Al salir del auto me arrepentí de seguir la idea de Adrien. Hacía un frío como para convertirse en muñeco de nieve y la lluvia no dejaba de caer con fuerza sobre mi cara, achatando mi pelo e impidiendo ver con claridad. Me aferré con fuerza a la camisa verde que se me adhería como una segunda piel, mientras dirigía mis pasos a la parte trasera del auto, donde el ojiazul me esperaba igual de congelado pero con una mirada que destellaba diversión ante la situación en que nos encontrábamos.
Comenzamos a pechar el auto, hablando solo para pasarle instrucciones a Lea cuando giraba demasiado el volante. Unas ocho calles llenas de agua nos separaban de la casa de Adrien, donde nos quedaríamos a dormir, pues era imposible ir a nuestra casa con este clima y el auto roto.
Mentiría si digo que llegamos fácilmente a esa solución, pero era eso o arriesgar a Lea a un tremendo resfrío. Lamentablemente la casa de Mar no era una opción para quedarse a dormir, pues en la mañana salió a visitar a su madre en otro pueblo.
Mientras pechaba el carro ladeé la cabeza a mi izquierda en lo que suspiraba frustrado, para encontrarme con un par de ojos fijos en mi rostro. Adrien desvió la mirada avergonzado al verse expuesto y pude notar un leve color carmesí decorar sus mejillas a pesar de la escasa iluminación y las gotas que se deslizaban por sus rulos estirados debido al peso del agua. No pude evitar sonreír ante la imagen.
-¿Admirando las vistas?- Pregunto a fin de avergonzarlo más.
No me culpen por ello, ustedes no han visto lo hermoso que se ve hecho un tomatito rojo. Además él es siempre quien me deja colorado, pero no será así esta vez. ESTA VEZ SERÉ YO QUIEN...
-En realidad veía que pareces salido de una película de terror con el pelo pegado a la cara. Estás listo para Halloween.
Me detuve en seco para fulminarlo con la mirada y maldecir internamente una y mil veces el no haberme cortado el pelo y al maldito chaparrón que no quería colaborar.
-Cállate que a ti cuando duermes te cuelgan los mocos. Concéntrate en pechar el auto- Dije refunfuñando ante la carcajada que recibí como respuesta.
El tiempo pasaba y de alguna manera se sentía como si la casa de Adrien estuviese al otro lado del continente. Ninguno de los dos dijo nada durante el camino, la verdad me encontraba bastante enojado y aunque de reojo podía ver que él seguía todos mis movimientos, decidí ignorarlo olímpicamente. Pero claro es del mismísimo Adrien Blotson de quien hablamos, es imposible mantenerse indiferente ante él y más cuando es él quien quiere hablar.
-Lucas.
Fingí no escucharlo y seguí pechando como si nada.
-Luuucas- Intentó más fuerte.
-Estrellitas- Dijo más suave- ¿estás enojado?
¿Qué si estaba enojado?, por supuesto.
-Vamos Lucas no lo dije enserio, eres hermoso- Dejó de pechar y tomó mi rostro con sus manos- Perdón, fue una broma ¿qué puedo hacer para que estemos en paz?
Estaba por apartar sus manos, pero entonces miré detrás de él y una lamparita se encendió en mi mente. Sonreí lo más tiernamente posible y agarré las solapas de su camisa tomándolo desprevenido. Me acerqué a su oído y le susurré.
-Yo pareceré sacado de una película de terror, pero tú estarás tres días quitándote la mugre.
Me miró confundido y con una sonrisa "inocente" lo empujé al charco de barro a su espalda.
Adrien quedó completamente vestido de marrón y con una hermosa mascarilla de barro decorando su rostro. Solté la carcajada más fuerte de mi vida. Tuve que agarrar mi estómago ante la cara que puso al ver la situación. Solo podía reir mientras el ahora no tan rubio me daba una implícita mirada de "me las vas a pagar".
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Un café al paso
Teen FictionLucas es un profesor de historia viudo, cuya vida se basa en llevar a su pequeña hija a la escuela, ir a dar clases y... servir café al paso. Un día llega un cliente nuevo a la ciudad y este, con su peculiar personalidad, le brinda color a su vida...