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"Las almas gemelas, también conocidas como los destinados, son seres que se buscan mutuamente sin necesidad de ser conscientes de ello. Un solo roce basta para reconocer quién es la persona que está predestinada para ti. Están entrelazados de una manera tan profunda que parece que comparten una única alma. Su amor está destinado a prevalecer a lo largo de la eternidad, como una llama inextinguible que arde a través del tiempo y el espacio."

—Señor Bakugo, esto está mal. Hágalo de nuevo—dijo con voz severa su jefe, al que en su mente apodaba "cara de papa". Le lanzó los papeles del plan de negocio sin ninguna consideración, como si su trabajo no valiera nada.

—Sí, señor—respondió Bakugo con la voz más controlada que pudo, aunque por dentro deseaba con todas sus fuerzas estrangular al viejo. La vena que palpitaba en su sien era el único indicio visible de la rabia que contenía.

Sin decir más, recogió los papeles y se retiró a su puesto. "Maldito viejo cara de papa, esto es abuso laboral. ¡Me ha hecho rehacer el maldito plan de negocios más de seis veces!" Pensó con furia mientras apretaba los dientes.

De nuevo se sentó frente a su escritorio, dispuesto a empezar desde cero. Claro que renunciaría a ese trabajo infernal, pero no podía darse el lujo de quedarse en casa esperando. El lugar al que había ido en busca de un nuevo empleo había prometido llamarlo, pero aún no lo hacían. No era alguien que se quedara sin hacer nada.

—Basty, ¿otra vez te quedarás hasta tarde?—La voz preocupada de su mejor amigo desde la secundaria interrumpió sus pensamientos. —Llevas tres semanas trabajando horas extras—añadió, con una nota de reproche.

—Sí, mierda—respondió Bakugo, molesto por el recordatorio. —Ya vete, pelos de mierda. No molestes—gruñó, casi expulsándolo de la oficina con su actitud.

Su amigo, sabiendo cuándo retirarse, asintió y se fue, dejándolo solo una vez más en esa oficina que sentía cada día más como una prisión.

[...]

—Oh, mierda, ya oscureció—murmuró Bakugo mientras recogía sus cosas apresuradamente. Salió de la oficina a toda prisa, sabiendo que el tiempo jugaba en su contra. —Maldición, solo faltan diez minutos para que salga el último tren—se dijo a sí mismo antes de empezar a correr. La estación no estaba cerca, y cada segundo contaba.

El sonido de sus pasos resonaba en las calles vacías mientras corría. Cuando ya estaba a punto de llegar, chocó bruscamente contra algo, o más bien, alguien. La molestia se dibujó en su rostro mientras levantaba la mirada para ver quién se había cruzado en su camino.

Frente a él estaba un chico un poco más alto, con una apariencia inusual. Su cabello era bicolor: rojo carmesí en el lado izquierdo y blanco como la nieve en el derecho. Lo que más llamó su atención fueron sus ojos; uno era gris oscuro y el otro de un azul profundo, ambos llenos de una calma casi perturbadora.

—Quítate del medio, ¿no ves que estorbas?—gruñó Bakugo, enfadado por la interrupción.

El chico bicolor bajó la mirada con una expresión neutra. —Lo siento—dijo en voz baja, sin parecer realmente culpable. Después de todo, fue Bakugo quien había chocado con él por no prestar atención. Se apartó con una calma inquietante.

—Como sea—espetó Bakugo, pasando de largo junto al desconocido. Justo cuando estaba por continuar su carrera hacia la estación, sintió que alguien lo tomaba del brazo. Se giró bruscamente, sorprendido.

—¿Puedo volver a verte? Al parecer eres mi destino—dijo el bicolor con una tranquilidad que contrastaba con la creciente irritación de Bakugo, quien miró al chico con una mezcla de molestia y confusión.

ERES MI DESTINO / TodobakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora