Culpable

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Pasaron algunos minutos antes de que Erik, se reuniera con él en el cuarto de estar. Necesitaba algún tiempo para prepararse para lo que iba a ocurrir.

Charles lo esperaba sentado, pacientemente, estaba muy tranquilo. Su corazón latía a un ritmo normal y tenía las manos apoyadas relajadamente sobre el regazo.

Erik entró. Se había quitado el abrigo y la chaqueta, y se había desanudado la corbata y desabrochado el cuello de la camisa. No miró a Charles y se dirigió al mini bar para servirse un whisky.

-¿Quieres uno? -le preguntó a Erik.

Charles negó con la cabeza. Erik no repitió la pregunta, tampoco lo miró. Se sirvió una generosa cantidad de whisky y se sentó en el sofá, frente a Charles.

Dio un largo trago.

-Tienes una amiga muy fiel - dijo. "Y un marido muy infiel" pensó Charles.

Erik cerró los ojos. No lo había mirado desde que entró en la habitación.

Estiró las piernas y tomó el vaso con ambas manos. Charles se fijó en sus dedos: largos, fuertes y con las uñas perfectamente cortadas.

Era un hombre fuerte, alto y siempre aseado. Buenos zapatos, trajes elegantes, camisas a medida y corbatas de seda. Estaba más pálido que de costumbre, pero su semblante, que reflejaba tensión, seguía siendo atractivo. Sus rasgos eran bien formados, tenía la nariz recta y la boca delgada, en un gesto de determinación.

Erik iba a cumplir treinta y dos años y siempre había sido muy masculino, aunque, con el paso de los años, habían ido aflorando otras facetas de su carácter.

Había adquirido una fuerza interior que, tal vez, suele aparecer siempre con la madurez y una nueva confianza y conciencia de su propia valía. Su rostro reflejaba su personalidad, es decir, la de un hombre acostumbrado a ejercer el poder y con la capacidad de superar eficazmente las dificultades. En su compañía, se tenía la sensación de estar ante un hombre especial.

Otro rasgo eminente de su personalidad, pensaba Charles, era su dominio de sí mismo. Erik siempre había poseído una gran capacidad para controlar sus emociones, raramente perdía los nervios, raramente se irritaba cuando las cosas no marchaban como él quería. Ante los problemas, tenía la rara habilidad de olvidar los aspectos negativos y extraer lo más positivo de la situación.

Aquél era el rasgo más sobresaliente de Erik Lehnsherr, presidente de Lehnsherr Holdings, una organización que en pocos años, había crecido de un modo extraordinario.

Compraba pequeñas empresas que no marchaban bien y las re-convertía en filiales de la suya, logrando que obtuvieran grandes beneficios. Y lo había hecho todo con sus propios medios. Manteniendo un delicado equilibrio entre el éxito y el desastre, aunque sin llegar a poner en peligro el bienestar de su familia, había construido un pequeño imperio. Por el contrario, lo había rodeado de lujo, tanto como podía desear.

-Y ahora, ¿qué? -preguntó de repente, levantando los párpados y revelando la belleza de sus profundos ojos azules.

Así que no iba a tratar de negar nada, se dijo Charles. Deseaba encontrar algo que decir, pero no sabía qué.

-Dímelo tú -dijo, todavía con aquella tranquilidad asombrosa.

Emma debía haberle dicho que temía que cometiera una estupidez como colgarse de una lámpara. Qué melodramática, qué novelesco. Pobre Emma, pensaba Charles con simpatía, qué mal tenía que haberlo pasado.

-Es una hija de perra - gruñó Erik.

La idea que tenía de Emma obviamente, no se parecía a la de Charles. Se inclinó hacia delante apretando el vaso de whisky entre las manos. Tenía el ceño fruncido y le temblaba un músculo de la mandíbula. Apoyaba los codos en las rodillas y no apartaba la vista de la alfombra.

Un Marido Infiel - CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora