Oficina

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Todo va a estar bien... Ellos van a aparecer... Charles se dijo a sí mismo en el momento en que se dio cuenta de que se habían ido.

La semana había transcurrido con una tensión insoportable. Erik se comportó de un modo frío y distante, sin preocuparse de ocultar su enfado con Charles, así que todos suspiraron aliviados cuando se marchó a Manchester por un par de días.

Pero no se trataba sólo de eso. Era Semana Santa y los niños estaban de vacaciones, así que pasaban todo el día en casa. Su emoción ante el inminente cambio de casa no ayudaba a que Charles estuviera tranquilo. Muchas veces se entrometían en su trabajo y él no tenía la paciencia suficiente. Acabó por darles algunos regaños que no merecían.

Estaba cansado de guardar cosas en cajas cuando oyó el teléfono. Profirió un juramento y se dirigió a contestarlo, pero dejó de sonar.
Volvió a su tarea sin dejar de maldecir. Todavía estaba jurando entre dientes, cuando los mellizos entraron en la habitación.

—Era papá Erik- dijo Pietro con el semblante muy serio.

No había olvidado el regaño que le dio Charles por tirar su jugo de naranja sobre el suelo de la cocina. Para Pietro había sido una injusticia, porque lo había tirado cuando lo tomó para David, de modo que su intención había sido ayudar a su papá Charles, pero su padre vio el pequeño accidente y perdió los nervios.

—Ha dicho que te diga que está volviendo de Manchester- dijo el pequeño con frialdad. -Y que primero irá a la oficina, así que llegará tarde.

"Al cuerno con él" pensó Charles. Que se quedara en su oficina mientras él se encargaba de la mudanza. "¿Haciendo el papel de mártir, Charles?" oyó que le decía la voz de Erik en el interior de su cabeza.

—Le dije que viniera a jugar con nosotros- intervino Wanda.

—Y supongo que él colgó enseguida - dijo Charles con sarcasmo.

Los mellizos no fueron ajenos a la crudeza de aquella expresión y Wanda se puso roja de ira.

—¡No, no dijo eso!- exclamó -¡Dijo que prefería jugar con nosotros a trabajar! ¡Y tú no eres un buen papi!

Charles vio que a Wanda se le llenaban los ojos de lágrimas antes de salir corriendo de la habitación y bajar las escaleras como un rayo seguida de Pietro.

Suspirando, apoyó una mano sobre su vientre abultado y la otra en la frente.
Reconociendo que, probablemente, merecía las palabras de Wanda, se dirigió al piso de abajo. Los mellizos lo ignoraron, fingiendo estar concentrados en la televisión. Levantó a David del suelo, donde había estado jugando alegremente con su juego de bloques  y miró a Wanda y a Pietro, con la esperanza de que le devolvieran la mirada para poder decirles que lo sentía. Pero pensó que, tal vez, aquello aumentaría su irritación y salió del salón con el pequeño.

Una hora más tarde estaba a punto de volverse loco.

Los buscó por todas partes, pero los mellizos habían desaparecido de la faz de la Tierra. Fue en coche hasta el parque, pensando que podrían estar en los columpios. Fue a la casa de la madre de Erik, sabiendo que su suegra estaba fuera visitando a unos amigos, pero pensando que los mellizos no lo sabrían y que habrían podido dirigirse allí.

Inspeccionó la casa de arriba abajo varias veces, buscó en el jardín y llegó a llamar a la nueva casa pensando que podrían haber ido hasta allí de alguna manera. Pero no había sido así. Se disponía a llamar a la policía cuando sonó el teléfono.

Contestó al instante. Estaba temblando de tal manera que le costaba apoyar el auricular en la oreja.

—¿Señor Lehnsherr?

Un Marido Infiel - CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora