Capítulo XXIV

746 71 159
                                    

El mapa que tenía extendido por el suelo de mi despacho, no era todo lo exacto que me gustaría que fuera. Era el más preciso que tenía, pero no era la perfección que yo quería. O más bien, la que yo necesitaba para calmar mi ansiedad.

No había dormido nada esa noche. No había podido ni intentarlo. Cuando empezó a amanecer me rendí y me fui al despacho. Desde entonces, me dediqué a planear el viaje de escape hasta Kerán. Había decidido que me daba igual si Lando era un príncipe, un bastardo, un bufón o un puto dios de verdad. Me había enamorado de él, no de su sangre o de su título. Seguía siendo el mismo que hacía unas horas, cuando nos reíamos y besábamos despreocupadamente. Así que iba a organizar lo mejor que pudiera nuestra pequeña escapada. Necesitaba una excusa, un par de mentiras y muchos secretos.

¿Lo más difícil? Salir de la capital. Lo demás, era pan comido. Nadie me conocía más allá de las murallas de Lerstat. A nadie le importarían dos amigos que viajan a otro país en busca de trabajo. Bueno, en realidad sí que les importaría. En las fronteras eran muy meticulosos. Yo mismo había llevado casos de chicos acusados de homosexualidad, siendo la única prueba en contra que "marcharon a Kerán sin motivo aparente, probablemente queriendo burlar las normas de Arasa para cometer su pecado allí". Pero no haber dormido, servía de algo; había detallado un largo y extenso plan, con coartadas, personajes e historias. Necesitaba la ayuda de Timo y de Felisa, y su voluntad de acompañarnos. Y obviamente, suerte, mucha suerte.

Tenía el dinero para el viaje, los medios para llegar allí. Pero una vez que llegáramos a Kerán... No tenía ni idea de lo que haría. El título de abogado allí no me servía de absolutamente nada. La economía era mucho superior a la de mi país, de modo que mi riqueza, allí apenas serviría para mantener a una familia pequeña de clase media durante medio año. Pero sobreviviríamos, estaba convencido. Lando y yo éramos inteligentes de sobra, se pegarían por nosotros en cualquier oficina, universidad o escuela en la que nos presentáramos. Y Felisa y Timo eran aún lo suficientemente jóvenes como para trabajar, ellos ya deberían buscar dónde.

Lory quedaba fuera de la ecuación, lo mirase por donde lo mirase. No sabía si realmente sabía algo, si realmente era una amenaza. Y me daba una pena horrible. Era de mi familia, al fin y al cabo. Quizá lo estaba dejando a un lado para nada. Pero no podía asumir riesgos. Había pensado en despedirme de ciertas personas, cerrar algunos casos, dimitir y devolver favores. Pero sería demasiado cantoso. Tenía que desaparecer. Yo, Lando, mis sirvientes y toda prueba de adónde podríamos habernos ido. No podíamos usar el carro ni nuestros propios caballos. No podríamos llevarnos apenas unas pocas de nuestras pertenencias.

Si queríamos borrarnos del mapa y empezar de cero, teníamos que dejarlo todo atrás. Y daba miedo. Daba pánico. Pavor. Ansiedad. Terror. Todo eso se arremolinaba en mi mente, en mi corazón y en mi alma. Esa mañana, tan temprano que el sol apenas había salido por completo, incluso recé, deseando por todo lo sagrado que aquello saliera bien.

"Sé que nunca he creído fielmente en vosotros", pensé con desesperación, "sé que os he juzgado, negado y cuestionado. Pero os tengo que pedir que me ayudéis con esto, si de verdad existís, ayudadme a salvarnos ". Me sentí un estúpido enseguida, sólo por pensarlo, pero estaba desquiciadamente acojonado.

No podía asegurar que nada saliera bien, sólo confiar en que no habría más improvistos aparte de los que yo me había encargado de calcular y planificar una respectiva solución. Y bueno, debía contar con la ayuda de Timo y Felisa, si no casi todo de lo que planeé no serviría. Tenía planes alternativos, claro, pero eran más enrevesados y complejos. Necesitaba a Felisa para que fingiera ser mi madre y a Timo para que fingiera ser el padre de Lando. Deberíamos tomar el barco como dos dúos independientes. Era la idea. La idea podía fallar por cualquier lado.

Beligerante || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora