Capítulo IX - Zark

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Los brazos de Hefres crujieron cuando el filo de su lanza impactó contra una barrera invocada por Lakart, quien de pronto abrió los ojos mostrando un brillo tan intenso como el sol mismo, Hefres trató de retroceder, sin embargo, su lanza quedó inmovil en el aíre. La goblin, extendió lentamente su mano para finalizar con el ademán "Raek", bajando lenta y suavemente su dedo medio, causando que una gran ráfaga de viento que hizo retroceder a toda roca, planta y animal, a excepción del guerrero que se encontraba ante ella, aferrandose a su lanza. El suelo comenzó a agrietarse, al igual que la inquebrantable armadura de petrerita de Hefres. El rostro del guerrero se inundó de terror ante este acontecimiento, debido a que la petrerita es igual de poderosa que las mismas escamas de un dragón, era imposible:

—¡¡SUFICIENTE!!—gritó Lakart, haciendo que Hefres cayera de rodillas y que su armadura se quebrara por completo.

Y por si todo lo anterior no fuera nada, la fría tundra se volvió primaveral en un abrir y cerrar de ojos. Todo rastro invernal había desaparecido. Los grises y gélidos nubarrones que oscurecían el cielo desaparecieron ante la orden de Lakart. Volviendo el campo de batalla en un hermoso paraíso terrenal, Hefres estaba atónito por el inmenso poder de la pequeña Lakart, sintiendo el suave susurro de la muerte detrás de él. El futuro emperador, desesperado, trató de ponerse de pié y acabar con Lakart con una daga que guardaba en su destrozada armadura. Sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano, debido a que sus fuerzas habían desaparecido por completo, haciendo que sus movimientos fueran extremadamente lentos. El estado de Hefres estaba más que claro, había perdido el combate con un simple ademán:

—Debo admitir que me has sorprendido, asqueroso humano, por ello te concedo la oportunidad de decidir tu causa de muerte. . .

Hefres consumido por la furia y el miedo trató de ponerse en pie una y otra vez para matar a Lakart con sus propias manos. Hefres parecía un asustado animal salvaje, que chillaba y gruñía de impotencia. Tratando de soltar una muy débil puñalada, Lakart rompió su muñeca, causando que Hefres soltara un aullido de dolor:

—Preguntaré una vez más, ¿Cómo es que deseas morir?, asqueroso humano. . .

A lo lejos, en el hermoso paisaje, entre los chillidos de Hefres y el absoluto silencio de aquel paraíso, escuchó lo que parecía ser el relinchar de un equino combinado con los gritos de agonia de mil hombres, causando que un escalofrío recorriera su espalda:

—Ese sonido. . . Ya lo eh oído antes. . .No. . . Imposible. . . ¡¡MALDITO SEAS!!—exclamó antes de tratar de acabar con Hefres.

El antebrazo de su rival evitó su ataque, recibiendo una fuerte patada que a duras penas pudo bloquear, las fuerzas del derrotado guerrero habían vuelto de golpe, las cuales decidió usar sabiamente en una distracción para así escapar de Lakart:

—¡¡Huye maldito cobarde!!—gritó Lakart—¡SI OSAS VOLVER A MIS DOMINIOS UN SUSPIRÓ ME SERÁ SUFICIENTE PARA ACABAR CONTIGO!.

Acto seguido, el hermoso paraíso, volvió a ser la misma fría tundra con un simple ademán. Finalizando así el combate entre Hefres el cobarde y Lakart la última portadora de la mágia Ikar.

Shadee estaba sorprendida ante la historia de aquella batalla. Si bien, el relato había sido breve, era sobre todo emocionante. Ya que su hermano, en palabras de Lakart, fue capaz de mantener una pelea con ella aunque fuera por un segundo. Si bien, su narración era precisa y detallada, Shadee no podía imaginar el poder absoluto de Lakart, teniendo en cuenta que la goblin tan solo usó el movimiento de sus dedos para acabar con Hefres.

—A la mañana siguiente, mientras ejecutaba mi rutina cotidiana—prosiguió Lakart sin dejar de mirar el paisaje—noté que en los límites de la tundra se encontraba el letreros que te mostré, al parecer, tu cobarde hermano esta dispuesto a pagar una gran suma de dinero por ponerle fin a mi vida. Confiado en que alguien más lo conseguiría.

Shadee y la Leyenda del KelpieeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora