Tregua

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Cuando entró en el salón, Erik estaba sentado en el sofá con un libro entre las manos. Tenía el aspecto de alguien que no se hubiera movido del sitio durante horas.

No se molestó en saludar a Charles, que tras una corta pausa, esperando su repentina explosión de furia, que no llegó, cerró la puerta y se dirigió a la cocina. Esbozaba una sonrisa. Erik no lo engañó ni por un momento con su aire de indiferencia, lo había visto mirando por la ventana justo antes de entrar por la puerta del jardín.

Dejó el abrigo sobre una de las sillas de la cocina, se quitó las botas y preparó té. Erik entró como un gato en busca de su comida diaria. Llevaba vaqueros y camisa de algodón.


—Será mejor que llames a Emma -murmuró, apartando una silla con el pie para sentarse en ella

—¿Por qué? -dijo Charles con curiosidad, y mirándolo por un instante.


—Porque no he parado de llamarla creyendo que estarías en su casa, y ella no me lo quería decir.


—¿Y por qué estás tan seguro de que no ha sido así?

Antes de contestar, Erik guardó silencio por unos instantes.

—Porque llamé a mi madre para que cuidara a los niños y me fui a su apartamento para ver si era verdad.

—Así que no sólo Emma, sino también tu madre sabe que he estado fuera todo el día -dijo Charles con indiferencia sirviéndose el té que ya estaba listo.


—No puedes echarme la culpa de que estuviera tan preocupado después de cómo te fuiste -se quejó Erik.

"Eso está mejor"- pensó Charles-"Eso le enseñará a no tratarme como a un niño, puede que lo sea, pero eso no significa que me guste que me traten como tal. Además, así se dará cuenta de que su predecible esposo no es tan predecible después de todo".

Se sentó frente a él, tomando con gusto la taza de té caliente entre las manos todavía frías.
Erik se pasó las manos por el pelo y luego las apoyó sobre la mesa y comenzó a tamborilear con los dedos, como si algún pensamiento le rondara en su interior. Inclinó la cabeza hacia delante. Tenía el pelo revuelto, como si se hubiera pasado las manos por él muchas veces.


Charles nunca lo había visto así, con un aspecto tan frágil.


—Tus padres también lo saben -dijo inesperadamente- Los llamé cuando no se me ocurrió ningún otro sitio donde pudieras haber ido. Han estado esperando que aparecieras por Altrincham toda la tarde. Será mejor que los llames para decirles que estás bien.


Así que sólo se le había ocurrido llamar a tres sitios para localizarlo. ¿Qué le decía eso a él de sí mismo? Se preguntó, pero decidió que ya había hecho suficiente auto análisis aquel día y decidió posponer la respuesta.


—Te voy a decir una cosa Erik -le sugirió- ¿Por qué no los llamas tú, ya que fuiste tú quien los has preocupado? Llama a tu madre y a Emma, no tengo ningunas ganas de hablar con...

—¿Con quién? ¿Con mi madre?- interrumpió Erik.

—No, con Emma- dijo Charles sarcásticamente ―Has sido tú quien la ha vuelto a meter en este lío después de decirle que se ocupara de sus asuntos, así que, si crees que está preocupada, llámala tú.


—¡Todos estábamos muy preocupados! -exclamó Erik dirigiéndole una mirada furiosa.

—No pienso suicidarme -dijo Charles con calma, sorbiendo su té. Cuanto más nervioso estaba Erik, más tranquilo estaba él -Puede que creas que soy un imbécil, pero no voy a perder el resto de mi vida por eso.

Un Marido Infiel - CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora