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Le dio un sorbo a su taza de té y caminó por la sala, pensativo.

Nunca pensó que su vida podía cambiar tan abruptamente de un día para otro, que Hanseol terminaría engañándolo y tirando la confianza que le tenía con eso. Antes se había imaginado una vida con él, tener hijos y permanecer a su lado por muchos años, cegado por la versión de un esposo atento y afectuoso que no existía y que nunca existió. Muy tarde se había dado cuenta de que no era valioso ni importante para el Alfa, que no lo quería como Jimin lo había querido.

Otro Alfa ajeno a su relación tuvo que llegar para hacer que su corazón se acelerara con intensidad, que su lobo se sintiera feliz y que se sintiera verdaderamente valorado por quién era, por lo que era y por quién quería ser. Jungkook había llegado su vida como una parte esencial para su aceptación personal y amor propio. Gracias a él entendió que debía tenerse a sí mismo primero antes que a las demás personas. Que si no te tenías a ti mismo, entonces no eras nada. Porque estaba bien ser un poco egoísta, solo para poder llegar a la superación personal.

Sonrió de lado, sintiendo su pecho calientito de tan solo recordarlo.

Se sentó en el sofá del balcón para ver mejor el cielo, el cual estaba completamente de un azul oscuro.

De pronto empezaron a tocar en la puerta. Toques fuertes e insistentes.

Se levantó con el ceño fruncido y la taza tibia entre las manos. Abrió la puerta se topó con Hanseol; tenía el cabello sudado pegado a la frente y la respiración agitada, mientras se esforzaba por mantenerse de pie.

—¡J-Jimin! ¡Quiero saber quién es el hombre por el que me dejaste!

Dio un paso adelante, manteniéndose en el marco con la puerta un poco abierta, pero no demasiado como para que pueda entrar.

—¿Estás borracho, en serio? —Cuestionó con cansancio, suspirando y dándole un trago a su té.

—¡D-Déjame entrar!

—No —Despegó los labios de la orilla y tragó, observando al hombre sostenerse de la pared con dificultad. Le causaba gracia.

—¡Vamos, dime! ¡¿Cómo se llama él?!

—¿Quién? —Se hizo el desentendido.

—No te hagas el loco —Refutó con enojo, mirándolo con las mejillas rojas y los ojos entornados —. Quiero saberlo.

Alzó las cejas, sonriendo ampliamente y echándose para atrás, queriendo jugar un poco con el autocontrol de Hanseol. Le daba mucha risa tenerlo en ese estado en su departamento, aunque no le haya gustado ser irrumpido por él.

—¿Quieres saberlo? —Le preguntó con diversión, bajando un poco la voz.

Hanseol asintió con la cabeza y entró, siguiéndole el paso con dificultad. Era más lento estando ebrio que estando sobrio. Y de por sí lo era.

Jimin se sentó con una pierna sobre la otra en el sofá que estaba frente al televisor apagado. Tenía la mirada gacha mientras sorbía del líquido caliente, probando la paciencia de su esposo. El hombre se tambaleó un poco más antes de sentarse en el suelo, justo frente a él.

—Dime.

—No es mi obligación —Se encogió de hombros, sintiendo el teléfono vibrar en el bolsillo de la camisa. Lo sacó distraídamente, viendo de reojo a Han —. Sé que no estás aquí solo para saber quién es el hombre que quiero ahora, así que suéltalo. ¿A qué viniste?

Hanseol lo miró dubitativo. Se volvió a poner de pie y divagó por la sala, como observando su entorno para hacer tiempo. Aprovechó ese momento para sacar el objeto rectangular de la gaveta a su costado y lo encendió. Se lo guardó en el bolsillo de pantalón y disimuló como pudo.

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