto momento. Los dos fruncimos el ceño y lo miramos. - ¿Cómo diantres habéis pasado del odio a... esto, tan rápido?

- Hablando - dije riéndome. - Créeme, no tengo ningún interés en don principucho.

- Yo tampoco en ti, tranquilo - gruñó el aludido, rodando los ojos. - Encontramos algo que nos unía, nada más.

Lando enarcó una ceja, sin entenderlo, y yo le guiñé un ojo, espoleando a mi caballo para adelantarme e ir con Felisa. Me estaba acostumbrando a dejarle a solas con Oscar, para que hablaran. Empecé a pensar que Lan necesitaba eso. Necesitaba pasar tiempo con Oscar, con su pasado, para poder cerrar todas esas heridas, para cerrar esa etapa. Cuando se despidiera de Oscar, podría centrarse en su presente y en su futuro, conmigo a su lado.

La siguiente noche, Lando no quiso que pasara más tiempo con Oscar. El celoso ahora, era él. Y a mí no me podía divertir más.

- ¡Deja de reírte!

- Es que eres muy gracioso, mi amor - me reí más y él me golpeó con la almohada de su cama. Bueno, en realidad iba a dormir conmigo, así que esa cama iba a sobrar. - Oscar está enamorado de ti, el único posible celoso soy yo.

- ¿Y por qué no lo estás? - Gruñó muy molesto con la situación.

- Primero querías que nos lleváramos bien, y ahora te enfada que seamos amigos.

Beligerante || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora