La llamada

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El teléfono empezó a sonar cuando Charles, después de dejar a los mellizos acostados, bajaba las escaleras. Maldijo entre dientes, se colocó sobre la cadera al pequeño David y bajó apresuradamente los últimos escalones para descolgar el teléfono del recibidor. Se detuvo paralizado al verse reflejado en el espejo que había sobre la mesita del teléfono.

"¡Dios mío, estás hecho un desastre!", se dijo con desconsuelo. El pelo castaño y maltratado, estaba húmedo y le caía sobre la frente. Tenía las mejillas coloradas y la camisa azul claro mojada en varios sitios, allí donde sus tres hijos, a los que acababa de bañar, lo habían salpicado. David empeoraba el aspecto de su padre todavía más tirando de los botones de su camisa, esforzándose por descubrir su pecho. Si ya normalmente era un niño inquieto, en aquellos momentos estaba, además cansado e impaciente.

—No – le dijo Charles con dulzura pero con firmeza, quitándole la mano de la camisa —Espera un momento cariño.


Besó su cabecita y descolgó el teléfono, sin dejar de fruncir el ceño ante lo que veía en el espejo;

—¿Diga? – dijo distraídamente, sin darse cuenta de la pequeña pausa que hizo la otra persona antes de responder.

—¿Charles? Soy Emma


—¡Hola, Emma!

Charles hizo un gesto de sorpresa y se relajó al escuchar a su amiga, y al hacerlo, se dio cuenta de que, hasta ese momento, había estado muy tenso, lo que hizo que volviera a ponerse tenso de nuevo. Estaba perplejo, últimamente, se había sorprendido muy tenso demasiadas veces.

—¡David, por favor! ¡Espera!

El niño gruñó y él, en broma, le devolvió otro gruñido. En sus ojos azules se reflejaba todo el amor y la alegría que sentía por su hijo. Era el más exigente de sus hijos y el de peor carácter (tan igual a su padre) pero lo amaba tanto como a sus gemelos. ¿Cómo no iba a amarlo si tenía los mismos ojos de su padre?


—¿Todavía no has acostado a esos mocosos? – dijo Emma con un suspiro.

No se molestaba en ocultar que para ella, los niños eran un obstáculo. Aunque era la modelo de mujer triunfadora y exitosa, no tenía tiempo para niños. Era alta, rubia y su vida transcurría en un nivel muy diferente a la de Charles. Emma era la sofisticada mujer de mundo, mientras que Charles era simplemente un hombre de familia.

Pero era la mejor amiga de Charles. En realidad, era la única amiga que Charles había conservado desde los tiempos de Universidad. La única que vivía en Londres, como Erik y él. Los demás, por lo que él sabía, seguían viviendo en Cheshire.

—Dos ya están en la cama y uno está a punto- dijo Charles.—David tiene hambre y está impaciente.

—¿Y Erik? ¿Todavía no ha llegado?

Charles detectó el tono de desaprobación de su amiga y sonrió. A Emma no le gustaba Erik. Saltaban chispas entre ellos cada vez que se veían.

—No – respondió Charles y añadió con cierta tristeza —Así que puedes meterte con él cuanto quieras, que no te va a oír.

En realidad, era una vieja broma entre los dos amigos. Charles nunca se había molestado porque Emma le manifestara su opinión acerca de Erik. Siempre había permitido que le dijera a él lo que no se atrevía a decirle a Erik a la cara. Pero, aquella vez, un extraño silencio siguió su comentario.

Un Marido Infiel - CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora